Caín Stever era un ex sacerdote neo catecúmeno que se había retirado del sacerdocio diez años atrás debido a que sus estudios e investigaciones entraban en conflicto con dogmas de la iglesia. Aun así, trabajaba como maestro de ciencias en el colegio al que Aaron había asistido el año anterior y como asesor de la residencia de estudiantes Saint Patrick. Él era una de las pocas personas que estaban completamente conscientes de la situación de Aaron, su pasado, su verdadera identidad, y también estaba al tanto de sus problemas personales, siendo en ese último año el mejor apoyo emocional y psicológico con el que había podido contar.
Aaron tocó la puerta anunciando su llegada y encontró a Stever hablando por teléfono. Tras un gesto de aprobación de su parte, se sentó frente al escritorio y esperó a que cortara la llamada.
En silencio, ese hombre de edad media y rostro robusto cruzó los brazos y observó al joven con detenimiento.
—Hablaba con el padre Johansson, dice que otra vez te metiste en problemas. Está convencido de que eres tú quien vende marihuana en la residencia.
—Como si tuviera tiempo de eso —le respondió con soltura, hablar con él era como hacerlo con un viejo amigo—. Nunca me meto en problemas, el padre Johansson los imagina a mi alrededor.
—Sí, lo sé —dijo a tiempo que exhalaba. Sabía que de todos los alumnos de ahí, él era el que menos problemas causaba, intentaba mantener el perfil bajo y pasar inadvertido, mas era imposible que ocultara esa aura de misterio a su alrededor, que causaba desconfianza en muchos, sobre todo en el anciano sacerdote—. Anoche durante la cena dijo algo sobre hacerte un exorcismo, pensamos que lo decía en broma, pero ahora que lo pienso no reía con el asunto.
—Genial, avísame cuando quiera realizarlo y lo ayudo a atarme a la cama. —Miró su reloj, aun corriendo y tomando un taxi sería imposible llegar a tiempo al hospital para su clase, lo había logrado—. Ya perdí mi clase, ¿puede darme un justificativo? Así no pierdo tantos puntos.
El hombre sonrió de medio lado y se levantó de su lugar.
— Mejor aprovechemos la noche y demos un paseo.
Aaron lo siguió arrastrando los pies, sabía qué significaban esos paseos, de nuevo lo analizaría e intentaría parchar ciertos eventos de su vida.
Tras varios minutos de caminata silenciosa por los extensos jardines y sorteando estatuas de metal que estaban ahí desde hacía un par de siglos, Stever realizó un corto comentario sobre el clima antes de hablar directamente sobre la vida privada del muchacho.
—La otra noche te vi llegar con una chica, parece una muchacha simpática.
—No lo es tanto. Y como sé que va a preguntar, solo voy a decirle que no me interesa, no me atrae nada de ella, solo es una compañera del college que insiste en traerme todas las noches.
—En realidad no iba a preguntar. Estoy seguro que no te interesa, como no te interesa ninguna persona en el mundo más que...
—No es cierto —lo interrumpió antes de que mencionara el nombre—. Hay gente que me interesa como Arthur y aunque me cueste decirlo Frank y Otis no están tan mal como amigos.
ESTÁS LEYENDO
Mi vida un show
HumorSophie es la protagonista de la más famosa y peor serie de televisión del momento. Además de lidiar con fans, debe acabar el colegio, aguantar las tonterías de sus amigos, superar a su ex-novio muerto y sobre todo sobrevivir a su club de anti-fans.