La nueva publicista del Show

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Cuando entró al colegio las miradas se le clavaron encima

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Cuando entró al colegio las miradas se le clavaron encima. Podía jurar que todos se habían detenido por exactamente un segundo, y sabía exactamente lo que pensaban.

No era de sorprenderse, de seguro todos habían leído la noticia, donde quedaba como una traidora que engañaba a su ingenuo novio.

No le sorprendía la reacción, pero no entendía cómo podían juzgarla si la mayoría de sus compañeros podían entender la situación perfectamente. Muchos conocían a Ian, y ya estaban al tanto de lo ocurrido la jornada anterior, cuando un ex alumno del colegio, y ex novio de Sophie, que estaba supuestamente muerto, había regresado con otra identidad.

— ¡¿Sophie es verdad?! —La emboscó Amalia, apareciendo de pronto frente a su casillero y la hizo brincar en su lugar.

— ¡¿Es verdad qué?! —preguntó alterada.

— ¡Que engañaste a Steve! ¡Él es el amor de mi vida, pero estaba feliz de que estuvieran juntos, eran mi pareja favorita, pero lo que hiciste no tiene nombre, lo engañaste!

Sophie solo quería golpear su cabeza repetidas veces contra el casillero. La noche anterior había preparado un discurso sobre lo que diría esa tarde en el programa de Octavio Velasco, explicando lo ocurrido, pero explicárselo a su mayor y más extraña fan era distinto.

—Sophie se dio cuenta de que Steve es un inútil y lo dejó por mí, esta tarde lo dirá públicamente. —Ian la rodeó con un brazo y no se esperó que la otra chica se quitara del cabello la imitación de la hebilla de Sophie, la tirara al suelo y se fuera furiosa.

— ¡Eso no es verdad! —le gritó Sophie deshaciéndose del abrazo de Ian—. ¡Y tú no digas mentiras!

—Solo te ayudaba a deshacerte de ella, Amalia da un poco de miedo, más que una fan es una acosadora.

—Tú también eres un acosador.

—Pero a ti te gusta que yo te acose.

La chica lo miró asesinamente, sacó lo que buscaba de su casillero y caminó hacia el aula con Ian pisándole los talones.

—Va a ser muy difícil acostumbrarme de nuevo a tu arrogancia.

—No es arrogancia, es encanto —dijo con una sonrisa tan seductora que Sophie no pudo negar que era verdad.

De nuevo se hizo el silencio. Incómodo, Ian se dirigió al asiento que Alan había separado para él. El maestro no tardó en entrar, sorprendido por la quietud del aula. Ya había escuchado parte de la historia del nuevo alumno de Inglaterra, y aunque le parecía alucinante, actuó con la seriedad de siempre. Acomodó su maletín y llamó lista.

—Aaron Hyde —llamó, y todos voltearon a ver al alumno nuevo.

—Presente —respondió sin quitar la vista de su dibujo.

Mi vida un showDonde viven las historias. Descúbrelo ahora