Estaba loca. Si, definitivamente lo estaba.
¿Quién en su sano juicio iría a ver quién toca luego de experimentar aquellas abrumadoras sensaciones de hace sólo unos minutos?
¿Y si era un asesino? ¿Un fantasma? No, esperen, ¿por qué un fantasma tocaría el timbre?
Soltando un largo suspiro avanzó a paso lento hacia la entrada, antes de que llegara a la puerta el timbre volvió a sonar provocando que un escalofrío recorriera todo su cuerpo, ignorando las alarmas internas que le gritaban e imploraban alejarse, abrió la puerta para encontrarse con...
Nada.
El lugar estaba completamente vacío, como minutos atrás. Observó a cada lado del jardín a la espera de que alguien saliera de entre los arbustos para decirle con una enorme sonrisa que todo era parte de una broma, una muy realista y aterradora broma.
Cerrando nuevamente la puerta decidió que lo mejor sería encerrarse en su cuarto a la espera de que su familia llegará, ya que el solo pensamiento de encontrarse completamente sola en una casa donde nadie podría escuchar sus gritos hacía estragos en su ser nublando todo tipo de pensamiento lógico, avanzo con lentitud por las escaleras, sosteniéndose firmemente de la barandilla. A medio camino agudizó su audición, estaba segura de haber escuchado su nombre, pero lo más escalofriante fue escuchar un peculiar sonido provenir de su habitación. No se echaría atrás, podía ser un ladrón, un fantasma o el mismísimo Travis Maddox, pero no seguiría retrasando aquel encuentro -bueno, si fuera aquel hombre seguramente correría hacia sus brazos sin reparos, sacando su dedo medio a la idiota de Abby por haber hecho sufrir a semejante espécimen-.
Tomó valor y subió los escalones restantes encontrando en el camino una raqueta de su hermano que decidió usar como arma, una vez frente a la puerta giró la perilla y entró azotando el aire con su arma improvisada, mientras inspeccionaba la habitación con la mirada. La ventana se encontraba abierta y el viento movía las cortinas en un hipnótico vaivén, pero aquello no fue lo que llamó su atención, sino el particular hundimiento de su cama, justo en el centro un leve, pero marcado hueco, invadía aquel mágico espacio donde salía pasar lo que ella consideraba la mejor parte del día.
—Oh, eres Emma, ¿verdad? —dijo una voz desconocida, invadiendo por completo el silencio en el que hace unos minutos se encontraba sumergida.
Su cuerpo se congeló, la raqueta cayó de sus manos, sus pies se anclaron al suelo negando cualquier tipo de acción, mientras que el nudo que le obstruida la garganta prohibió el paso al grito que luchaba por salir.
— ¿Te encuentras bien? Estás algo pálida. —volvió a hablar aquel ser de desconocida apariencia, su voz se escuchaba cada vez más cerca mientras que su cama soltaba un leve chillido y el hueco del centro de la misma desaparecía.
— ¿Emma? —una mano tocó su mejilla sorprendiéndola, era mágico, irreal, podía sentir a la perfección la curvatura de sus dedos, el hueco en el centro de su palma, y el calor sin igual que aquel desconocido ser comenzó a impregnar en su piel, poco a poco despertando su cuerpo. — ¡Oh, rayos! ¡Lo siento! Olvidé esta parte. —se disculpó la misma voz, aparentemente masculina. Poco después el calor de su mejilla desapareció y en su lugar un joven comenzó a visualizarse justo frente a sus ojos.
Sin soportarlo por más tiempo, el grito que llevaba resguardado en el interior de su ser salió expulsado con una fuerza increíble dejando sin aire sus pulmones y dando pase libre al desfallecimiento de su cuerpo.
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Se sentía bien, no sabía quién era, o qué era realmente lo que pasaba, pero si podía percibir las leves caricias que recorrían su rostro, y el refrescante y dulce aroma que se filtraba por su nariz.
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Un cupido Online
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