VIII

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Unos ojos verdes llenos de un brillo dulce que con los rayos matinales del sol adquieren ese brillo, miran expectantes todo a su alrededor. Leves movimientos sacan a la joven de sus pensamientos y es obligada a voltear en dirección al chico castaño que duerme plácidamente debido al cansancio del día anterior. 

—Hola— saludo él al despertar, y observar cómo ella lo miraba.

—Hola— contestó ella sonriendo dulcemente.

—Hay que ir a pedir el desayuno. Ya tengo hambre— Dijo él riendo.

—Yo también tengo mucha hambre ¿puedes pedir fruta picada y un gran panque? Para mi por favor— pidió Candy juguetonamente.

—Por su puesto, pero antes levántate por favor— le dijo tiernamente.

—¿Para qué?— pregunto con extrañeza.

—Solo hazlo, tengo que hacer algo— Contestó sonriendo.

—Esta bien—respondió y se levantó de la cama dejando caer sus rizos dorados sobre sus hombros desnudos.

Elliot saco una navaja de afeitar del baño y la acercó peligrosamente a su brazo izquierdo, cosa que asustó mucho a Candy. Después hizo una cortadura lo suficientemente profunda para que saliera gran cantidad de sangre, con movimientos rápidos cuidando que ninguna gota cayera en el piso, se limpio en la sabana blanca de la cama, dejando así una mancha roja a mitad de ésta.

—Listo, hay que ser precavidos si no queremos que se enteren de lo ocurrido con Terry. También que tu y yo no pasamos la noche juntos como todos lo esperan— le dijo y le tocó cariñosamente su mejilla tibia— Ahora vuelvo, iré por el desayuno.

Terry se despertó con signos de una borrachera terrible, ya que toda la noche se la había pasado vaciando enormes cantidades de botellas de whisky. Mientras lloraba por la gran amargura que sentía al ver casada a la mujer que más amaba con otro que no era él, y sobre todo el pensar que ella ya era de su ahora marido le martillaba las sienes como ninguna otra cosa en el mundo.

—He vuelto—anuncio Elliot entrando en la habitación y observando como Candy se comenzaba a arreglar frente al espejo.

—Gracias—Dijo la chica viendo detenidamente lo que contenía la charola de plata. Eran dos vasos de jugo de naranja, dos gigantes platos de fruta picada, un gran panque de chocolate, dos emparedados de jamón y un vaso con leche— Que rico— Dijo después de terminar la inspección.

—Ahora permitime este vaso con leche. Por favor siéntate donde estabas— pidió Elliot y tomo el vaso con el platito que llevaba.

Después se acercó lentamente a su esposa y fingiendo resbalarse, el vaso cayó rompiéndose en mil pedazos de vidrio. Se sentó frente al desorden tomando un trozo y colocándoselo en la cortada que había hecho a su brazo.

—¡Dios mio hermano que te ha pasado!— Dijo Violet entrando a la habitación al escuchar un ruido.

—Ouch... Nada solo me resbale— Dijo y sonrió disimuladamente a Candy. Que se acercó rápidamente a su marido.

—Elliot se te ha incrustado un vidrio— anuncio la joven fingiendo sorpresa.

—Es cierto... Me duele un poco pero estoy bien— Dijo para tranquilizar a las dos mujeres. Aunque prácticamente hizo eso para que no sospecharan que él se había cortado a propósito y se limpio en la sabana, sino que lo hizo parecer un accidente.

—Vamos abajo para que te cure— pidió Candy dulcemente.

—Bien... Vamos...

Las semanas pasaron y todo marchaba bien con los ahora esposos, Candy hacia lo que se le pedía y Elliot atendía los asuntos de negocios con su ahora suegro.

Palabras del corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora