Suspiró. Hace tiempo había escuchado que con cada suspiro también se va una porción de felicidad, si eso era cierto de seguro le esperaba un no muy grato futuro.
Amarró con firmeza la correa de su bolso al cuerpo y salió de la casa rumbo a la escuela.
― ¿No es genial? ¡Es nuestro último año!―exclamó Daisy, llegando a su lado ―Vamos Em, sonríe, no hay forma de que consigas novio si continúas con esa expresión.
―No es como si me importara. ―respondió Emma, con un bufido.
―Es un nuevo año, el ultimo, ¿qué mejor que un romance en el último año de preparatoria? ―cuestionó su hermana sin despegar la vista del frente― ¿nunca has tenido el deseo de conocer a alguien? Ya sabes, enamorarte. —Emma, comprendió, que su increíble determinación le prohibía abandonar el tema hasta obtener una verdadera respuesta.
Soltando un audible suspiro, respondió ―No, Day, pero lo entiendo, ¿sí? Enamorarse es hermoso, genial, mágico... pero, ¿cuál es el punto? ¿terminar llorando en un rincón? ¿eso es lo que esperas de mí? ¿qué le otorgue a alguien el poder de romperme como lo hicieron contigo?
―Eso fue algo cruel, Em. ―dijo Daisy bajando la mirada― ¿sabes? En realidad no creo que haya sido todo su culpa, estaba tan desesperada por ser notada que... no importa, el punto es qué, el hecho de que me haya pasado a mí no implica que te espere lo mismo.
―No solo es por ti, es por la mitad de la población femenina. ―la realidad era qué, tantos libros de romance adolescente como múltiples películas románticas habían dejado la varilla demasiado alta. O quizás simplemente ella no era del tipo enamoradiza.
―No todo es como tú crees. ―se detuvieron a mitad de la calle, desde allí tenían una clara visión de su escuela―Realmente no lo comprendo, la mayor parte de los libros que tanto amas son de chicas excesivamente cursis con historias de amor completamente surrealistas, ¿no debería ser normal para ti querer encontrar un amor igual de fuerte? O ¿acaso tus expectativas ya están lo suficientemente altas para no conformarte con un simple mundano?
―Mis expectativas siempre serán altas en cuanto de chicos reales se trate. ―respondió Emma, retomando el paso, pues no deseaba llegar tarde el primer día de clases. ―Mira, no es que esté en contra del amor, solo que...―se detuvo intentando encontrar las palabras correctas.
>>Daisy, entiendo tu deseo por querer enamorarte, ya sabes, encontrar a tu media naranja, pero en mi caso... No puedo imaginarlo, no puedo imaginar a alguien, quien sea, estar todo loco por mí, soñando o fantaseando conmigo, deseando poder verme al día siguiente, o qué esté dispuesto a llamar a altas horas de la noche sólo para escuchar mi voz...no es que no desee enamorarme, solo no puedo siquiera imaginar estar en esa clase de situación.
―Solo... creo que deberías de estar más predispuesta, o quizás alguien te terminará arrebatando tu única oportunidad. ―la detuvo del brazo ―no es más que una simple ecuación, Em. Año nuevo, más, chicos nuevos, igual, alta posibilidad de romance. — enumero cada punto con cada uno de sus dedos ―Luego no digas que no te lo advertí. ―finalizó, para luego alejarse y marchar hacia el grupo que la esperaba a solo unos metros.
Antes de que pudiera responder el sonido de su móvil la alertó de la llegada de un nuevo mensaje, rebuscó en su bolso hasta encontrarlo y sin prisa lo desbloqueó para encontrarse con un simple texto carente de sentido.
Número desconocido:
¡¡Hola Emma!!
Bienvenida al dulce mundo del amor...
Soy tu cupido, dentro de solo unas pocas horas nos conoceremos,
Y podrás decirle adiós a esa devastadora soledad.
Frunció el ceño sin entender. Era una broma, ¿cierto? De otra forma, ¿cómo podían saber su nombre?
Sin darle mayor importancia, avanzó unos cuantos pasos sólo deteniéndose al notar un nuevo rostro (aunque no podía detallarlo con exactitud) entablando una animada conversación con su hermana, quien se encontraba completamente absorta en lo que sea que el desconocido decía, sin observar por más tiempo siguió su camino hacia el interior del establecimiento, esta vez con la imagen de un joven de espalda ancha y largos cabellos dorados en su mente.
******************
―Bueno, creo que siempre he sido sincera, tu hermana no me cae del todo bien, pero en contra de todo juicio... Estoy de acuerdo con ella, digo, no te haría mal experimentar, dejarte llevar. ―reflexionó Brenda, su mejor amiga.
― ¿En serio, tú también? ¿Hoy todos se creen cupidos o qué?
―No es eso, solo escucha. ―la cortó Brenda, con seriedad― que tu hermana haya pasado por esa horrible, desastrosa, asquerosa experiencia, no significa que para todos será igual.
―Ya lo sé, ¿bien? No es como si tuviera miedo o alguna clase de complejo de hermana... solo no he encontrado al indicado, ¿qué tan malo puede ser nunca haberse enamorado? ―tomó su frente en señal de frustración.
―Solo... pareces tan antipática con los chicos, es como si huyeras de ellos... tu único amigo es Brent, y él no cuenta, sobretodo porque a ambos les gusta los pepinos.
―Tu referencia al órgano reproductor masculino es muy elegante. ―su burlo Emma, tratando de sofocar una risa ―Como sea, no puedes obligar a tu corazón a sentir ¿verdad? Cuando el este dispuesto a dejar su caparazón lo sabrás. ―Brenda suspiró, a sabiendas de que la conversación ya se encontraba terminada.
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Hogar. Dulce hogar. En cuanto fue capaz de divisar la particular fachada de su casa sintió un gran alivio recorrer su sistema. El día había sido agotador y el deseo de estar entre las cobijas de su cama o con un buen libro en la mano le daba la energía suficiente para poner un pie delante del otro y avanzar por las largas y abundantes cuadras que le quedaban por recorrer.
Llegó hacia las altas y rectas barras de metal que protegían su hogar rodeándolo por completo, aquello siempre le había transmitido una reconfortante sensación de protección, sin embargo, en el momento exacto que sus pies atravesaron la línea invisible que delimitaba su casa un escalofrío recorrió su cuerpo por completo.
La extraña sensación de ser observada le heló la sangre como si un balde de agua helada le cayera encima arrebatando cada pizca de calidez de su sistema, recorrió el perímetro con la mirada sin encontrar nada, sintiendo su corazón bombear con una fuerza descomunal avanzo con precaución completando el corto camino de ladrillos que la separaba de la entrada, sintiendo a cada paso la sensación de que alguien o algo la seguía con una determinación escalofriante. Buscó las llaves con desesperación y antes de poder introducirla en la cerradura se congeló, pues estaba casi segura de haber escuchado su nombre ser pronunciado, poniendo en alerta cada célula de su cuerpo, ―una sensación similar a cuando te encuentras en completa soledad, y te invade el deseo innato de querer marcharse a toda prisa―.
Revisó una vez más el perímetro encontrando todo exactamente como minutos atrás, intentando una vez desbloquear la puerta las llaves cayeron de sus manos y un grito quedo estancado en la cima de su garganta, pudo sentir con claridad un desconocido peso sobre su hombro, pero no había nada él, ¿cómo era eso posible? Sacudió la cabeza, repitiéndose mentalmente que solo era producto de su imaginación.
Levantó las llaves del suelo con rapidez y sin perder más tiempo ingresó a su hogar sin mirar atrás, cerrando la puerta de un portazo colocó el pestillo y corrió hacia su cuarto, solo deteniéndose cuando el sonido del timbre invadió el interminable silencio.
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Un cupido Online
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