Dos personas dormían en su habitación, una de ellas estaba descansando como dios manda. La otra no; una terrible pesadilla la tormentaba, quería correr pero no podía, estaba en un prado... Era la colina del colegio en Inglaterra, Anthony su hijo, abrazaba a Terry, y le decía padre... Elliot estaba en un rincón sonriendo viendo como el pequeño sonreía. El hombre llevaba un traje blanco y una rosa en su mano.
Aquel paisaje cambio y ahora era una calle, Candy estaba en el interior de una tienda; Terry y Elliot peleaban y un camión sin frenos los arrollo, Susana Marlown salva la vida de Terry. Los médicos dicen que Susana esta en coma y sin su pierna derecha, Terry sobrevivio y Elliot murió pero extrañamente Candy no puede ser vista y simplemente la ignoran todos a su alrededor.
Ella fue a visitar a Susana pero se encuentra con que no es la actriz si no es ella misma la que esta en esa cama; al ver tal cosa sale corriendo escaleras abajo y siente como a la mitad de camino unas manos sujetan sus cintura y la acercan a él.
En ese momento despierta gritando y con lágrimas en sus ojos, Elliot se despierta también y logra calmar un poco a su esposa. Candy no le cuenta toda la verdad a su marido, no quiere que se entere de nada, por su lado Elliot soñaba que Candy moriría en un accidente pero se interpone y él es el que muere más sin embargo Terry nunca aparece en su sueño.
Después de que la joven se tranquilizara bajaron a desayunar, y todos a su alrededor tenían una cara de preocupación debido al presentimiento que los embargo días antes.
—Candy creo que es bueno que antes de irnos a nuestras casas, vayamos a visitar a la srita Pony y la hermana María. ¿No crees?— comento Annie en el desayuno.
—Si justo eso pensaba, iremos mañana ¿que te parece?— pregunto ilusionada.
—Oh claro que si... ¿Vienen todos?— pregunto la pelinegra con entusiasmo. Y todos a su vez contestaron que si.
—Por supuesto yo tengo que dejar la donación semanal— afirmó Albert con una gran sonrisa.
—Si... Yo igual— Dijo Elliot con un aire de preocupación que solo Candy noto.
—Yo quiero jugar con Clint— comento Anthony que ocasionó gritos de emoción por parte de los niños ya que amaban a ese coatí.
—Terry hijo pero ¿por que me dices tales cosas?—pregunto Eleanor Baker.
—Madre sabes perfectamente que no tengo nada que hacer aquí, mi decisión es tomar el ducado que se me ofrece. Sabes bien que nada me hata aquí—explicó a su madre preocupada.
—Hijo... Lo siento, lamento que no se haya arreglado nada...—contestó triste.
—Yo también, mañana me iré a Nueva York, pero antes tengo que visitar a esas buenas mujeres— Dijo con voz tranquila que hizo sentir a la actriz muy mal por como se encontraba su hijo.
—Solo quiero que seas feliz, sé perfectamente lo que estas sintiendo pero... Terry yo me quedaré aquí en Chicago con tu padre, no te detendré solo quiero que seas feliz y encuentres a una sola chica que ames y te ame— Dijo de una manera maternal.
—Gracias pero ella esta casada— contestó con dolor.
—No es la única... Hay muchas chicas y...—trato de seguir pero él no se lo permitió.
—Para mi sí, es la única— contestó y se fue a su departamento para poder llorar cuanto quisiera mientras tocaba su armónica.
Ese día Elliot y sus hijos estaban jugando cono nunca antes. Anthony corría tras su padre, Darlene igual. El hombre más fuerte cargaba a sus hijos y los besaba diciéndoles que eran su todo, Archie logró tomar fotografías de esos momentos.
—Papi... ¿Dentro de un año podemos ir a Washington con tía Patty?— pregunto Darlene a su padre.
—Si princesa—contestó feliz por escuchar a su hija.
—Yo quiero un caballo—Dijo Anthony a su padre.
—Campeón tienes uno en casa— explicó su padre.
—Si pero quiero otro—exclamó rojo.
—Bueno, lo compraremos después— respondió Elliot a su hijo.
—Papi... Prometeme que jamás nos dejaras, que siempre siempre estarás con nosotros—Dijo Darlene sin poder reprimir esas palabras.
