Capítulo XII

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Al salir de su corta y reveladora charla con James, que más bien le causó dolor de cabeza, llamó a Shawen mientras se dirigía a su departamento.

—No encontré mucho —decía la oficial—. Una maleta con ropa, manoplas, un tierno álbum de fotografías, bolsas con su basura, comida en un raído armario. Nada significativo...

Annie hizo una pausa y Scott se detuvo frente a su edificio, esperando. Oyó el ruido de unas bolsas y el inspector se preguntó si seguía en la casona. ¿Toda la tarde no había sido suficiente?

—Espere, deme un segundo —pidió cuando el silencio en la bocina se había extendido —. Oh, aquí.

—No puedo ver, oficial —se quejó Bathory cuando ella guardó silencio.

—Claro, lo siento. En una de las bolsas con basura encontré unos paquetes rotos de juguetes. No le di importancia hace rato pero ahora que releí las papeletas de la descripción de las caj...

—Shawen —apremió Scott, con un suspiró nervioso ella prosiguió.

—Los juguetes, las cajas... Son juegos —Bathory frunció el ceño, la mujer lo estaba exasperando—. Juegos de béisbol completos, señor —dijo suavemente.

Scott relajó el rostro al comprender pero se le crispó casi a la misma velocidad.

—¿Por qué no dijo eso primero? —inquirió molesto poniendo en marcha el auto para volver a la estación—. ¿Y por qué tardó tanto allá? Sólo era un reconocimiento.

—Lo siento señor, tardé un poco en tomar valor y después unos vecinos pidieron mi ayuda y... Pero, lo tenemos con esto, ¿no? Sólo hay que preguntarle dónde está el resto de los artículos. Aunque recuerdo bien dónde —masculló.

Bathory suspiró y apretó los dientes al no poder pasarse la mano por el cabello. Le resultaba frustrante tener esa manía pero hacerlo le relajaba.

—No creo que sea tan fácil —contestó, acelerando por la calzada.

—¿Por qué? Bueno, sé que es circunstancial pero si presionamos quizá...

—No —interrumpió por tercera vez el inspector—. No podemos porque lo dejé libre —soltó, y colgó la llamada.

Qué estúpido había sido.

Sabía que no debía confiar en él, sabía que no era el mismo que él conoció pero por alguna razón seguía sin considerarlo un asesino. Las escasas evidencias físicas del atacante no se relacionaban.

Y aunque aceleró cuanto pudo, no lo alcanzó.

Cuando llegó de vuelta a la comisaría ya se había marchado. Lo sospechaba, prácticamente salió después de él. Regresó a su auto a grandes zancadas, con los ojos de los oficiales presentes puestos en él.

Casi les gruñía.

Buscó su celular y casi derrapando arrancó el auto para volver a su departamento. Necesitaba que Lane le confirmara la información y el muy holgazán le había esquivado todo el día. Sabía dónde vivía pero si llegaba y lo veía descansando plácidamente, le partiría la cara.

Lo recordaba vagamente haciendo llamadas pero por la cara roja que tenía y el ceño fruncido, dudaba que fuera sobre el caso. Maldito fuera. Pensó en recorrer las calles para buscar a James pero algo dentro de él lo detenía.

Decidió que tomaría un baño caliente y se relajaría, estaba tenso y con la desesperación palpitando bajo su piel. Se dio cuenta de que no estaba preocupado de que James huyera ni de que fuese el asesino.

Temía por él.

No podía evitarlo, durante el tiempo que siguió en el pueblo, él le ayudó a acoplarse. Fueron grandes amigos en el colegio. Siguieron en contacto cuando se fue. Y de pronto nada, no devolvía sus llamadas ni le llamaba a él.

Cuando vio su archivo al empezar con el caso y se enteró del porqué de su distanciamiento, se sintió culpable. No era entonces su mejor amigo, pero le importaba. Aunque en algún momento de su vida lo haya olvidado.

Pensó en llamar a la sub-oficial Carla para preguntar por Josh Lane. Los había visto juntos la mayoría de las veces y supuso que serían amigos.

Por un instante parpadeó en su mente el recuerdo de Lane y Shawen, su discusión antes de que ella partiera a la casona; la manera en el que la sujetaba. Protector, posesivo. Algo atemorizante en realidad. Y de nuevo creyó que ellos tenían algo.

Se encogió de hombros mentalmente, el hombre era unos años menor que él y ella estaba cerca de los treinta; eran libres de hacer lo que quisieran. ¿Por qué siquiera estaba pensando en aquello?

Le importaba un meñique lo que hicieran con sus vidas.

Después de toda la pérdida de tiempo con aquellas vueltas, y las turbias emociones, suspiró cansado, saliendo del auto para subir.

Cuando entró a su departamento se detuvo en el umbral, con sólo abrir la puerta había notado algo fuera de lugar. Algo extraño.

Algo que olía mal.

No olvides mi nombre©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora