—...el lugar donde te conoció, donde... nació su amor. —decía el joven pelirrojo, vestido completamente de blanco observándola atentamente.
Y Emma lo comprendió, se quitó las sabanas y se puse de pie, lamentado la velocidad de sus acciones cuando su visión se distorsiono, por su parte el muchacho pelirrojo, que sospechaba era un cupido también, había desaparecido en cuanto ella había puesto un pie en el suelo.
Tomo la ropa que se encontraba doblada encima de unos estantes cerca de la puerta y se vistió con rapidez, escucho el picaporte de la puerta y antes de que la persona del otro lado la descubriese se escondió rápidamente bajo la cama.
— ¿Emma? —escucho la voz preocupada de su hermano, pasos recorriendo la habitación y luego la puerta ser cerrada con fuerza.
Suspiro. Amaba a su hermano, siempre habían confiado el uno en el otro, incluso más que con Daisy, pero esta vez no era algo en lo que lo pudiera involucrar.
Abrió la puerta lentamente y la cerro del mismo modo, mirando a cada lado avanzo por el angosto pasillo hasta que llego a una puerta con un cartel arriba señalando el nombre de cada sala hasta que encontró la salida.
Finalmente en la puerta de salida, y tomando más confianza comenzó a correr, hasta que un grito a su espalda la detuvo.
— ¡EMMA! —grito James, tratando de llegar hacia ella.
Con una última mirada al chico y una leve punzada en su pecho por la reciente historia que él le había contado siguió corriendo hasta que lo perdió de vista y sus gritos dejaron de escucharse.
—Lo siento. —susurro al silencio. Lo sentía, sentía haber sido tan egoísta, sentía no poder retribuir su amor, sentía no poder ser la salvación que él estaba esperando.
******
Llego a su casa unos cuantos minutos después, no le había quedado otra opción que colarse en el bus, no era la clase de persona que hacia esa clase de cosas, pero la situación lo ameritaba, y no estaba dispuesta a correr por casi una hora para llegar a su casa.
Trato de abrir la puerta, pero obviamente estaba con llave, y ella, por supuesto, no la tenía. Recorrió cada lado de la casa en busca de una ventana abierta. Nada.
Decidida a no rendirse comenzó a trepar por un lado, el lado precisamente que llevaba a su habitación, probo con la ventana ¡Bingo! Estaba abierta, entro rápidamente, realmente no deseaba seguir colgada por un costado de la casa con un pie prácticamente en la nada.
—Creo que debería hacer ejercicio. —comento para ella misma, al notar su dificultad para pasar por una simple ventana.
Escucho el sonido de algo golpeando el suelo y levanto la vista velozmente para encontrar una de sus tantas fotos con Brenda en el suelo.
— ¿Elliot? Espero que seas tú, porque créeme, no estoy de ánimos para lidiar con fantasmas. —dijo, observando cada lado de la habitación, aun sentada en el suelo para recuperar energías. Si fuera la heroína de un libro definitivamente ya habría muerto, pensó.
—¿Me recuerdas? —susurro Elliot, apareciendo a su lado y ayudándole a ponerse de pie.
Ella no respondió, sólo se limito a saltar a sus brazos. —Lo siento, lo siento, no quería hacerlo, yo.. No quería olvidarte, jamás querría olvidarte.
—¡Me recuerdas! —exclamó Elliot, abrazándola por la cintura y tomando sus labios en un dulce beso. —¿Cómo es posible? Lo sentí, sentí el momento en el que me olvidaste —acaricio su rostro aún sin creer que ella lo recordará.
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Un cupido Online
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