La chica alternativa

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La pizzería "Il Coure", que sería a partir de ese momento su única fuente de ingresos, estaba casi vacía cuando llegó

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La pizzería "Il Coure", que sería a partir de ese momento su única fuente de ingresos, estaba casi vacía cuando llegó. El gerente, quien lo había contratado, no trabajaba a esas horas. No había nadie en el mostrador y una joven atendía a un par de clientes. Solo dos de las cinco mesas del local estaban ocupadas por una pareja y un grupo de señores de mediana edad. La mujer, tras tomar el pedido, se aproximó a Tiago, preguntándole si iba a servirse algo. Ni bien él le explicó que en realidad ese era su primer día de trabajo, la joven se quitó el delantal y se le extendió junto a su libreta de pedidos y los menús que acababa de recoger. Se despidió desganadamente y se fue sobándose la espalda, demostrando que había tenido un largo día de trabajo.

— ¡Chico!¡Nuestras pizzas!—le llamó la atención uno de los hombres. Sin estar seguro de qué hacer se aproximó a darles los menús.

—No, ya hemos pedido, ¿Cuánto van a tardar?

—No tengo idea... —se dio cuenta que era la respuesta equivocada cuanto recibió una mirada asesina, puso una excusa y se dirigió a la cocina, donde dos hombres trabajaban ajetreadamente.

Uno de ellos, el más joven, sacó una enorme pizza caliente del horno y Tiago lo esquivó en el momento justo en que la fuente de metal estuvo por quedarle marcada den el rostro.

— ¿Eres el nuevo? —le preguntó el mayor mientras hacía girar con maestría la maza de pizza en el aire.

—Sí, soy Tiago...

—Genial, tenemos muchos pedidos. Las pizzas están allá y en cada una está anotada la dirección, las llaves de la moto están junto a la puerta; sal rápido, estamos atrasados y nos tienen como locos con el teléfono.

—Sí, pero hay gente afuera que me pidió su pizza...

— ¡Tú encárgate de los pedidos! —le gritó, no enfadado, sino nervioso, se notaba que estaban en una noche muy ocupada—. Solo atenderemos mesas por una hora más, que Marcos se encargue. —Al decirlo buscó por todos lados, recorriendo con la vista la caliente cocina, que era más grande que la parte frontal, pero por la cantidad de estantes y hornos se hacía estrecha—. ¡Marcos! ¡Pedazo de vago sal del baño!

Casi de inmediato se abrió una puerta al fondo y el chico que atendía el mostrador cuando Tiago había llegado al lugar buscando al gerente, salió de mala gana.

—Sí, ya voy —resopló fastidiado. Tiago le entregó las cosas que había recibido y casi a empujones por parte del cocinero más joven salió a la parte de atrás, un callejón donde esperaba una moto de repartos.

Sin perder tiempo sacó las direcciones de cada caja y las ordenó por ubicación, tal vez si acababa de repartir rápido podría irse más temprano.

Después de sus primeras cuatro entregas el trabajo comenzaba a agradarle, le encantaba conducir una motocicleta de noche, aunque esa no fuera tan rápida como la que tenía su padre, a esa hora los autos no ocupaban la calle y podía correr con libertad, sintiendo el aire frío contra su rostro y el sonido del motor abstrayéndolo de cualquier otro. Descubrió que si al tocar las puertas era una mujer quien le abría, bastaba con sonreír y coquetear un poco para recibir una mayor propina.

Mi vida un showDonde viven las historias. Descúbrelo ahora