Capítulo 50

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Nota: En 4 o 3 (creo) semanas terminaré las clases y podré dedicar más tiempo a escribir, así que posiblemente en el verano actualice más seguido. Besitos en la nalga izquierda ;*

POV de Jessica.

El dolor de cabeza me estaba matando, me siento tan débil que creo que no puedo soportar ni mi propio peso. Estaban todos en el pequeño funeral improvisado que se hacían cada cinco días, creo que ya sabrán el porqué.
Ya estaba por cumplirse el mes en el que había comenzado a vivir con ellos y siete días en los que olvidé la mentira de Dylan para continuar con mi deber. En realidad, no lo olvidé y no creo que pueda, él tenía sus motivos pero no me convence del todo, sin embargo las cosas entre nosotros están casi como siempre.
Siento una mano posarse sobre mi hombro, giro para dar con la persona que está a mi lado. Jake.

-Ey, estás muy extraña ultimamente- hizo una pausa inspeccionandome con detenimiento - ¿Aun no se fue aquél dolor de cabeza?

-No, aún sigue ahí, molestando...

-Ya veo.- murmura mirando hacia abajo.

También desde que peleamos con Dylan actúa algo extraño, es como si tuviera la extraña sensación de que se siente obligado a hacer algo que no quiere, es por eso que le repito una y otra vez que a mi no me molesta que esté aquí, si no que es un gran apoyo para mi. Pero tenía la vaga sensación de que eso no era lo que le molestaba.

-¿Y lo demás?¿Como se encuentran?- pregunté con un deje de tristeza en mi voz.
-De la única forma que pueden estar. Llorando, mal, tristes supongo.
-Es la sexta tanda de muertes- lo interrumpí- ¿Cuando sabrán que día tendré que hacer el maldito ritual, eh?
¿Y si se llegan a enterar un día antes?¿Que se supone que haga?
-Jess...- intentó hablar.

Pero no se lo permití. Estaba llena de inseguridades. Tantos errores me atormentaban que sentía que si no me los quitaba de encima no podría respirar normalmente.

-¿Y si no llego a la hora exacta que pasará? Todos morirán, por mi puta culpa. Todos morirán, yo los tendré que enterrar y cabar sus tumbas. Uno por uno.

Me tomó de los hombros con ambas manos haciendo que giré en su dirección y lo mirase.

-Escúchame. Nada malo pasará. Tu harás exelente el ritual, todos viviremos muy felices y contentos gracias a ti. Luego volverás con toda tu familia.

-¿Lo prometes?- pregunté cómo lo hace una niña pequeña cuando le juran algo.

Por primera vez en toda esta semana sus ojos irradiaron algo de esperanza extremadamente contagiosa y una sonrisa sincera se asomó por la comisura de sus gruesos labios.

-Lo prometo.
-¿Y que hay de tí?¿Que te pasará cuando todo esto acabe?¿A donde irás?
-No lo sé. Quizás me quedé aquí con Dylan, viviendo con ellos si me aceptan.
-Por favor, no seas ridículo. Vendrás con migo, le diremos a Zac que te de un apartamento y vivirás allí.
-Ja, como si fuera tan fácil.- murmuró con sarcasmo.

De pronto una oleada de dolor me atravesó entera, comenzando con mi cabeza y luego por todo el cuerpo. Un gran mareo se hizo cargo de mi cuerpo, las ganas abrumadoras de vomitar no tardaron en llegar junto con una punzada en todo mi vientre. Coloqué mi mano en el brazo de mi amigo para que funcionara como sostén.
No había comido nada en todo el día, el hambre no llegaba, sin embargo, sabía que eso no era saludable para mí. Mi vista en fracciones de segundos se tornó borrosa, estoy segura de que si hubiera estado de pie ahora mismo me encontraría tumbada en el suelo, ya que lo poco que lograba distinguir se movía de un lado hacia el otro.
Más oleadas llegaron y consigo todo lo anterior, pero de mal en peor. Sentía que la cabeza se me partía, está me ardía a mil, en mi vida había sentido un dolor tan desgarrador. Salvo aquella vez, cuando tuve ese maldito sueño. Cuando soñé con Zac.

-¿Jes...?

La voz de Jake se oyó como un pequeño zumbido a lo lejos, mis oídos pitaban incapaces de oír lo que mi amigo trataba de comunicarme. No pude más, mi cuerpo ya no tenía más fuerzas, en un murmuró tembloroso dije:

-Te prometo Jake, que si todo sale bien podrás volver a casa conmigo.

Cerré los ojos y mi cuerpo se desplomó con fuerza contra el piso.

                                  . . .

Un ruido se escuchaba por el lugar pero no podía identificarlo. Tenía los ojos cerrados y levantar mis párpados parecía una tarea trabajosamente difícil pero me pude acostumbrar al negro que mis ojos me ofrecían. Los ruidos se transformaron en voces, y esas voces se transformaron en las de mis dos amigos quienes tenían una tensa discusión sobre alguien que acababa de desmayarse.

-Mírala, no parece ni que tuviera fuerzas para levantarse, debe saberlo, está en su total derecho.- aquella voz era la de Jake.
-No, me lo prometiste. No intentes quedar como el bueno de la historia ahora.
-Se lo diré, te guste o no.- cortó por lo sano.

Me removí en el suelo intentando prestar más atención a lo que decían, pero esto pareció ponerle fin a su charla.

-¿Jessica?- atinó a decir Dylan.
-¿Que pasó?- pregunté con curiosidad.
-Quiero confesarte algo- dijo repentinamente el otro.

Eso solo confirmó que de la persona que hablaban era yo. La mirada de Dylan decía todo, no estaba a favor de ese idea y haría lo posible por ocultarla pero yo, fuese lo que fuese, quería saber de qué se trataba.
Jake abrió sus labios dispuesto a enfrentarse a las consecuencias y listo para relatarme el gran secreto.





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