El tercero en un mes.
Se estaba saliendo de control.
A pesar de que la escena era menos grotesca que las anteriores, tuvo que esforzarse para no apartar la mirada y seguir escaneando el lugar. Un pequeño de siete años yacía al borde del bosque carente de follaje. Su cuerpo, semidesnudo, presentaba un estado de rigor mortis total, haciéndole saber que llevaba más de doce horas muerto.
Sus uñas y labios estaban pálidos por la falta de sangre y bajo las uñas guardaba algo de la tierra oscura que había bajo la nieve. Sus manos y pies tenían un color azulado. Las marcas purpúreas alrededor de su cuello le confirmaban el estrangulamiento y la similitud con los casos anteriores le hizo considerar que había sido provocado con un cinturón.
Estaba descalzo, con los brazos extendidos y los pies juntos. Su playera estaba levantada y tenía los pantalones en sus tobillos. No presentaba indicios de agresión sexual pero sí mutilación genital post mortem. Entre dientes maldijo al enfermo autor de tan detestable acto.
—Es Thomas Argent. —Scott se acercó a la oficial Shawen, y le cuestionó si estaba completamente segura, estremeciéndose al sentir el aire frío de la mañana filtrarse bajo su chaqueta.
—Sí, inspector. Su madre es profesora activa de la escuela, la conozco —aseguró.
«A quién no conoce, usted», quiso mencionar él.
—Mire la expresión en su rostro —murmuró la oficial—, es miedo en su estado más puro.
Scott le dio una mirada al cuerpo y se encontró con los ojos del niño ligeramente hundidos pero abiertos de par en par. Secos ya, y totalmente opacos. Su boca estaba abierta en una mueca horrorizada y notaba su lengua hinchada asomarse.
El terror de la certeza de su muerte estaba cruelmente grabado en sus facciones.
—Espero que no sea fascinación lo que escucho en su voz —replicó el inspector duramente. Ella lo miró espantada y se santiguó dos veces, provocando que él apretara los dientes con fuerza, disgustado.
Pensó en comentar que si Dios existiese, no habría permitido aquello. Pero en su cabeza escuchó claramente a su madre contradecirlo con un: «Dios no lo hizo, fue el hombre».
Sacudió la cabeza.
—Claro que no, señor. Es sólo la impresión, cosas así no pasan en estos lugares. —Scott asintió y la oficial se retiró, dirigiéndose a los forenses.
Hacía poco más de un mes que estaba en Laytown como Inspector en Jefe. Su insistente petición por volver a su ciudad natal consiguió que al fin lo transfirieran.
No podía quitarse de encima a la oficial Annie Shawen desde que le pidió lo acompañara al primer caso. Se había ido hace tanto que no conocía bien el lugar y ella se volvió su compañera a la fuerza.
Era un buen elemento, no lo podía negar, pero le incomodaba que se inmiscuyera tanto en todo.
No le convenía.
Se apretó el puente de la nariz y miró al pequeño cadáver bajo sus pestañas, disimulando, para que nadie más pudiera notarlo observar el cuerpo.
—Thomas, Thomas, Thomas —murmuró distraído y dio media vuelta para salir del área acordonada.
Necesitaba pensar.
[1] Rigidez cadavérica. Expresión en latín que hace referencia a la rigidez o endurecimiento del cuerpo después de la muerte.
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No olvides mi nombre©
Mystery / ThrillerTres cadáveres. Tres niños asesinados. Ninguna pista aparente del culpable. Scott Bathory tendrá que descubrir la identidad del asesino antes de que haya otro homicidio. Mientras, deberá luchar contra sus propios fantasmas; esos recuerdos que lo a...