Capítulo XXV

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—¡Cállate! ¡Sabes bien que no me gusta que me hables! Ella se cubrió las orejas con las manos y cerró los ojos—. ¡No soporto el sonido de tu voz! gritó rabiosa y abrió los ojos de nuevo. El niño pudo ver en ellos la ya familiar mirada de asco que, al parecer, sólo tenía para él.

Lo peor de todo era que sabía por qué su madre se sentía y lo trataba así. Lo había descubierto y, aunque apenas comprendió aquella información, sí entendió bien cuando el médico dijo que no era su culpa. Saberlo fue lo que único que le importó.

Notó sus diminutos dientes apretados con fuerza.

Los ojos del niño no se llenaron de lágrimas como siempre, conocía el dolor demasiado bien, y ya no le temía. Lo aceptaba, sabía que formaría parte de él el resto de su vida. No le temía al dolor ni a su madre, ni a las noches que lo encerraba en su habitación sin cenar.

La miró parpadeando, confundido ante un extraño y ardiente sentimiento, que hacía sentir caliente su sangre mientras crecía en su interior.

Se quedó inmóvil, mirando a su madre a los ojos como nunca había hecho, esperando la siguiente bofetada que lo iba a derribar. Pero el siguiente golpe no llegó. No llegó porque él se movió primero y la empujó con sus delgados brazos lo más fuerte que pudo, hasta que su delgado cuerpo cayó en el pasto húmedo del patio.

No llegó porque la sorpresa de la mujer era tanta que se quedó paralizada en el suelo. No llegó porque el pequeño tomó el hacha y la dejó caer en aquellos brazos crueles que lo habían lastimado tanto una y otra vez.

¡Ya no vas a pegarme! dijo mientras su madre se retorcía en el suelo. Recordó cuando se escabulló al despacho de su madre una noche, buscando los papeles que el doctor le dejó. ¡Yo no tengo la culpa, mamá! —Su suave voz se volvió aguda mientras gritaba—. ¡No tengo la culpa de ser niña!

La señora Helen trató de levantarse, rociando el césped de sangre, preguntándose cómo esa pequeña criatura pudo hacer un corte tan brutal. Se dio cuenta que ella había cortado primero, con su desprecio, un pequeño pero cada vez más profundo corte a su alma.

Cuando logró levantarse, su hijo fue tras ella y la tiró de nuevo al suelo en cuanto la mujer comenzó a gritar. La criatura sintió una fuerza increíble, una oleada de poder, al ver a su madre en el suelo. Llorando, sangrando, dejando de hacerle daño.

Y quería seguir sintiendo aquello.

Todo el tiempo posible.



—¿Cómo es posible? —soltó incrédulo el oficial Brown, mientras sus compañeros le ponían al corriente—. ¿No debería notarse? Quiero decir, no se ve muy femenina pero sabes a lo me refiero —señaló la zona de su cadera y de pronto abrió mucho los ojos—. ¿No tenías algo con ella Lane?

Los ojos de los oficiales cayeron en él pero Carla pronto apartó la mirada.

La sub-oficial siempre supo que a Lane le gustaba, podía aceptar que era otra de las razones por las que no soportaba a Shawen; ella estaba enamorada de Josh.

—¡Por supuesto que no! —Se defendió Lane con el rostro pálido—. ¡Jamás!

Josh Lane mentía.

Era cierto que nunca estuvo con ella pero Dios sabía que le encantaba esa mujer. Sacudió la cabeza e hizo una mueca, recordando aquella vez que le robó un beso y ella le correspondió... Pero con un puñetazo.

—Fue un error médico entonces —reflexionó Brown, rascándose la cabeza. Carla Botti negó.

—Sólo en parte. Cuando nació fue registrada como niño por su condición —ella imitó al oficial y se rasco la nuca—. Investigamos un poco antes de venir pero la intersexualidad es un término un tanto reciente, imagino que la gente del pueblo no tenía idea de que existía o algo.

Brown asintió, diciendo que si el bebé traía "salchicha", era niño, y si tenía donde asarla, era niña. A Carla le molestó su referencia pero trató de ignorarla para ponerse a planear.

El oficial Brown era de esos hombres que se decían de mente abierta y cultura pero terminaban siendo despectivos cuando algo no entendían o les disgustaba.

—Entonces, vamos a... ¿Qué? —Carla se detuvo cuando vio al joven Cao alzar la mano.

—Es que aun no entiendo, ¿por qué creyeron que era niño? —Josh suspiró, recordando que el chico se había ido al baño después de mostrarles lo que había encontrado. Se aclaró la garganta para explicarle.

—Nació como mujer pero sus genitales, su, hum, clítoris, se desarrolló más de lo normal y supongo que los doctores lo consideraron pene. Seguramente ni su madre lo notó. Y no es que defienda la negligencia pero, aquí en Laytown, el centro médico sigue dando mucho qué desear.

—Basta, debemos concentrarnos —Botti no podía desaprovechar la oportunidad de mostrar su valía—. Es obvio que están juntos pero no sabemos en qué circunstancias. Es posible que él aun no sepa nada o que ella lo tenga como víctima.

»Diría que vayamos a su casa pero no es estúpida, sabe que iremos allá. En unas horas va a amanecer y la gente comenzará su día normal, lo que nos complicará las cosas. Si los patrullajes ya terminaron, ella pudo aprovechar para buscar otro sitio y esconderse.

—La casa Helen —sugirió el oficial Cao cuando la sub-oficial guardó silencio—. Seguramente fue a la casa de su madre.

No olvides mi nombre©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora