Capítulo XXVI

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Scott sacudió la cabeza, dándose cuenta de que se había desmayado.

Abrió los ojos con pesadez y toda la información recibida volvió a su mente como un mazo contra la pared. El dolor en su cráneo era insoportable y sentía que ningún sonido entraba por su oído izquierdo.

—Shawen —musitó con la garganta seca.

—Temí que hubieras muerto —respondió ella, apareciendo frente al inspector—. Tranquilo, sólo fueron un par de minutos.

—¿Por qué? —interrogó débilmente, mirando al suelo. Ya no tenía fuerzas y Shawen estaba en lo cierto; no moriría sin conocer sus motivos. La oficial sonrió.

—¿Qué cosa, inspector? ¿Por qué hice lo que hice? —Él asintió, con los dientes castañeando—. Durante siete años fui un niño —empezó—. Luché por ser un niño. Ignoré mis instintos y traté de ser el hombre que mamá quería que fuera. ¿No lo entiendes? Fui obligada. Me negaron ser quien deseaba y...

—¡Esos niños no tenían la culpa! —interrumpió Scott, sintiendo su sangre hervir, renovando su energía. Seguía moviendo las manos para intentar zafarse pero la piel le ardía tanto que no estaba seguro si sentiría cuando las sogas cayeran.

—Por supuesto que no —admitió ella, acercándose a la caldera para ponerle más leña. Scott la vio tomar algo del suelo. Notó que bebía agua y arrojaba la botella vacía hacia el fuego.

Casi pudo sentir su lengua resquebrajarse por la sed.

—¿Entonces por qué los castigaste a ellos? —Annie negó con vehemencia.

—¿Castigarlos? No, Scott, no. Yo los liberé.

Se acercó de nuevo a él y sonrió. La vio observar su miembro desnudo y lo atravesó un escalofrío al pensar en lo que le haría.

—Sigo siendo Anthony, sigo siendo él, ¿no lo ves? Esa persona que conociste, lo que aun ves, es lo que mi madre odiaba y por eso elegí serlo. Pero detesto a Annie.

—No lo entiendo, entonces, ¿por qué cambiaste? Pudiste seguir siendo Anthony.

Bathory percibió que la soga cedía y se congeló cuando resbaló de su muñeca, sujetándola justo antes de que cayera para que Shawen no lo notara. Mantuvo su semblante serio.

—Sí, tal vez es un poco complicado de comprender para ti. Me revelé contra mi madre al ser Annie, porque durante años me despreció, pero yo no lo quería —dijo cansada—. El problema es que robaron mi elección, Scott. Robaron mi oportunidad, mi identidad. Tomaron mi decisión.

Hubo un largo silencio.

Bathory pensaba en lo que haría, en cómo atacaría. Ella aún tenía su bate, él estaba muy débil. No tenía ventaja alguna.

—¿Por qué los niños, Anthony? —Shawen pareció complacida al oírlo llamarle así.

Se levantó de un salto y pateó el bulto que el inspector había notado antes. Scott creyó oír un quejido pero lo ignoró cuando Shawen le preguntó si conocía a las víctimas.

Scott negó y la oficial aseguró que ella sí lo hacía. Dijo que los niños le habían ayudado a revelarse y ella los reparaba en compensación. Los liberó a todos. Los ayudó a no ser lo que detestaban.

—Ángela Simmons odiaba ser niña, ¿sabías? —Recogió el bate y empezó a mecerlo de un lado a otro—. James era bueno como padre pero no con las palabras. Muchas veces, sin darse cuenta, le dio a entender a la niña que si fuera chico podrían estar juntos. Escapar. Imagínate.

»Nicole Hewman amaba el béisbol. Quiso unirse al equipo de la escuela pero no la dejaron por ser niña. La chica era buena, en serio. Dejó de jugar porque el muy imbécil del entrenador le dijo que era un juego para hombres.

»Thomas Argent era un gran bailarín de ballet. Debiste verlo, Scott. Sus movimientos. La pasión con que giraba. La felicidad que brillaba en su mirada mientras bailaba. Tomaba clases en las tardes, a escondidas. Hasta que un día, un compañero de él fue a recoger a su hermanita y lo descubrió.

»Lo hicieron pedazos en el colegio porque aquél mocoso lo siguió a casa vio que se vestía como niña.

Shawen le dio la espalda y Bathory aprovechó para lanzar la cuerda y tratar de desatar sus pies.

—Dejó las clases. Dejó de hablarle a sus compañeros. Dejó de sonreír, inspector. Dejó de ser feliz porque los demás decidieron que su razón para serlo era equivocada.

La oficial se dirigió al bulto que estaba en el suelo y comenzó a arrastrarlo, acercándolo a la caldera. Bathory detuvo sus movimientos, incorporándose en la silla y entrecerrando los ojos para que no notara que estaba casi libre.

—Ah, por poco lo olvido —agregó Annie, desenvolviendo aquello que ocultaban las bolsas negras—. ¿Quieres saludar a tu amigo?

Scott escuchó un gemido de dolor y parpadeó incrédulo.

Era James.

James seguía vivo.

No olvides mi nombre©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora