Narra Angélica
—¡Voy a matar al señor Rodríguez! —exploté. Era un monstruo si había llegado al límite de dañar a una niña inocente por un estúpido trabajo.Me giré sobre mis talones y me encaminé molesta hacia la cafetería, debía estar ahí, parecía su oficina.
—¡Calma, calma! —Se interpuso Esmeralda frente a mí. Me sentía como si fuera una yegua en medio de una carrera—. Sé que estás molesta, pero no puedes hacer un escándalo. No así como así, ni siquiera tienes pruebas contra él. Además, por más que lo odies es casi imposible que el tuviera algo que ver, te recuerdo que estaba adentro contigo.
Verla hablando enfrió mi mente.
—Cariño, cuando tengas pruebas yo misma te entregaré la carabina.
Tenía razón. Tenía que usar la cabeza, aunque me fuera muy difícil en esa situación. Busqué dónde sentarme, nunca fui buena controlando los nervios.
—¿Sabes si estaba bien? —pregunté dándome ánimos.
-—No lo sé, Roberto no se detuvo para decirme "Esmeralda, sé que estás ocupada, pero debo salir". Salió como si tuviera motor y desapareció. No tuve tiempo de nada.
Lisa tenía que estar bien. Ella debía estarlo. En esos momentos noté que mi cariño hacia ella era mucho más grande de lo que imaginaba.
—¿Tienes su número? Al menos podrías llamarlo —me aconsejó y agradecí que lo hiciera en esos momentos.
Corrí hacía mi escritorio, en mi agenda tenía su número, pero no me era fácil encontrarlo, tenía números hasta de la secundaria.
—¡Aquí está! —festejé y sin prisa marqué el número en mi viejo celular. Me temblaban las manos y eso no ayuda en nada. Después de un rato me enteré que no estaba encendido—. Quizás debería llamar a su casa.
—¿Tienes el número?
—No, pero puedo conseguirlo. Inés debe tenerlo en sus registros —contesté después de pensármelo un poco.
—¿Inés? ¿Tú hablas de la misma Inés que yo conozco? ¿La Inés que ni te da ni los buenos días? ¿Esa Inés? —asentí sin ponerle real atención—. Tú si que tienes valor, mujer.
Y no mentía, Inés era una buena compañera, pero también tenía su carácter. La primera regla para charlar con ella era QUE NUNCA LA INTERRUMPIERAS CUANDO ESTABA HACIENDO ALGO, y para mi mala fortuna su puesto siempre le exigía estar haciendo algo.
Miré el reloj, faltaban quince minutos para el resultado, pero eso no me preocupaba. Era sorprendente como el orden de importancia de las cosas cambia tan radicalmente de un momento a otro. Y ese teléfono terminó en mi mano después de una mirada drástica de Inés y un pequeño discurso de lo impertinente que yo era, pero a pesar de eso estaba enormemente agradecida por el favor.
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Querida novia de papá
RomanceTener diez años no es fácil. Compartir a tu padre todas las semanas con un remplazo del recuerdo de mamá, tampoco lo es. He visto cientos de caras pasar por la puerta, pero puedo contar con los dedos de las manos las que lograron hacerlo más de dos...