Tener diez años no es fácil.
Compartir a tu padre todas las semanas con un remplazo del recuerdo de mamá, tampoco lo es.
He visto cientos de caras pasar por la puerta, pero puedo contar con los dedos de las manos las que lograron hacerlo más de dos...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Narra Angélica
—Son preciosos, pero definitivamente no. Te recuerdo que caminar con tacones no es una de tus habilidades —negó Esmeralda mientras le mostraba los zapatos que me gustaron—. Hay personas que caen con estilo, pero tú no eres una de ellas, así que debemos buscar algo más sencillo.
Al final acepté que tenía razón.
Planear la boda me estaba haciendo bien. Mi mente ya no me atormentaba tanto. Estaba empezando a aceptar lo que sentía y lo que quería hacer. Después de todo había diferentes maneras de ser feliz. Lo era en ese momento.
A veces los amores de cuentos llenos de dramas no son tan preciosos como los pintan, a veces son más tormentosos de lo que parecen. Entonces te das cuenta que hay amores diferentes. Y me sentía feliz por que Alfonso era un buen chico.
—¿Dónde vivirán? —preguntó ella mientras se pegaba a una vitrina para ver mejor el precio.
—A dos calles de casa de mamá, ¿eso no es genial? Podré visitarla a diario y no quedará lejos del trabajo —reconocí animada.
—¡Que divertido! —se burló ella—. Lo siento, sólo juego. De verdad, me alegra que todo esté saliendo a la perfección. Te lo mereces, lo digo en serio.
Le agradecí sus palabras, me reconfortaban.
Mamá estaba feliz por la boda, decía que debía hacer mi vida, pero no quería hacerla sin que ella estuviera en el centro. Me necesitaba. Y yo la necesitaba también.
—El vestido es precioso —reconoció ella al tenerlo en las manos—. Tienes que sentirte segura al portarlo e intentar no caerte. Sobre todo eso último. ¿Te imaginas qué alguien se caiga sobre su propio pastel?
—Esmeralda...
—Es sólo una broma, aunque serías la sensación. Me lamento no poder casarme de nuevo, yo sí lo haría. Lástima que tu futuro esposo sea más serio y no le gusten los espectáculos improvisados.
Alfonso no era serio, pero si tenía razón en que su risa no se escuchaba hasta la otra calle. Era más reservado, nos entendíamos en ese sentido, con excepción que yo a veces hablaba mucho, sobre todo cuando tomaba confianza...
Su regreso al país trajo cambios importantes en mi vida. El principal, aceptar que tenía que salir de casa, eso le hizo ganarse una oportunidad. Yo necesitaba tiempo, paciencia y seguridad. Él era todo eso y más.
Después de visitar un par de tiendas regresamos temprano a casa. Cada vez la espera iba despareciendo, y eso me ponía nerviosa.
Era un gran paso, pero estaba tratando de confiar en nosotros. En que funcionara.
—¿Qué tal les fue? —saludó mamá al verme entrar.
Estaba frente al televisor viendo el noticiero. No me gustaban las noticias, pero a ella le fascinaban.
—Bien, te mostraré en un momento todo lo que compré. Te prepararé algo de cenar y vuelvo...
—Te llegó una carta —dijo con los ojos clavados en la pantalla—. Creo que es de Lisa.
Sonreí para mí y busqué el sobre en mi recámara, ahí acostumbraba dejarlos.
Me senté sobre la cama y con mucho cuidado rompí el papel que la envolvía. Leer a Lisa era como tenerla frente a mí, era como tener una amiga que no te abandonaba. Esto de enviar cartas por casi dos años me estaba animando mucho.