Capítulo XVI

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Ya era de madrugada.

Habían pasado casi seis horas desde que el asesino dejó la caja en el departamento del inspector. Bathory ordenó a los oficiales que volvieran a la comisaría, decretando que el resto de elementos, y sub-oficiales, siguieran en las calles.

Pero Carla Botti no obedeció.

Llegó a la comisaría junto al oficial Josh Lane, agitada y tensa, con la mirada clavada en el inspector en jefe. Había prometido fingir ignorancia pero luchaba muy duro para no tomar a Shawen y agitarla hasta sacarle la verdad.

Porque estaba segura de que ella sabía sobre Bathory, y debía ser estúpida si creía que era inocente.

Bathory ignoró que la sub-oficial Botti desobedeciera su orden y se presentara en su oficina. Estaba haciendo un repaso con los oficiales, compartían información y establecían estrategias que los llevaran al homicida.

Sin embargo, con las pocas pistas que tenían del sospechoso, encontrarle parecía imposible. Construyeron y rechazaron perfiles en minutos, tratando de llegar a algo qué buscar.

El inspector estaba decidido a encontrarle.

Shawen, por el contrario, no lograba concentrarse del todo. Por un lado apenas podía soportar la presencia de Carla, deseaba con todas sus fuerzas hacerla pagar por lo que había hecho. Hacer que se arrepintiera de su miserable movimiento para herirla con la muerte de Haley.

Por el otro, no quería perderla de vista.

Y es que no podía dejar de notar la forma en que miraba a Bathory, furiosa y acusadoramente. Se estaba perdiendo de algo, lo sabía, porque había visto a Josh rozar su codo suavemente, un gesto que le pedía se calmara.

¿Pero qué? ¿Qué sabían ellos?

Se recriminó en silencio ser tan descuidada. Se había decidido a investigar al inspector desde el día que supo de su llegada pero por un motivo u otro, lo había pospuesto. Y ahora, estaba dos pasos detrás.

Odiaba ese sentimiento.

—Es que es imposible —soltó el oficial Cao visiblemente fatigado—. Las áreas de ataque no tienen relación, tampoco las víctimas. Incluso cambió su patrón. No dejó una sola evidencia, huella o fibra, y en las cámaras apenas se distingue una silueta.

Exhaló ruidosamente y todos guardaron silencio. Shawen notaba en sus miradas resignación y se negaba a creer que se estaban rindiendo tan fácilmente. Pensaba en la manera de encaminarlos nuevamente a la investigación pero no la encontraba.

Cualquier comentario o insinuación podía ser inadecuado, significativo, y no quería ser de nuevo el foco de atención.

—Esto es una obra de arte —agregó Cao después de la pausa y Lane comenzó a reprenderlo. Shawen lo miró y sonrió mentalmente, agradeciendo que le abriera la puerta.

—Exacto —concordó en voz alta y las miradas se posaron en ella—. Es una obra de arte, lo es —Bathory pensó que había perdido la cabeza. Ella se enderezó—. Y esta hermosa escena, ¿no merece un reconocimiento?

Nadie parpadeó, estaban completamente pasmados.

—Creo que necesita descansar, oficial —recomendó Brown, incómodo por la exaltada mirada que veía en la joven.

—Este crimen es a todas luces perfecto, me parece un desperdicio de ingenio no conocer al creador —continuó, posando su mirada en Bathory, quien parpadeaba confundido.

El silencio se hizo más profundo de pronto y podría sentirse la tensión apretando fieramente sus gargantas. Bathory entonces comenzó a comprender.

—Pistas —susurró, y los oficiales se inclinaron hacia él como si de esta manera pudieran llegar a la misma resolución. Shawen sonrió complacida y el inspector asintió—. Pistas —repitió más alto y el resto comenzó a espabilar.

—No buscamos evidencia —declaró Carla, sin dejar de mirar a Scott—, buscamos pistas.

El joven oficial Cao parecía ser el único que no comprendía el lenguaje de sus compañeros, por lo que se limitó a guardar silencio y esperar explicaciones.

—Muy bien, empecemos de cero —instó Bathory y el oficial Cao, dándose cuenta que sus dudas no serían esclarecidas, se atrevió a interrumpirle.

—Lo siento, inspector, me temo que no comprendo —Lane le dio una mirada y se giró hacia él.

—Todo el tiempo que has estado bajo mi ala, ¿no se te ha quedado nada, muchacho? —El joven tragó saliva, avergonzado, y Lane resopló—. ¿Qué es lo que siempre te he dicho?

Por unos segundos todos parecieron olvidarse de la sangre derramada que cubría la ciudad y disfrutaron de la escena con una silenciosa sonrisa burlona.

Los rasgados ojos del chico se volvieron una delgada línea por el nerviosismo. Y él ya podía imaginar sus mejillas coloradas mientras Lane lo observaba seriamente. Siempre le decía mil cosas, anécdotas, frases al aire, metáforas, ¿cómo saber a lo que se refería?

Josh Lane no resistió mucho y se burló abiertamente de él, su rostro espantado y la temerosa reacción resultaron un bálsamo relajante entre toda aquella desgracia. El resto rió con él y pronto el chico se unió al coro de risas.

Un par de minutos sin pensar, lágrimas en los ojos, dolor en el vientre; eran los vestigios de un buen momento.

Sin embargo, el instante llegó a su fin y la seriedad regresó a posarse sobre sus hombros. Lane asintió hacia Cao.

—No siempre es sólo un crimen.

No olvides mi nombre©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora