Capitulo 23

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                                                              Sábado

Magnus

Melinda llego a casa, para el medio día.

Lucía bastante cansada, pero en el momento en que Marco llego corriendo para recibirla con un gran abrazo, ella sonrió ampliamente. Se veían realmente tiernos...

Yo no conocí a mi madre, aunque sabía quién era. Una famosa súper modelo, que después de darme a luz, se escapó con su representante. Durante los primeros años de mi vida, mi papá trato de sacarnos adelante, yo sabía que sus negocios no eran para nada... "limpios".

No solía estar en casa, y si tenía la oportunidad de verle, ocasionalmente era cada 3 o 6 meses. Por eso siempre estuve bajo el cuidado de niñeras. Algunas a las que de verdad les gustaba cuidarme, otras que solo me mantenían encerrado en mi habitación comiendo pizza, unas pocas que trataban de ayudarme a mejorar mis notas en la escuela, y en su mayoría estaban ahí por mi padre.

Mi padre era un hombre bastante atractivo, pero era letal. En las pocas ocasiones en que lo vi de pequeño, llegué a verlo con demasiadas mujeres, extremadamente bellas todas, y después, no sabía nada de ellas... nadie sabía nada...

- Claro, cariño. –La voz de Melinda me saco de mis pensamientos, y solo vi pasar al pequeño corriendo a su habitación. Alexander se encontraba ahí, estaban jugando con una pista de carreras, o algo así-. Gracias-sonrió mirándome.

-Sabes que me gusta cuidar a Marco...

-También es por otra cosa-me tomo del brazo-, ven vamos.

Nos sentamos en el sofá, desde ahí podíamos ver la habitación de Marcos, el cual reía muy divertido.

-Veras, yo tengo un hermano, mayor. –La mire atento-. Cuando éramos pequeños solíamos ser inseparables, era el mejor hermano, ¿sabes? –sonrió un poco triste-. Y un día... llegué de la escuela, y lo encontré discutiendo con mis padres. No entendí muy bien lo que estaba sucediendo. Él... -sus manos comenzaron a temblar un poco- él... salió enojado de la casa. Y nadie me dio la razón. Durante un mes no supe nada de él, no contestaba las llamadas, no respondía los mensajes, parecía haberse esfumado de la tierra...

-Descuida, no tienes porque...- se le estaba haciendo difícil un poco, hablar sobre, eso... ya me estaba imaginando sobre que era.

-No, si tengo-respiro hondo-. Veras, mis padres fingían que él no existía. Y aunque intente encontrarlo por todos los medios... parecía que nunca daría con él. Hasta el día en que nació Marco-sonrió de lado-. Ingrese al hospital, estaba a punto de dar a luz y, un joven, atractivo, y que me parecía bastante conocido, se acercó rápidamente a mí para atenderme. Me sorprendía un poco su especial atención hacía mí. Nos cuidó con mucha delicadeza, se preocupó de que recibiésemos los cuidados adecuados. Semanas después de salir del hospital, alguien toco a la puerta. ¡Vaya sorpresa! Frente a mi puerta, estaba aquel médico. ¿Vendría a cobrar su buen trabajo? No lo sabía con certeza, pero, me llamo un poco la atención, el que, con él, viniese un joven. Era Javier, mi hermano. Tantos años sin saber de él, y ahora me encontraba. Me emocione tanto, otra vez tenía a mi hermano. Pero...-respiro hondo-, soltó la bomba, por fin supe porque había desaparecido. Él es gay, ¿sabes? Y eso no me molestaba, me molestaba el hecho de que él me hubiese abandonado, y que no me hubiese confiado nada. Pero, no podía estar totalmente enojada con él, por fin estaba de vuelta. Esa noche, Raúl-hizo una leve mueca-... llego borracho, y al ver a mi hermano con su esposo, cenando en nuestra mesa... se cabreo bastante...-cerró los ojos un momento, y su cuerpo templo ligeramente-. Raúl intento golpearlo... yo... no quería que le hiciera daño, y entonces... lo corrí de casa. Y de nuevo lo perdí, me porté muy mal con él. Yo no quería que Raúl nos dejase, no quería que Marco creciera sin un padre, entonces, lo corrí, y perdí una vez más a mi hermano. Y unas semanas después, Raúl se fue con una chica, demasiado joven para mi gusto-suspiro-. Mi temor, se había hecho realidad, a pesar de hacer todo por evitarlo. Pasaron algunos años, sin que supiera nada de mi hermano, él mandaba cartas de vez en cuando, quería saber si estábamos bien, y esas cosas... jamás las conteste. Luego vinieron las insistentes preguntas de Marco, sobre el hombre de la fotografía que estaba encima del buro. Y entonces, el día que te conocimos...-sonrió de nuevo, ahora un poco más relajada-, me anime a responderle las cartas a mi hermano, a volver a contactarlo. Marco está encantado con él, y yo estoy un poco mejor... Gracias-tomo una de mis manos, apretándola ligeramente.

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