—Lo prometo princesa... Mi amor te amo hija, y a ti campeón. Son mis hijos y los amo, son mi vida entera. Prometo que estaré contigo en tus XV años y en tu boda también hijo mío; cuando seas un gran jefe de las empresas Green y me des la noticia de que serás padre, yo... Seré el más feliz.
>>Tu mi amor tienes que encontrar quien te ame y lo ames, no dejes que nadie te obligue a nada, sigue tu corazón. Importa poco si no es de nuestra clase social aquel que les robo su amor, a los dos les digo que sean muy felices sin importar lo que los demás digan, no importa lo superficial, el corazón si importa.
>>Tengan en cuenta que aún cuando no esté con ustedes, yo siempre viviré en su corazón. Anthony ama a tu madre y a tu padre, tu igual hija ama a tu madre y tu padre, no importa que yo no esté con ustedes, aquí en su corazón sí lo estaré. Nunca se rindan, sean muy felices sin importar cuanto cueste. Apoyense y apoyen a mamá... ¿Recuerdan a Terruence Grandchester?—pregunto haciendo una pausa a sus palabras que creía era necesario decir, sabiendo que lo más fuerte para todos venia en camino.
—Si— contestaron al unísono.
—Quieranlo, como a un padre. Anthony, Darlene si llego a faltar, no duden en pedirle ayuda, él no se las negará. Ama a Terry como lo haces conmigo Anthony, y tu Darlene también quierelo como tu papá. No dejen sola a su madre; si quieren hablar conmigo solo lean unas cartas que deje con abuelo Albert, con Ashley y con tío Archie—Dijo a los pequeños mientras acariciaba sus cabezas. Con gran dolor internamente, les dijo esas palabras a sus hijos que significaban consejos a lo largo de su vida así como un amor infinito, y un adiós eterno.
Por último jugo toda la tarde con los pequeños, cabalgaron y les contó cuentos. Se mojaron en la alberca y subieron a la casa del árbol, también les explico muchas cosas de su pasado. Y como es que conoció a su madre, ahorrandose todo lo que había pasado entre Terry y ella.
Al caer la noche ya fueron a su habitación, donde Candy que permaneció observando los momentos entre padre e hijos, ya lo esperaba con una sonrisa.
—Tengo miedo, no quiero ir a Lakewood—Confesó Candy a su marido.
—No pasa nada, todo estará bien mientras este yo contigo ¿esta bien?— pregunto dulcemente.
—Si pero...— quizo contradecir y él no la dejo.
—No mi amor, estaremos bien— respondió con amor y beso a su esposa con dulzura, sin poder detenerse avanzó más haya llevándola a un mundo que compartieron juntos muchas veces antes, como solo un hombre y una mujer pueden visitar.
Los dos disfrutaron de esa noche amorosa, donde compartieron su amor mutuo. A altas horas de la noche Candy no pudo reprimir las lágrimas, se levantó y vislumbró la Luna.
Entre sollozos que salían de su boca, su corazón se rompía por el presentimiento que alertaba lo que al día siguiente, siendo un 25 de mayo pasaría.
Después de entregarse una vez más a su marido Candy nunca había sentido tanta tristeza como cuando se pierde a un ser querido, pero esa noche lo experimento. Acarició su vientre delicadamente, y su mente viajo hasta un hombre de ojos como los zafiros, él cual sentía que no debía ir a visitar a aquellas mujeres. Pero si alguien le hubiera dicho que decidiendo no ir, podría haber ahorrado mucho sufrimiento, seguramente no hubiera ido, quizá solo hubiera tomado su tren. Pero tenía que despedirse de las protectoras de su más preciado tesoro, su pecosa.
Dos corazones esa noche latían en sincronía, lágrimas eran derramadas; esa noche del 24 de mayo fue la última noche donde se pudo vivir todo de una manera "normal" amando a quien todavía se encontraba con nosotros, disfrutando de aquellos colores únicos que dan una razón para vivir, gozando de una vida que jamás se volvería a apreciar... Pero que viviría eternamente en los corazones de quienes conocieron su alma bondadosa, llena de entrega y amor... Esa fue la última noche feliz de 1923 para los Andley, Green y Grandchester.
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Palabras del corazón
FanfictionTerry y Candy si se separan por Susana, a su muerte Terry no busca a Candy y ella por su parte encuentra la "felicidad". Pero un mal día los medios de comunicación publican un artículo donde Candy da una respuesta que todo el mundo mal entiende. La...