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En un lugar no muy alejado de la ciudad de Chicago, Lakewood para ser exactos, después de hacer un largo viaje desde Nueva York hasta ese lugar, un grupo de personas detiene el recorrido de su automovil para quedar justo frente a la entrada de aquel lugar.

Una mujer acompañada de un hombre y dos niños salen del coche, dejando a otro hombre en el automovil, él cual estaba sumido en sus pensamientos, a la vez que veía alejarse a aquellas cuatro personas, esquivando lo que había en su camino. Candy y Albert pronto llegaron a donde ellos querían parar.

Las lágrimas caían sin cesar por las mejillas de la joven rubia, que con dolor en su pecho tomaba de la mano a su hija menor y miraba tristemente la lapida de marmól que estaba justamente frente a ella, la cual tenía gravada el nombre que ella adoro durante mucho tiempo: Elliot Harley Green. Aún seguía sin poder creer que aquel hombre estuviera sumido en un sueño del cual jamás podría despertar.

Con pesadez bajo poco a poco para dejar un ramo de rosas blancas; los niños miraban cuanto sufría su mamá por haber perdido a su esposo, ellos no pudieron contenerse e igualmente comenzaron a llorar. Albert sabía perfectamente que no era el momento adecuado para estar, así que con agilidad se llevo a los pequeños al lado de su padre, Terry. Para dejar que Candy sacara todo su dolor, y se deshagora como nunca, ya que ahora un abrazo de él no aliviaría su dolor por muy acogedor que fuera tal afecto. Lo que necesitaba era llorar, gritar, recordar y soltar para poder seguir con la hermosa vida.

La mujer al sentirse completamente sola, agradeció internamente al rubio que siempre supo respetar cuando ella necesitaba privacidad. Se sentó en la lapida fría, mientras el viento agitaba fuertemente sus rizos dorados y las lágrimas tomaban otra dirección distinta a la marcada inicialmente. Con sus manos temblorosas tomo la cruz de marmól y comenzó a decir unas cuantas palabras.

—Elliot... Mi esposo, ¿Por que?, ¿por qué?... Me dejaste sola... Ahora lo estoy... ¿Por qué?... Aceptamos una vida juntos pero ahora nuestros sueños no podrán hacerse realidad... Una noche me prometiste estar siempre a mi lado pero ahora no te veo junto a mi— dijo llorando y sintiendo el sabor salado de sus lágrimas así como el viento que le chocaba en las mejillas mojadas—¿Donde quedaron esas promesas hechas a tus hijos y a mí? ¿Donde quedaron todos nuestros planes para un futuro dentro de cinco o diez años más adelante? Solamente vive en mi todo lo que vivimos juntos un lustro atrás de nuestra vida...Te amé Elliot. Perdóname por no haberte amado como a él. Sé que es inútil pero... Te quiero a mi lado, tú durante mucho tiempo fuiste mi fuerza... Ahora te has ido, nos has dejado aquí sufriendo tu ausencia— continuó pero la voz se le quebro y agacho la cabeza sintiendo más profundo el dolor en su pecho, tomando más fuerte la cruz entre sus manos.

>>Dijiste que estarías conmigo en los XV años de tu hija, cuando Anthony cumpliera diez años... También dijiste que iriamos a Italia, Francia... Grecia... Donde tus padres te llevaron cuando cumpliste esa edad. No podrás enseñarle todo lo que dijiste a tus hijos, no estaras en su boda... No conoceras a los que le robaron su corazón...—bajo cada vez más su voz hasta hacerse un susurro. Pero saco fuerzas para continuar— Recuerdo cuando te conocí, yo salí del café donde me había dejado Robert Hathaway, tu ibas entrando. Choque contigo y te hice esparcir papeles en el lodo; me invitaste un pastel de fresa... Sonaba la canción de mi caja de música. Después me comenzaste a buscar; salíamos a muchos lugares... A fiestas, eventos. Te conté todo de mí, fuiste mi amigo durante mucho tiempo. Hannia reaparicio; pero la ignoraste, o eso creí, Terry no daba señales de vida. Comence a renunciar a él, me pediste fuera más que tu amiga, yo acepte. Nos veían publicamente, y los rumores comenzaban, después vino la cena de compromiso y mi corazón se rompió al saber que estaba a punto de olvidar mi amor de juventud pero no lo logre, y acepte ser tu esposa. La entrevista llegó y yo tuve que decir esas estupidas palabras; él llego y busco venganza... Yo cedí a su juego, te engañe.

Palabras del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora