23. Promesas.

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Los rayos del sol comenzaban a colarse en la habitación. Sintió un ligero peso sobre su cuerpo. Lentamente Bucky abrió los párpados y una sonrisa se formó en su rostro: todo era real. La castaña dormía sobre él con la cabeza en su pecho y las piernas entrelazadas con las suyas. El sentirla desnuda hizo reaccionar a ciertas partes de su cuerpo nuevamente. Su longitud rozaba con la entrada de ella; en respuesta Wanda despertó soltando un pequeño gemido.

—Buenos días sargento— exclamó con ese acento sokoviano que lo volvía loco. Lentamente se acercó a su rostro y devoró sus labios disfrutando del contacto que estos ofrecían. Poco a poco introdujo su lengua tornando esa muestra de afecto en una más pasional.

Ella deshizo el beso alejándose escasos centímetros del rostro del Soldado, reteniendo su mirada, verdes sobre grises. Bucky se sentía encandilado. Podría admirar esos ojos por toda la eternidad.

—Son buenos cuando estoy contigo— las comisuras de Wanda se elevaron esbozando una sonrisa, cerró los ojos y Bucky sintió el contacto de los dedos de la ojiverde en su cicatriz.

—¿Duele?— el pelinegro negó con la cabeza y depositó un casto beso en la coronilla de la chica. —Sabes... en 5 días es tu cumpleaños— aquello lo tomó por sorpresa. Él no era una persona que pusiera mucha atención en el calendario, mucho menos en aquellos detalles, pero el simple hecho de que ella lo recordará lo enterneció en gran medida —. Podríamos hacer algo especial ese día.

Tomó uno de los mechones castaños entre sus dedos de metal y lo colocó detrás de su oreja mientras que con su pulgar humano acariciaba la suave mejilla de la chica.

—Siempre y cuando lo pase contigo muñeca.— Paulatinamente volvieron a unir sus labios, acariciándose y acomodándose para fundirse en uno nuevamente. Bucky adoraba cada parte de ella, cada movimiento, cada caricia y la manera en como pronunciaba su nombre al llegar al climax.

—Me encantas...— pronunció con voz entrecortada causado por la agitación —. Podría permanecer dentro de ti toda mi vida.

Wanda se ruborizó y el Soldado la abrazó.

—Te amo tanto James— susurró. Acomodó su cabeza sobre el hombro humano y se relamió los labios. Posteriormente se separó de él y éste protestó. —Me daré una ducha.

—Te acompañó.

—No sargento, ambos sabemos lo que pasará si me acompañas.— le guiñó un ojo. Él refunfuñó, sin embargo la dejó levantarse. Intentó contener la risa al observarla claudicar conforme avanzaba. Sacó ropa del armario, agachándose y él aprovechó para contemplar la perfecta redondez de su trasero hasta que entró al baño y cerró la puerta.

Unos minutos después escuchó correr el agua de la regadera. Colocó sus brazos detrás de la nuca y se permitió recordar cada momento vivido con aquella atractiva castaña.

Instintivamente el rugido de su aparato digestivo le recordó que no había probado alimentos desde al menos hace 20 horas. Se colocó unos bóxers y salió con dirección a la cocina, visualizó un frutero y tomó una manzana la cual devoró en un santiamén. Esculcó el frigorífico y decidió intentar preparar algo. Tomó un sartén, batió unos huevos y los colocó en el sartén. Buscó una espátula pero para cuando la encontró, la mezcla se había pegado al sartén.

—¡Mierda!— Intentó despegarlos pero era demasiado tarde: su plan de sorprender a Wanda se había arruinado.

Escuchó una risita nerviosa.

—Tranquilo, yo me encargo— observó a la ojiverde con la boca abierta: llevaba un vestido azul marino con mangas 3/4 a medio muslo, ese vestido destacaba cada una de sus bien formadas curvas, y unos botines planos café oscuro. Los ojos grises se detuvieron en las largas piernas, deseando volver a tenerlas alrededor de su cintura. La chica carraspeó sacando aquellos pensamientos de la mente del sargento. — Yo preparo el desayuno.

M E M O R I A S   D E   S O K O V I ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora