Capítulo 61

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P.O.V de Jessica.

Caminé por la deshabitada vereda, pateando una lata de gaseosa vacía. Me hundí en mi abrigo, intentando ganar algo de calor corporal. Si mal no recordaba, faltaban menos de dos cuadras para llegar al bar.
Quizás se preguntarán por qué demonios iba a un bar a altas horas de la noche. Simplemente consideré que después de tomar un poco de alcohol llegaría a cierto estado en el que nada me importaría y así entonces, el contenido del sobre de Zac lo leería sin problemas, sin resultar herida, emocionada, enojada o cualquiera que fuese mi reacción. Era un plan bastante inteligente, la verdad. O al menos eso creía.
Crucé la calle, segundos antes de que un auto pasará detrás mío. Nadie parecía realmente emocionado por verme de regreso, o al menos no lo demostraban en mi presencia. Tampoco es como si hubiera mucha gente caminando a estas horas, lo cierto era que estaba mucho más deshabitado que antes. Mi loba no paraba de repetirme "Huíste de la trampa de Zac, arriesgarte tu vida un millón de veces, escalaste una montaña, mataste a tu padrastro y a dos hombres armados tú sola, salvaste un montón de lobos ¿Y ahora no puedes leer el contenido de un maldito sobre?" Pero yo ya estaba ahí, no podía dar media vuelta y volver.
Cuando estuve frente a la puerta, tomé aire y acerqué mi mano para girar el picaporte. El sonido de una campanilla sobre mi cabeza sonó, posiblemente indicándole al dueño del local la llegada de un cliente. Una vez que entré, observé todo el lugar. Me hubiera gustado que fuera un poco más luminoso. Unas tres mesas de billar se encontraban en el otro extremo, no debían de haber más de trece personas.
Me senté en la barra, donde un hombre regordete me atendió. Una vez que me entregó un pequeño vaso de whisky escocés, se retiró a atender a la poca clientela restante. El olor desagradable del tabaco y otros más inundaban el ambiente. En el fondo del local, un grupo de personas parecían estar apostando en una partida de póquer muy dispareja. Algunos hombres me escaneaban con la mirada hasta tal punto que comencé a arrepintirme de estar allí. Minutos después, la campanilla junto a la puerta tintineó y el sonido de unas botas resonando contra el piso de madera se acercaron hasta quedar a mi lado.
Una chica rubia con el pelo por los hombros y de ojos llamativamente azules se sentó junto a mi. El olor a alcohol emanaba de su cuerpo con increíble potencia. La miro de reojo, parece tener poco menos de mi edad.
Le hace una seña al hombre de la barra y este se planta frente a ella.
-Tráigame el trago más fuerte que tenga- le dijo esta. No pude evitar sonreír, tampoco evitar hacer un comentario sarcástico. No parecía ser la clase de chica que se emborracha en los bares, si no que lucía como una chica muy dedicada a los estudios. Quizás venía a ahogar sus penas porque por primera vez en su vida no tuvo una calificación perfecta.
El hombre le sirve un trago de lo que supongo que es mezcal.
-No creo que quieras tomar eso, terminarás en un hospital a causa de una sobredosis de alcohol.
Giró en su asiento y me vio a la cara por primera vez. No parecía intimidante, pero puso cara de pocos amigos.
-¿Y tú que sabes de hospitales? Estuve en 5 estos últimos tres meses y no técnicamente por mi culpa.
Evidentemente, estaba borracha. Me hubiera gustado poder ver una foto de su cara por la mañana cuando despertara con un inmenso dolor de cabeza. Alcé las manos en señal de que la dejaría tranquila.
-Está bien, de acuerdo, tú ganas. Pero apuesto 20 dólares a que en menos de tres horas te veré vomitando en una alcantarilla.
Continuó riéndose e hipando sin motivo aparente. Con una mano tomó el vaso y se llevó su contenido a la boca, poco menos de dos segundos después lo escupió y comenzó a soltar maldiciones. Mientras tanto, yo me reía a carcajadas en mi asiento.
-Te lo dije.-exclamé a su lado, victoriosa- El mezcal es algo que no deberías probar, por más deprimente que sea tu situación.
Se limpió con la manga de su campera la bebida y sin mirarme, habló:
-¿Conoces la situación en la que un muerto sale del ataúd y vuelve a la vida? ¡Pues no! Porque ese tipo de cosas no suceden- estaba por responderle que me había pasado algo similar, pero continuó diciendo cosas que no logré entender, salvo por la frase del final- Malditos vampiros.
Poco faltó para que el vaso se golpeara con el piso. Lo dejé con un golpe seco antes de que el dueño del local me hiciera pagar los utensilios extra. Recordarme que ella estaba borracha no era suficiente como para que pensara que aquello podría ser un disparate. Vampiros, ¿Qué sabía sobre ellos? No mucho, pero no eran el mejor amigo de los hombres lobo en definitiva, así que si un clan de vampiros se encontraba cerca, eso significaba problemas -¿Que has dicho?¿Vampiros?
Se rió, como si el asunto fuera como para hacer un chiste sobre este, o quizás se había percatado de la idiotez que había dicho.
