14. Sergei.

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Salió atropelladamente de aquella habitación con las piernas temblorosas. Nuevamente las imágenes se proyectaban en su cerebro como instantáneas tomadas por ella misma. Un nudo en el estomago la dobló dificultando su respiración. Ahora entendía al Soldado... pero ¿cómo podía soportarlo? ¡Era una tortura! Tomó aire pesadamente logrando que sus pulmones insuflaran más de lo debido, se enderezó y rectificó su camino. Una parte de ella quería regresar con el pelinegro, sabía que después de lo que acababa de ocurrir las cosas cambiarían... se sentía mal por haberlo abandonado de esa manera. Estando a unos metros de su habitación se para en seco al distinguir una figura que ya había visto anteriormente.

—Alto ahí— se trataba de un hombre delgado, de estatura media, caucásico, cabello corto castaño oscuro y ojos marrones: el soldado raso del día anterior. La castaña obedeció, no obstante, una sonrisa de suficiencia se dibujó en su rostro. A pesar de que la había visto en una situación comprometedora con Bucky, había logrado cambiar ese recuerdo en la mente de quien tenía enfrente. No tenía idea de cómo lo había hecho pero logró internarse en la mente de aquel individuo. No sólo era la telekinesis, o leer pensamientos sino que también podía manipularlos. Justo en este momento podría corroborar su teoría.

Estando de frente a aquel hombre trató de alejar lo ocurrido hace unos minutos y dirigió toda su concentración a los pensamientos de aquel soldado temeroso. Su mente se puso en blanco, enfocó sus ojos en los de él, pronto se dio cuenta que ahora surgía una llama escarlata en los marrones de él. Se concentró y fue disipando los acontecimientos de las últimas horas. Unos pasos la sorprendieron, por lo que se internó rápidamente a su habitación dejando al soldado raso en un estado de completa confusión. Wanda repegó su oreja a la puerta tratando de escuchar lo que ocurría en el exterior.

—¡Sergei!— de inmediato reconoció esa odiosa voz —¿Qué demonios haces aquí?— no hubo respuesta. La chica soltó un suspiro al escuchar que las pisadas se alejaban: al parecer funcionó, estaba fuera de peligro.

Se metió a la cama intentando conciliar el sueño. Sin embargo el hormigueo en su entrepierna persistía. Recordó como hace unos instantes estaba a punto de experimentar uno de los placeres más exquisitos: los labios del Soldado dejando marcas en su cuello y mandíbula, atrapando el lóbulo de la oreja sintiendo un cosquilleo a causa de la barba crecida... entrelazando sus lenguas en un juego que se intensificaba conforme las manos del Soldado recorrían y acariciaban delicadamente las curvas de la castaña; pero el sentirlo en su centro fue su perdición. No pudo evitar soltar un gemido ante tal recuerdo, se sintió acalorada y avergonzada... si ella se sentía así, ¿cómo se sentirá su Soldado?. No podía seguir pensando en eso. Primero tendría que averiguar qué pasaba con él, conocer cuál era su misión en esa organización. No quería que siguiera sufriendo. Ella lo ayudaría.

Al día siguiente no había prisa alguna, tenía 24 horas de libertad. Con toda la calma del mundo se dirigió a las duchas y dilató unos pocos minutos más de lo permitido. Se vistió y cepillo su largo cabello tomándolo en una cola alta. Finalmente se dirigió al comedor. Por primera vez desde que llegó se permitió degustar con calma los alimentos, no era la gran cosa pero él hambre que tenía le daba otra perspectiva. Se encontraba sola y en completo silencio cuando sus pensamientos son interrumpidos por la presencia de aquellos ojos azul grisáceo. Tragó con dificultad y se decidió a hablar.

—Soldado— odiaba no poder llamarlo por un nombre, el aludido sólo la observó. Su mirada se sentía pesada, sin emoción. —. Yo... lo lamento...— pero sus palabras se quedaron en el aire pues el "Soldado" tomó una charola y salió del lugar dejándola nuevamente sola. Sintió sus ojos pesados y parpadeó varias veces para evitar que las lágrimas salieran. No podía culparlo, tenía todo el derecho de actuar así... ya habría tiempo de arreglar las cosas. Salió apesumbrada buscando a aquel recluta de ojos marrones.

No tardó mucho en encontrarlo a escasos metros de la celda de Pietro, seguramente estaba asignado a esa área. Sabía que esa celda estaba vacía, pues su hermano estaría en el laboratorio y después tendría un entrenamiento tormentoso con Rumlow. Avanzó hacia Sergei sigilosamente, y antes de que éste volteara lo arrincona gracias a unos movimientos aprendidos en los entrenamientos. La expresión del chico es refleja miedo mientras la de Wanda se llena de seguridad.

—Ahora tú y yo vamos a tener una charla agradable— exclama a la vez que sus ojos se tornan escarlata, obligándolo a entrar a la celda de su hermano.

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Unas horas después llega Pietro a su celda, vigilada por el mismo recluta de la mañana. El mejorado se dispone a acostarse en la incómoda cama de cemento, cuando una voz muy conocida lo saca de sus pensamientos.

—Hola hermanito, ¿qué tal el entrenamiento?

—¿Wanda?— sus ojos se desorbitan escudriñando a la castaña —¿qué demonios haces aquí?— envuelve a su hermana en sus brazos y deposita un tierno beso en su coronilla.

La ojiverde se percata de las múltiples contusiones que presenta en el rostro y en los brazos, sin embargo él la tranquiliza recordándole su velocidad de curación.

—He averiguado algo... creo saber cómo develar la historia de mi Soldado— ante aquellas palabras Pietro no pudo evitar rodar los ojos —. Es decir, podemos saber realmente qué es lo que pasó con él, ¿acaso no te da curiosidad?

—... en realidad no mucha... pero te ayudaré— anunció no teniendo otra alternativa.

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N/A:

Les prometí que actualizaría pronto y aquí estoy de nuevo: dos capítulos en un día.
Se acerca el momento de la verdad... drama y suspenso, jeje.

[Sergei en multimedia]

M E M O R I A S   D E   S O K O V I ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora