¡Al diablo!

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Sophie podía ser extremadamente molesta cuando se encaprichaba con algo

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Sophie podía ser extremadamente molesta cuando se encaprichaba con algo. Desde la llamada de Steve que intentaba convencer a Ian de llevarla a su departamento, con la excusa de pasar ahí la tarde y que sus padres no se enterasen que había escapado del colegio.

—No, vamos a donde quieras, pero ahí no. —Cansado e irritado Ian se negó de nuevo.

— ¿Por qué no? ¡Claudia y Alan ya han ido! Me estás discriminando. ¿O no soy tu amiga? —le rogó poniendo una mueca entre triste y sensual, sabiendo que con eso conseguía casi siempre lo que quería.

—Porque es lejos, no va a agradarte y no hay nada para hacer ahí.

— ¿Por qué crees que no va a agradarme? Quiero saber dónde está viviendo mi hermano.

—Sé que no va a agradarte y luego buscarás la forma de comprar un montón de cosas que crees que necesitamos, o eres capaz de comprar un departamento nuevo en otro lugar. Además, apuesto a que tus padres te pidieron que buscaras cualquier excusa para ir y contarles al respecto.

—No voy a comprar nada, lo juro, ni a criticar ni a insistir en que se muden. Además Alan ya les contó a mis padres cómo es el lugar, a mí me pidieron fotografías.

—Entonces menos vas a ir —sentenció tomando el último trago de su café. Dejó dinero sobre la mesa para pagar la cuenta y salió de ahí, esperando que Sophie lo siguiera, esta vez dejando de rogarle.

Seguía nublado, pero ya había parado de llover. Entonces cayó en cuenta que seguían empapados y sus estómagos rugían de hambre.

—Tengo que cambiarme, pero si voy a casa, lo más seguro es que me castiguen y no pueda salir —dijo Sophie con un canturreo. Ian miró al cielo con exasperación.

—No vas a dejar de molestarme para que vayamos ¿verdad?

—No hasta que me lleves, aunque me tome años —aseguró.

—Bien, voy a llevarte, solo porque estás mojada, pero con las siguientes condiciones: no vas a hacer ningún comentario negativo al respecto, no vas a intentar comprar nada o darnos dinero para mejorar el lugar, eso incluye comida; tampoco vas a tomar fotografías, ni a decorar o cambiar de lugar nada —enumeró y Sophie asentía entusiasmada, con los ojos brillándole igual a una caricatura.

La motocicleta de Ian estaba parqueada en un garaje cercano, el viaje era un poco largo y Sophie no veía la hora de llegar. La ropa mojada más el viento que chocaba contra su cuerpo la hacía tiritar de frío y por más que se abrazaba a Ian fuertemente para evitar el choque del viento sus manos estaban entumecidas.

Finalmente el chico dio la vuelta en la esquina de un edificio y entraron a un oscuro y húmedo garaje. Empujó la moto hasta el fondo, a un almacén con puerta de metal, adentro encadenó el vehículo y cerró la puerta, trancado con dos enormes candados.

Sophie se preguntaba si tanta seguridad era necesaria, pero mirando el barrio no se sorprendía. Tal como había prometido, no dijo nada y lo siguió manteniendo el silencio por las escaleras.

Mi vida un showDonde viven las historias. Descúbrelo ahora