El día amaneció fresco, aquello me agradó porque no había excusas para no llevarme el abrigo rojo que tanto me gustaba y que estaba sin estrenar.
Arranqué la hoja de la publicación que hablaba de Fabiana y lo guardé en mi bolsa. Esperaba que el problema no avanzara mucho. Busqué información de ella en internet, era más influyente de lo que parecía. Ojalá Roberto y Lisa ya lo supieran, era mala dando noticias y seguro arruinaría el ambiente.
Tomé un taxi afuera del edificio y me dirigí temprano a Empresas Paper. Fue un recorrido bastante ameno, el taxista era un tipo muy divertido y hablar con él me hizo recordar la facilidad con la que mamá entablaba amistad en cualquier viaje. Ella adoraba este día. Nunca pensé que estaría sin ella, pero era inevitable. La vida de las personas, como todo, tiene un principio y un final.
De igual manera fue un golpe duro aceptarlo. Para bien o para mal siempre había sido dependiente de ella y salir a flote me costaba.
Cuando me despedí de él, me encontré frente a la empresa que hoy sin duda regalaba un aire de nostalgia. Ya había visitado el lugar antes, pero hoy era diferente. Ese día los papeles de todos cambiaban. Ya no eran gerentes, asesores, empleados... Eran personas, las mismas que deseaban volver a casa todas las tardes.
La fiesta estaba en la parte trasera del establecimiento. Había comida, música y pequeños juegos al aire libre.
Busqué entre la multitud al señor Martínez para agradecerle el gesto de invitarme, pero no lo encontré. La empresa había crecido tanto al igual que el personal que me parecía un gran trabajo moverme entre todos.Reconocí a Esmeralda con su hija en brazos justo al fondo del lugar.
—¿Angélica? No pensé verte aquí —confesó sorprendida cuando estuve a su lado.
—El señor Martínez me envió una invitación, no pude rechazarla porque... No sé, supongo que extrañaba esto. ¿Sabes dónde está? Me gustaría agradecerle —dije mientras la ayudaba con Azucena para que tomara un descanso.
—Creo que está trabajando aún, seguro en un rato viene —contestó restándole importancia.
—¿Roberto ya llegó?
—No... ¿Quedaron de verse? —bromeó con una sonrisita.
—Seguramente. No he hablado con él desde hace meses, pero necesito decirle algo importante. Bueno, no es tan importante... Más bien quiero preguntarle una cosa —expliqué riendo con la bebé.
—Que desilusión. Pero si te hace sentir mejor vi a Lisa hace un momento paseando por aquí.
Y era verdad. Después de un rato la vi caminando con otra chica entre todos. Me sorprendió que no estuviera acompañada de su padre o de Matilda, pero supuse que ya estaba grande para eso.
A veces me costaba reconocer que Lisa no era la niña de diez años que conocí jugando con muñecas, ahora estaba en preparatoria e inevitablemente había cambiado. Sin embargo no perdía aquella fuerza y alegría que la caracterizaba y aquello me animaba, estaba segura que los cambios serían para bien.
Logré alcanzarlas cuando se detuvieron en la mesa de platillos. La otra chica era de su misma edad, pero no era Cecilia.
—¡Wow! ¡Estás aquí! —gritó cuando la saludé. Fue agradable sentir su cariño cuando me abrazó—. No sabía que te encontraría, pero estoy muy feliz de verte.
—Yo tampoco estaba segura de venir —reconocí aún abrazándola—, pero me alegra haberlo hecho.
Le pregunté por los demás y me explicó que Roberto estaba entregando unos documentos y Matilda charlando con unas mujeres que conocía.
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Querida novia de papá
RomanceTener diez años no es fácil. Compartir a tu padre todas las semanas con un remplazo del recuerdo de mamá, tampoco lo es. He visto cientos de caras pasar por la puerta, pero puedo contar con los dedos de las manos las que lograron hacerlo más de dos...