La rutina de los lunes

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Era la quinta vez que leía el comic durante la clase de matemáticas

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Era la quinta vez que leía el comic durante la clase de matemáticas. Ya se sabía los diálogos de memoria, pero los inspeccionaba a profundidad. Desde la noche anterior que tenía un debate interno: ¿Era posible que Ian de alguna forma le enviase esas viñetas? Luego consideraba que aquello era imposible. Ian estaba muerto, tras meses de terapia por fin se había convencido de ello. Tampoco quería ilusionarse con algo imposible. Ese tal Aaron era simplemente un chico que la admiraba y se había inspirado en su aspecto físico para la protagonista de su comic, tal como muchos artistas gráficos suelen hacer.

— ¡Sophie! —el grito del profesor de matemáticas llamó su atención. Lentamente y con una mirada perdida de no importarle la llamada de atención, levantó la vista.

— ¿Qué? —preguntó desconcertada.

—Si vas a leer otras cosas durante mi clase al menos pretende que pones algo de interés en lo que digo.

—Estoy con el libro de matemáticas abierto ¿Cuánto más podría pretender? —Señaló cínicamente el libro abierto que tenía entre manos que utilizaba para camuflar el comic de Aaron.

Alan se percató del libro que Sophie llevaba e inútilmente trató de llamar su atención. El profesor inhaló profundamente. El cinismo y la falta de respeto por parte de Sophie hacia su clase era pan de cada día. Mas lo dejaba pasar porque aún sin estudiar demasiado, Sophie tenía un talento especial para las matemáticas y siempre sacaba las mejores notas; cosa que últimamente no sucedía en otras materias.

—Si prestaras atención por lo menos a los cinco primeros minutos de la clase habrías escuchado que les di la hora libre para estudiar para su examen de química.

Incrédula, Sophie miró a su alrededor. Varios de sus compañeros reían disimuladamente y todos leían el libro de química. Con un rostro de impresión volteó hacia Alan, quien encogió los hombros como pidiéndole disculpas por no haberle advertido antes y luego hacia Evan, otro de los pocos compañeros del colegio que podía considerar su amigo, quien la miró con reprobación y volteó los ojos antes de regresar a su lectura.

— ¡¿Qué!? —reaccionó de pronto con un grito que alteró a todos—. ¡¿Que examen?! ¡Los exámenes empiezan en dos semanas! ¿Cuándo dijeron algo de un examen? —preguntó alterada al maestro, apretándole los hombros hasta clavarle las uñas.

El maestro soltó las garras de Sophie con un gesto de dolor y se alejó de ella.

—Hoy tenemos un examen, supuestamente es de práctica, pero valdrá el veinte por ciento de la nota, por eso todos están tan alterados —explicó Alan posándole las manos en los hombros para sentarla paulatinamente.

—Yo no sabía de ningún examen, ¿cómo es posible que no me avisaras? —Sophie aún no lo creía, parecía uno de los sueños recurrentes que tenía en épocas de exámenes, en los que se equivocaba de materia y estudiaba historia en lugar de física u olvidaba por completo la fecha de un examen y no lograba comprender ni la mitad de las preguntas.

Mi vida un showDonde viven las historias. Descúbrelo ahora