Me miro en el espejo mientras me hago una coleta rápido. No quedó como deseo, pero tampoco quedó tan mal, así que tengo que decidir si invierto mi tiempo en eso o en desayunar y la decisión no me resulta compleja. Esto de peinarse requiere su tiempo, cosa que siempre me falta. Me doy un último vistazo antes de bajar y no sé cómo sentirme exactamente. Supongo que así se siente una chica de quince años, como una cometa en medio del viento, con ganas de alzar altura, pero con las corrientes en sentido contrario.
Dejo mis clases de filosofía para después y me encamino al comedor para servirme un trazo de ese pastel que ayer preparó Matilda y que no me deja en paz desde que empezó a recalentarlo.
—Vas tarde —anuncia papá mientras me ve sentarme y robarle un trozo del plato.
—Volaré, papá. Prometo lo haré, pero después de comer un poco —respondo mientras me sirvo un poco de leche para acompañar—. Ya sabes lo que dice la profesora, el desayuno...
—"Es la comida más importante del día" —termina por mí mientras toma el periódico y lo revisa rápido —. Siempre sales con esa excusa.
—Le diré eso a mi profesora —bromeo— ¿Llegó una nueva carta?
—Nunca fallan, el cartero ya se sabe nuestro nombre —contesta mientras despega un poco la vista de lo que lee y busca el sobre—. Las cartas de Angélica son como los recordatorios de pagos. Nunca se atrasan, nunca se olvidan de ti.
Río al escuchar eso, pero no debato porque tiene su toque de verdad. Me alegra que sea así, si Angélica no se olvida de mí, a pesar de estar tanto tiempo fuera del país, debe ser que aún me estima.
—La leeré en el camino, estas cartas son como los buenos libros, se deben leer a conciencia —aclaro mientras la guardo en la mochila.— Si el viaje de trasportación fuera más veloz todo fuera más fácil.
—¿Sabes algo? Se me ocurrió hacer una cena especial, podríamos comprar comida china —interrumpe distraído como si fuera la idea más original del mundo.
—Si que será especial, papá —respondo–; cenamos comida china una vez a la semana.
—¿En serio? Tienes razón —reconoce más concentrado. Papá nunca cambiará.— Entonces podemos pedir algo que te guste...
—¿Por qué tanto misterio? —sonrío curiosa.
—Te tengo una sorpresa —confiesa, pero no se ve emocionado. Está pensativo.
—Tus sorpresas me asustan —reconozco cuando me pongo de pie para alistar los últimos detalles.—Pero pide pizza, sea lo que sea será más ameno así..
Él asiente más relajado y se levanta también para terminar de prepararse.
Papá me lleva al colegio porque la secundaria está camino a su trabajo. Ahora es gerente de finanzas. Después de que Angélica se marchó, él quedó a cargo. De eso ya se cumplieron tres años. Nadie pensó que ella se tardaría tanto en regresar, o más bien, que no pensaba hacerlo, pero el golpe trajo buenas oportunidades. El trabajo de papá por ejemplo.
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Querida novia de papá
RomanceTener diez años no es fácil. Compartir a tu padre todas las semanas con un remplazo del recuerdo de mamá, tampoco lo es. He visto cientos de caras pasar por la puerta, pero puedo contar con los dedos de las manos las que lograron hacerlo más de dos...