Me siento como un bebé después de unas horas intentando llenar esta hoja. Sé que Cinthia tiene virtudes, como las tenemos todos, pero no quiero ser hipócrita. No me imagino su cara al leer lo que escribí de ella y no me animo a decir cosas malas.
Suspiro al ver que ya terminé todo lo demás y que no puedo seguir huyendo. Ni siquiera fui a recibir a papá, ni a cenar, tampoco le avisé a la directora lo de Daniel. Me siento egoísta, estaba tan encerrada en mi problema que lo olvidé. Que mal se oye eso.
—Lisa... ¿Quieres pizza? —llama papá del otro lado de la puerta. Rayos. Su voz me regresa al presente. Olvidé su sorpresa.
—Claro, papá —respondo rápido mientras me pongo de pie para abrirle. Está ahí, con unos platos en sus manos y una sonrisa comprensiva—. Lamento no ir a cenar, tengo tarea hasta por los oídos.
—Una frase muy ingeniosa. No la había escuchado antes —ríe mientras entra a mi recámara—. Tampoco he probado bocado, así que improvisaremos la cena.
Papá, hace un espacio en el pequeño escritorio que está en la recámara y coloca los platos. Él se sienta sobre la cama y yo en la silla.
—Pensé que la tortura empezaba en la universidad —bromea al ver mi cara clavada en los papeles que están a mi lado—.Recuerdo como odiaba el colegio cuando tenía tu edad. Gracias al cielo tú no heredaste ese sentimiento.
Bueno, sobre eso...
—Te ves cansado —digo para sacar otra plática antes de darle la primera mordida a la rebanada. Bendita pizza.
—Algo, pero he tenido días más pesado —responder sin darle importancia aunque no me deja tranquila eso.
Últimamente papá trabaja mucho, estoy orgullosa de él, pero tampoco quiero que su vida gire entorno a esto. También soy consciente que los años dan cansancio, pero papá sigue siendo un hombre joven y de buena salud, gracias al cielo.
—Vamos, Lisa, no te angusties por mí —pide relajado—. Además las cosas no son tan pesadas como aparentan, recibo mucha ayuda. El señor Rodríguez es un tipazo, tengo que reconocerlo, me facilita mucho el trabajo y tiene mucha iniciativa.
Sonrío agradecida, sé que no conozco a ese hombre, pero si ayuda a papá debe ser bueno. Hay personas que hacen nuestro día a día más sencillo sin darse cuenta, a veces con un saludo, otras con un pequeño paso o con unos minutos de su tiempo.
—Me alegro... Hay personas buenas en el mundo...
—Y también malas —advierte papá tratando de enseñarle su filosofía en la vida.
Aunque yo no estoy segura de eso. No sé si existen las personas malas o no, sólo sé que personas hacen cosas malas, pero no sé si eso las convierte o no.
Pienso en lo que pasó hoy al entrar. No sé si Eduardo es malo, si yo lo soy, si los demás lo son. Me parece que las cosas no pueden separarse tan fácil en blanco y negro... Pero evidentemente no tengo la verdad en mis manos. Sólo pienso, últimamente buscando más profundidad a las cosas, y lo que antes creía se va modificando sin pedir permiso.
—¿Es normal tener miedo? —pregunto tratando de justificar mi cobardía de hoy.
—Mucho.
—¿Tú algunas vez has sentido...?
—Muchas veces, Lisa, no tienes idea de las veces que lo he sentido, pero son puedo jurar que son muchas —asegura.
Pienso, si mi héroe y las personas que más admiro lo sienten también, ¿por qué yo no? Sin embargo no puedo esconderme siempre bajo ese sombrero. No puedo justificar mis errores una y otra vez con esa excusa.
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Querida novia de papá
عاطفيةTener diez años no es fácil. Compartir a tu padre todas las semanas con un remplazo del recuerdo de mamá, tampoco lo es. He visto cientos de caras pasar por la puerta, pero puedo contar con los dedos de las manos las que lograron hacerlo más de dos...