-Es que... parece que mis amigos son vampiros, ¿Entiendes ?¡Chupan sangre! Grrr -simuló el gruñido de algo que se hubiera parecido más a un león que al de un vampiro- Y luego está este asunto de los hombres lobo. ¿Conoces los hombres lobos? Debe ser difícil para ellos ir al baño, es decir, tienen mucho pelo en el trasero.- rió y me arrebató la bebida para luego tomársela, aunque para ser honestos, poco me importaba.
Eso era suficiente como para comprobar que estaba diciendo lo primero que se le cruzara por la mente. Me incorporé y la tomé por debajo de las axilas, levantándola a mi paso. Debía llevarla a su casa. Pero, ¿Como? Yo no había traído conmigo el celular y había ido a pie ya que el local quedaba a muy pocas cuadras de casa. Ni hablar de dejarla dormir en mi habitación, apenas la conocía.
- De acuerdo, es suficiente, te llevaré a tu casa en un taxi. ¿Tienes algo de dinero por aquí, en tus bolsillos o...?-comencé a registrarla pero se apartó de mi riendo y tambaleándose, luego me abrazó, como si fuéramos íntimas amigas.
-Oh, eres tan graciosa.- me examinó de pies a cabeza por cuarta vez en la noche y continuó diciendo estupideces - Eres una enana. Enana, ¿Por qué estás aquí? Yo por vampiros, ¿Y tú?- tropezó con la silla desocupada que había a su lado y se sostuvo de esta- No, no vamos a mi casa, primero quiero saber de ti.
Miré a nuestro alrededor. Más de una persona nos miraba como si fuésemos bichos extraños. Intenté evitar un escándalo y le dije:
-N-no creo que sea una buena idea.- la tomé por el brazo sin ser delicada del todo y me dispuse a arrastrarla hacia la salida, pero con un movimiento brusco logró liberarse del agarre y en menos de un abrir y cerrar de ojos ya estaba de pie sobre una de las sillas tarareando y bailando una canción infantil.
-¡Yo tengo un elefante que se llama Trompita...!
La obligué a sentarse lo más rápido que pude. El señor no se veía realmente contento. Mientras tanto, ella parecía realmente entusiasmada ante la idea de saber sobre mi vida, ya que me ponía ojos de cachorrito triste y suplicaba:
-Cuéntame tu historia y luego nos vamos. Por favor.
Suspiré agotada, siendo consciente de la estupidez que estaba a punto de cometer.
-¿Si te cuento...Prometes callarte? - asintió con emoción, feliz de poder cumplir con su propósito - Bien, la cuestión es que hay un chico...Zac.
-¿Es tu novio ? Yo no tengo novio. Los novios son todos unos idiotas.- dijo atropelladamente.
La miré con los ojos entrecerrados. ¿Como se suponía que le contaría mi historia si no se callaba de una maldita vez?
-Es mi novio, bueno, no en realidad. Es complicado. Más complicado de lo que le puedo explicar a una borracha como tú en una noche. Es gracioso, porque estuve a punto de morir un montón de veces pero no puedo abrir y leer un sobre.¿Y sabes por qué? Porque se trata de él, y es mi maldita debilidad. Supongo que le temo más a que Zac me abandone que a la muerte misma. Entonces estoy aquí, sentada en este bar, hablando contigo hasta emborracharme para que la mala noticia que tenga para comunicarme no me duela, porque ya sufrí suficiente.- tomé aire, sintiéndome bien al poder desahogarme con alguien. Llegué a una conclusión, la cual compartí con ella en un susurro - Nos aferramos a las cosas que más amamos, pero pensar en que estas pueden alejarse de nosotros nos aterra lo suficiente como para cometer estupideces.
Me dedicó una mirada de soslayo y luego me dio unas leves palmadas en la espalda- Estaré borracha, pero por lo menos puedo reconocer que tu situación es tan difícil como la mía.
-Ni me lo digas.- acoté, mientras le daba un trago a la bebida y arrugaba un poco la cara.- Bueno, pareces estar en aprietos. Háblame sobre esos vampiros que nombraste, ¿Están cerca de aquí? No hay vampiros en este pueblo desde hace... Décadas.
Suspiró y se dedicó a examinar detalladamente el vaso, recorriendo cada espacio con los dedos.
-Es una larga historia. Ellos son mis vecinos, mi vecina es mi mejor amiga. Y un día me enteré de que eran vampiros, lo sé porque intentaron matarme.Pero descuida, son inofensivos.
Me percaté de una cosa: Ella no era un vampiro. Lo hubiera detectado fácilmente, ya que huelen a muerte y emanan un aire gélido, pero estaba demasiado centrada en la conversación como para detenerme en los detalles.
-Vives con vampiros, sin embargo, es obvio que eres una humana.-comenté fascinada.
-Ah, sí. Una pobre humana. ¿Y como sabes con tanta certeza que soy humana?¿Que eres, entonces?¿Otro vampiro?¿Un lobo?¿Un alien?
Decidí gastarle una pequeña broma, me acerqué a ella de forma cómplice y dije:
-No le cuentes a nadie, pero...La tercera opción es la correcta.
Se sorprendió tanto que casi se cae del asiento. Puse los ojos en blanco.
-Borrachas- comenté.
Imitó mi acción y agregó:
-Enanas.
De pronto, una música comenzó a surgir de su pantalón, llevó una mano hasta el bolsillo trasero y de este extrajo un celular en el cual se leía LLAMADA ENTRANTE: MAMÁ. Con un gruñido de fastidio me dedicó una mirada a modo de disculpa, yo solo me encogí de hombros. Atendió y dijo unas cuantas palabras por la línea las cuales no les presté atención. Una vez que colgó, lo devolvió a su lugar original.
-Era mi mamá. Si no sabe donde estoy se vuelve loca. En fin, debo irme.

Solamente míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora