La cuidadora de la señora Helen tenía miedo.
Estaba asustada de lo que sucedería cuando informara su muerte.
Pero debía hacerlo, no había sido su culpa después de todo. La mujer se había caído, su presión había bajado con el frío y su corazón no pudo soportarlo.
Cómo cayó de su silla de ruedas era algo que no podría responder.
Y esperaba poder perdonarse por eso.
Carla llamaba con insistencia al inspector pero, después de que la primera llamada sí entrara, comenzó a mandarla a buzón.
Preguntó a Lane si le había dicho a dónde iba y él no tenía idea, pero le aseguró que mandaría a quienes había regresado de sus rondines a buscarlo. Ella le dijo que no, que los dejara descansar.
Lane no estuvo de acuerdo, había mucho territorio en el que buscar y no tendrían tiempo. Al final lo convenció de que ellos podrían hacerlo solos.
Botti no podía dejar de sentir una ira inmensurable. Y es que después de hacer más averiguaciones con el nombre en los archivos y ordenadores, cayeron en la cuenta de cuánto estuvieron engañados.
No habían borrado información sobre esa persona, incluso se había agregado una gran cantidad de datos recientemente.
Shawen los había regresado a la jugada cuando se sintieron estancados en la investigación y por un momento había admirado su audacia.
Pero sólo los había manipulado.
¿Cómo pudo ser tan ciega? Las piezas comenzaron a unirse en su cabeza. Su comportamiento, sus comentarios, sus ausencias. Ahí estaba Annie llevándolos a donde deseaba.
Qué asco sentía.
Un punzante dolor en el costado izquierdo de su cráneo lo hizo despertar.
Ahogó un gemido y parpadeó un par de veces, sintiendo algo viscoso en el rabillo del ojo. Trató de moverse pero estaba atado de muñecas y tobillos a una silla.
Inhaló hondo para serenarse y se arrepintió de inmediato.
El lugar olía a muerte.
Estaba muy oscuro para ver algo, sólo oía el viento ulular fuera y al fuego de la caldera crepitar en algún lugar. Supo que estaba en el sótano. Estaba en un maldito sótano otra vez.
—Son bastante dramáticas esas cicatrices —dijo su voz. Él agitó la cabeza, buscando entre las sombras a la fuente de aquellas palabras pero no pudo ver nada—. Espero no te traiga malos recuerdos.
Oyó los pesados pasos a su alrededor, crujiendo contra la madera vieja y la tierra acumulada que lo cubría. Agudizó el oído y una punzada volvió a atacar su cabeza. Supo que la herida había sido grave porque sentía la sangre escurrir por su cuello.
Se dio cuenta también de que estaba completamente desnudo. Notó que se abría la puerta de la caldera y la luz del ardiente fuego iluminó el sótano.
Vio un bulto junto al suelo pero no tuvo fuerza para tratar de adivinar qué era.
Notó a la silueta avivar las llamas e imágenes de pequeños zapatos ensangrentados y lúgubres fotografías llegaron a su mente. Intentó hablar pero sentía la lengua pesada, justo como se siente después de ir al dentista por una extracción.
Levantó la vista y vio a Shawen acercarse a él, despacio, como una oscura y letal pantera. Estaba quitándose frente a él su uniforme y Scott pudo ver que no tenía nada debajo más que una camisa de tirantes.
—No soy friolenta como dije, inspector, aunque siempre he vivido en un frio de los mil demonios. Nunca usé pares y pares de ropa debajo, no, pero no había otra manera de ocultar este robusto cuerpo más que con mentiras.
La oficial se encogió de hombros y Bathory negó con fuerza. Se rehusaba a creer que había sido engañado, se negaba a aceptar que había fallado, que su joven compañera era una mentira.
—No entiendo —atinó a decir cerrando los ojos. Quería maldecir, gritar, y golpear a Shawen. Ella suspiró.
—Todo iba muy bien, y ahora tendré que apresurar mis planes —Shawen se giró y lanzó su uniforme a la caldera.
Scott empezó a mover las muñecas para ir aflojando las cuerdas, tardaría pero podría funcionar. Vio que la oficial tomaba un bate, con el que al parecer lo había golpeado, y lo limpiaba cuidadosamente aún de espaldas a él.
—Annie —llamó con un gemido, sus ojos ardían y las piernas le temblaban. Ella apareció frente a él en un parpadeo, dejando caer el bate contra su pecho sin titubear.
Scott perdió el aire por interminables segundos, sintiendo el dolor esparcirse hasta las puntas de sus dedos como un agudo calambre. La oficial lo tomó del cabello con fuerza para levantar su cabeza y hacerlo mirarla.
—No soy Annie —escupió con desdén, tirando de su cabeza hacia un lado con rabia—. Mi nombre, inspector, es Anthony Shawen.
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No olvides mi nombre©
Misterio / SuspensoTres cadáveres. Tres niños asesinados. Ninguna pista aparente del culpable. Scott Bathory tendrá que descubrir la identidad del asesino antes de que haya otro homicidio. Mientras, deberá luchar contra sus propios fantasmas; esos recuerdos que lo a...