XXI

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Darlene y Anthony jugaban en todo el jardín, mientras eran perseguidos por todos sus primos que reían a la vez que sus piernas se movían con tal maestría y hasta parecían profesionales en el deporte.

Dos esmeraldas miraban atentos cada movimiento de los pequeños, amando aquel momento que la vida le concedía vivir a ella y nada más a ella. Después de todo lo que la vida le había dado, jamás pensó llegar a ver correr y disfrutar de sus sobrinos e hijos. Pensaba en todo lo que había pasado durante los últimos años, y creía que su vida estaba siendo cada vez mucho mejor.

—Hola— dijo Elliot acercándose al balcón donde se encontraba su mujer.

—Buen día mi amor— contestó y suspiro profundamente.

—Candy... ¿Qué te dijo Terry ayer?— preguntó con un tono inusual en él. Cosa que la sorprendió demasiado a ella debido a que en cualquier momento que habían permanecido solos ellos dos, Elliot no se había atrevido a formular tal pregunta. Pero después logró reunir la compostura.

—Qué lo perdonara—contestó muy segura de su respuesta.

—Y... ¿que le respondiste?— volvió a cuestionar profundizando más en el tema.

—Que... que si. Le dije que lo perdonaba pero que no tendríamos absolutamente ninguna relación, ni siquiera de amistad. Lamentablemente las cosas ocurridas en el pasado eliminaron cualquier confianza pura hacia él—afirmó mirando directamente a los ojos del castaño y sin flaquear ni un momento.

—Si, te entiendo. Me alegra que le hayas dicho eso. Yo no dudo de ti, pero si de él. La forma en como toma las cosas, jugó contigo una vez y me temo que quiera volver a hacerlo— reveló sus temores a la mujer frente a él.

—No te preocupes, somos esposos y conozco bien a Terry. Sé que no haría cosa parecida, pero de cualquier forma yo no quiero una relación amistosa o muy cercana con él— contesto mintiendo un poco respecto a que no quería estar cerca del joven. Lo que si era es que decía eso para mentirle a su corazón los verdaderos sentimientos que aún viven en lo más interno de su ser.

—Esta bien...—habló por fin tras escuchar atentamente la explicación de su esposa—¿Quieres ir de compras?—pregunto cambiando de expresión, desapareciendo por completo el ligero ceño fruncido que había comenzado a formarse en el rostro del chico.

—Me encantaría—respondió sonriendo divertida.

—Bueno hay que ir por los niños— dijo dándose la vuelta.

—Los hijos del Sr. William iran con sus padres a consultar su dentista; Naty ira con sus abuelos; y el joven Stear ira con sus papas en una cabalgata por toda el area—anunció la joven que estaba limpiando las paredes de la casa cuando Elliot le ordeno que los llamara para que fueran todos de compras.

—Muchas gracias—dijo y se limito a ir por sus hijos.—Niños vengan vamos a ir de compras con su madre así que tienen que alistarse— exclamó Elliot a los pequeños que se dirigian a la cocina para hidratarse un poco.

—¡Si!... ¡Yo quiero un vestido nuevo!— contesto Darlene tan pronto llegó a los sobre protectores y fuertes brazos de su padre.

—Yo quiero un reloj que vi en la ciudad— comentó Anthony uniendose al abrazo que le ofreció su padre.

—¿No me incluyen?—preguntó Candy al llegar a la sala y cargando a su hija menor.

—Claro... Todos compraremos cosas nuevas que nos agraden, yo invito— contesto Elliot Green feliz de estar así con su familia, pensando que esa era una de tantas escenas familiares de las cuales él iba a formar parte.

Se idealizó dentro de trece años más con los preparativos de los quince años de su hija Darlene, e imaginando que para ese entonces Anthony ya hubiera elegido novia o por lo menos su corazón ya estuviese ocupado por la joven elegida.

Todos se fueron en el coche de Elliot a las grandes tiendas que había en Chicago. Compraron millones de cosas maravillosas, Darlene escogió mil vestidos, collares y muñecas nuevas. Anthony juguetes como carros, barcos, uno de ellos era el Mauritania, un reloj de oro que sería su tesoro más preciado por el resto de su vida al ser obsequio único de su papá.

Candy eligió perfumes y joyas nuevas; pero de todas las más hermosas fueron tres collares: uno de zafiros, otro de esmeraldas y el último colgaba un diamante diminuto de color azul claro que cautivó a Candy por el parecido con el color de los ojos de su esposo; collar que años más tarde y para el resto de sus días apreciaría como la vida misma, al ser recuerdo de un amor incondicional.

Pasearon por toda la ciudad; fueron a un parque muy hermoso, visitaron varios museos donde se tomaron incontables fotografías. Esos momentos fueron sumamente preciados para todos y cada uno de los integrantes de la familia Green. Por supuesto fue una de las mejores tardes familiares, y quizá la última más hermosa donde todas las personas que conformoban este clan estarían juntos de una manera única, especial, incomparable.

Terry después de la velada al lado de los Andley, se sintió con nuevas fuerzas para luchar por la amistad de la única mujer que ama verdaderamente. Ya había conseguido su perdón pero ahora quedaban dos murallas por derribar: la mejor relación entre ambos y la verdadera razón por la que el hijo mayor de los Green se pareciera a él mismo. Su siguiente jugada ya estaba lista y sería ejecutada al día siguiente.

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Hola... Oliwish, bueno solo para pedirles que comenten que tal les pareció. Y obviamente invitarles a que me den una linda estrellita ⭐
Atte: Princesita Vulturi ❄

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