Creé un plan perfecto para que Angélica volviera a sonreír un poco. La llamé y le propuse que saliéramos a pasear juntas. Nunca habíamos salido las dos, así que me emocionaba mucho que aceptara.
Al principio no se veía muy motivada, pero le propuse ir a buscar los ingredientes para las galletas que le prometí y aceptó. Sé que lo hizo solamente para no decirme que no, pero salir de casa le haría bien.
Quedamos que pasaría por mí a la escuela y después me llevaría al supermercado y a casa.
Todo el día pensé en eso. Papá me dio permiso, así que no había nada que temer.
Cecilia se marchó apenas el timbre sonó y yo me quedé esperando en las escaleras principales del colegio. Sentí que los minutos se convertían en horas, horas que parecían no tener principio y fin.Empecé a contar los vehículos que pasaban para entretener mi mente, me quedé en el veinte porque entonces un taxi se detuvo en la puerta y pude ver a Angélica bajar del vehículo.
Traía un bonito vestido negro y el cabello recogido, se veía algo tensa, pensé que estaría nerviosa porque no conocía mi escuela, pero era más que eso. Me propuse preguntarle, en estos años Angélica me había regalado la confianza suficiente para preguntarle todas mis dudas.
Ni siquiera había llegado a mi lado cuando escuché detrás de mí un estruendo que me hizo dar un salto.
Eduardo y sus amigos habían lanzado a Daniel de la escalera y no bastaron con eso sino que además le estaban propinando una paliza.Creo que por primera vez en mi vida sentí lo que debía ser el peligro. Esa sensación que te exige actuar, estaba segura que perdería por cantidad y por fuerza, pero tenía que intentarlo. No pensé mucho, estuve a punto de lanzarme a ellos y exigirles que lo dejaran en paz, pero Angélica me tomó del hombro y me detuvo.
No hizo falta más que un grito de ella para que salieran corriendo como los cobardes que eran. No me detuve a mirar cuánto se habían alejado, escuché sus voces y sus pasos veloces perdiéndose, pero yo me concentré en lo que estaba cerca de mí.
Daniel estaba tirado en el suelo, adolorido y confundido. No supe que decirle... ¿Qué se supone que se dice en estos momentos? Lo siento, quizás eso era lo más adecuado.
—¿Tienen enfermería? —preguntó Angélica mientras lo ayudaba a sentarse y abanicaba con sus manos para darle un poco de aire.
—Algo así... —La verdad es que teníamos un intento de enfermería, aunque realmente sólo era el cuarto donde aplicaban las inyecciones y recetaban el paracetamol.
Angélica lo ayudó a ponerse de pie y a pasos lentos acudimos a Doña Regina para que lo atendiera. Le ayudó a curar sus heridas y a que mejorara. Me alegró escuchar que los golpes habían sido leves y se recuperaría enseguida.
Por otro lado Angélica se encaminó a la dirección para poner su queja. Yo me quedé afuera para que ella hablara con la directora.
Sentí culpa.
¿Por qué había permitido que esto pasara?
¿Por qué me había quedado callada?
¿Por qué me había olvidado de esto?
¿Por qué uno tiene que llegar a los límites para reaccionar?
¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué?No pasó mucho para que me llamaran. Suspiré y caminé como si mis pies pesaran, supongo que a eso se le llama remordimiento.
No acostumbraba a ver mucho a la directora así que tenerla tan cerca encendía en mi cabeza una alarma. Algo estaba mal. Claro que algo estaba mal.
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Querida novia de papá
RomanceTener diez años no es fácil. Compartir a tu padre todas las semanas con un remplazo del recuerdo de mamá, tampoco lo es. He visto cientos de caras pasar por la puerta, pero puedo contar con los dedos de las manos las que lograron hacerlo más de dos...