La casa de Shawen sólo tenía un piso, el ático y el sótano.
Scott pensó que quizá por eso el lugar era tan cálido. Lo que le extrañó fue que la oficial no se despojara de al menos un par de las sudaderas que traía bajo el uniforme. Él tuvo que quitarse la chamarra y un delgado suéter.
Aunque el calor podía ser provocado porque la cocina era el primer lugar que veías al entrar. O podía, definitivamente, ser por la incomodidad que sentía ante lo que Shawen le había revelado.
El hermano único y menor de su madre, había abusado de ella cuando tenía treinta años.
Según Shawen, su mamá había maltratado y despreciado tanto al joven a lo largo de su vida que él decidió ofenderla de la peor manera cuando ya no lo pudo soportar.
Un día, en el té diario de su hermana, vertió una especie de droga que la hizo quedar semiconsciente y la poseyó en contra de su voluntad.
—La hizo suya tantas veces como pudo, de todas las formas que el sedante lo permitió. Siempre con sus ojos enganchados a los de ella —suspiró—. Él dijo que en cierto momento logró ver a mi madre estallando de placer —agregó Shawen, tan resuelta como si le estuviese contando del clima mientras le daba un sorbo a su té.
A Scott se le puso la carne de gallina, ¿cómo podía relatar aquello con tanta calma? No supo qué decir y mordió la galletita que su compañera le había dado como postre.
—Y fue así que nací —terminó, apoyando su codo en la encimera y su barbilla en su mano—. Creo es que una de las razones por las que mi madre me odiaba.
—Pudo haber abortado, ¿no crees que te conservó por alguna razón?
Habían tocado temas tan íntimos que hablarle de "usted" le sentaba extraño.
—¡Oh, claro! —respondió sonriendo—. Fue por su religión, creo. ¿Sabe? A veces pienso que sí gozó aquella posesión y que por eso, por el remordimiento de haber disfrutado aquel pecado, me conservó. Y después, bueno, pasó lo otro.
—¿El qué? —preguntó rápidamente Bathory. Aquello parecía una novela, estaba tan intrigado que se había olvidado de todo a su alrededor.
—Vamos a la sala, este taburete ya está pasando factura —Scott sonrió y se bajó del banquillo, tomando su taza para llevarla al lavavajillas.
—Déjelo, yo lo hago.
Él asintió y ella le señaló una puerta, diciéndole que allí estaba la sala. Scott trató de no fruncir el ceño pero falló. ¿Quién tenía la sala de estar a puerta cerrada? ¿No se supone que es dónde se reciben a las visitas?
Cruzó el pasillo y se detuvo frente a la puerta, ya sabía que Shawen era rara pero lo había descolocado totalmente.
—¡Pase, inspector! ¡Ya estoy yendo! —Scott rodó los ojos y abrió la puerta, dejándola entornada.
Los sillones eran simples y de color arena, había una mesilla al centro de éstos y un librero justo a un lado de la puerta. Un televisor estaba empotrado en la pared y por alguna razón le causó gracia.
Sólo ella, con sus diez metros de altura, podría alcanzarla.
Sus ojos pronto cayeron en la pared contraria, robándose toda su atención. La pared tenía varias repisas, cada una llena de trofeos y medallas resplandecientes. Justo debajo de todas estaba un extraño baúl. Mordiéndose los labios, se acercó a examinar los premios.
Eran trofeos de béisbol.
—Son de mi padre.
La fría voz de Annie le hizo dar un respingo. Él le dio una rápida mirada pero sus ojos volvieron a las repisas.
—¿Qué significa todo esto? —soltó.
Un mal presentimiento, un horrible presentimiento hizo a su corazón latir más rápido.
—Quiere ver el baúl, ¿cierto? —musitó la oficial, dando un paso hacia él—. Son sólo cosas que logré conservar de él, al igual que los trofeos. Ábralo, está bien —pidió y Scott volvió a mirarla.
Ella lo miraba amablemente y por un segundo se recriminó sus acusadores pensamientos, a pesar de que su instinto se encontraba en estado de alarma. Se acercó a la gran caja de madera oscura y, vacilante, sujetó el borde.
El rechinido de las bisagras al levantar la tapa le provocó un escalofrío. Pero lo que sus ojos encontraron le congeló la sangre y por eternos segundos no pudo procesar lo que veía.
—Mierda —exhaló.
Se llevó la mano a la cadera para desenfundar su arma, pero no fue lo suficientemente rápido. Un fuerte golpe en la cabeza lo hizo caer al suelo.
Pudo escuchar, mientras se dejaba arrastrar por la inconciencia, una dulce risa infantil y el ronroneo distante de una sierra eléctrica.
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No olvides mi nombre©
Mystery / ThrillerTres cadáveres. Tres niños asesinados. Ninguna pista aparente del culpable. Scott Bathory tendrá que descubrir la identidad del asesino antes de que haya otro homicidio. Mientras, deberá luchar contra sus propios fantasmas; esos recuerdos que lo a...