Nunca antes se había confesado, pues cuando comenzó a salir con James fue el quien se confesó primero, ella nunca tuvo que hacer el primer movimiento.
¿Qué debía hacer? ¿Cuál era la manera correcta de proceder? ¿Y si de los nervios terminaba por desmayarse? Su corazón iba a un ritmo preocupante, e incluso llegó a sospechar que podría tener taquicardia –nuevamente-, sus manos sudaban, y estaba segura de que su rostro era un tomate en toda su gloria.
¿Cómo era posible que un chico logre ponerla en tal estado? ¿Era normal? ¿Se había equivocado en calificar el alcance de sus sentimientos? Pues no podía reaccionar de esas manera por un simple gustar, hacía días venía sospechando que, quizás, sus sentimientos eran mucho más fuertes de lo que ella creía.
Si darle muchas más vueltas al asunto, se irguió y toco el timbre de la casa.
Le había resultado toda una lucha llegar hasta allí, ya había pasado dos semana desde la conversación con Brenda, y las clases oficialmente habían terminado justamente ese mismo día, pero entre los nervios, los resultados de la tesis y de los parciales, simplemente sentía que explotaría. No tenía el valor suficiente para enfrentar sus sentimientos en tan corto periodo de tiempo
— ¿Emma? ¿Qué haces aquí? —pregunto Elliot, estaba tan perdida en sus pensamientos que no noto cuando el chico abrió la puerta.
Se tensó, y busco dentro de sí la fuerza necesaria para poder decir las palabras que tanto había practicado frente al espejo.
— ¿Te encuentras bien? —hablo nuevamente el joven, al notar que no movía ni un solo musculo.
—Yo...si, lo siento —respondió ella, recuperando finalmente su voz — ¿Te molesta? Me gustaría hablar contigo.
—Claro, no hay problema, espera que aviso. —sonrió, y a los pocos segundos se escuchó la voz de Elliot diciendo "Abue, saldré a dar una vuelta, ya regreso".
Minutos después ya se encontraban caminando lado a lado.
—Había olvidado que vivías con tus abuelos, espero no haber molestado. —dijo Emma, rompiendo el silencio. Recordaba con claridad el día en el que joven le expreso con alegría que vivía con sus amados abuelos, y que fue por ellos que se encontraba en el país.
— ¿Tú, una molestia? Para nada señorita, en realidad, creo que ellos desean conocerte —dijo el, sonriendo dulcemente.
— ¿Conocerme? ¿Por qué querrían? —so rostro era una clara mascara de confusión, no podía encontrar una sola razón del por que esos dulces viejitos desearan conocerla
—Bueno, les he hablado mucho de ti, como me has ayudado...y sinceramente, creo que los canse, pero ¿Quién me culparía, si es de ti de quien estamos hablando? —ella se sonrojo sin poder evitarlo. Parecía una chiquilla, pero cuando estaba a su lado era como si perdiera control sobre su propio cuerpo.
Emma suspiro, debía ir al grano, no quería seguir atrasando lo inevitable, pues había una sola razón por la que estaba allí. —Lamento haber llegado sin invitación, no suelo...comportarme así, pero...—desvió su mirada sin poder encontrar las palabras correctas
—Ey, tranquila, en realidad es un gran alivio que hayas venido. —dijo él, tomando su mentón y volteando su rostro para que lo mirase a los ojos. —Quería despedirme, pero creí que sería raro si iba hasta tu casa solo para eso...
— ¿Te vas? —pregunto Emma, cortándolo, sintió una leve punzada en su interior y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Sí, veras....No, espera, no llores, no sé qué hacer cuando alguien llora —murmuro él, algo preocupado al notar como sus lágrimas comenzaban a salir sin control. —no pensé que te afectara tanto, lo lamento, realmente no creí que importara...
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Un cupido Online
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