24. Disyuntiva.

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"Pero te quise, y te quiero, aunque estemos destinados a no ser."
– Julio Cortázar.

Una enorme luna llena contrastaba con la negrura de la noche. Simon Williams llevaba conduciendo su Chevrolet Apache 1957 por al menos una hora y media hasta que finalmente llegó a su hogar: una pequeña pero muy cómoda casa que colindaba con la frontera con Rusia. En múltiples ocasiones había considerado cruzar esa frontera y establecerse en Rusia iniciando una nueva vida; sin embargo prefería continuar con el legado de su padre.

Era una pequeña organización conformada por veteranos de guerra y civiles comprometidos con reconstruir y embellecer aquel país que tantos años fue afectado por las acciones bélicas, así como involucrar y concientizar a las personas para llevar una vida más pacífica. Era lo que hacía falta, y gracias a su padre, la paz se estaba volviendo una realidad. Desde hace cuatro meses Simon y su grupo activista iniciaron la reconstrucción de una escuela, su escuela, en Novi Grad capital de Sokovia, que por muchos años estuvo abandonada. El esfuerzo llevado a cabo dio frutos y ahora estaba casi finalizada, entre sus últimas tareas estaba la de pintarla.

El regreso a casa siempre era agotador, pero la satisfacción era mucho mayor. Contaba con que una vez que su país volviera a su resplandor, regresaría a América a buscar a su madre y a su hermano mayor. Por el momento tendría que conformarse con aquella acogedora casa llena de memorias. La luz del porche estaba encendida. Aparcó su vieja camioneta en el cobertizo y se decidió a entrar. Al abrir la puerta escuchó una la melodía de una balada clásica mezclada con las risas de un hombre y una mujer. Una vez adentro se acercó al lugar de donde provenían las risas y se sorprendió al ver a sus invitados bailando aquella pieza a un buen ritmo y llenos de entusiasmo, quienes no se percataron de su presencia hasta que cruzó el pasillo.

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--Williams—exclamó el pelinegro con voz grave

--¡Simon! ¡Llegaste!—Wanda corrió a abrazar a sus anfitrión pero se detuvo al instante –Estás lleno de pintura.

--Si, creo que necesito una ducha—la castaña rio

--Debes morir de hambre—lo tomó por un hombro haciendo que sus miradas se cruzaran, el ojiverde asintió –, James me ayudó a cocinar, cuando salgas de tu relajante baño ven a cenar—le ofreció una sonrisa sincera y un instante después se dirigió a su habitación para tomar la mencionada ducha.

Con su cuerpo bajo el agua caliente no pudo evitar darle vueltas a la escena que acababa de presenciar. Ver a Wanda feliz lo complacía de sobremanera - muy a su pesar- no podía evitar sentir una punzada en el centro de su pecho, la cual se instalaba en la boca de su estómago. Por muchos años intento mantener sus sentimientos ocultos, a salvo; pensó que ya la había superado pero en el instante en el que regresó todo se fue a la borda. Si tan sólo hubiera regresado sin compañía... pero ahora ella estaba con alguien más, perdidamente enamorada y no era de él. Nuevamente tendría que guardarse sus sentimientos para él mismo.

Una vez fuera de la ducha se apresuró a secarse, vestirse y arreglarse un poco. Para cuando salió descubrió a Wanda con unos jeans, un sweater rojo y unas botas estilo militar negras. Estaba sola. La observó un breve instante: parecía ansiosa, caminaba de un lado a otro exhorta en sus pensamientos. Sigilosamente se acercó a ella, murmuraba unas cuantas palabras incomprensibles, para cuando la tenía a escasos pasos de él pudo notar su rostro pálido cubierto de lágrimas.

--¿Wanda? ¿Qué ocurre?—la castaña se giró sobresaltada

--¡Simon!—su voz sonaba quebrada, tratando de ahogar un sollozo. Rápidamente pasó sus manos por sus mejillas limpiándose las lágrimas y con pasos rápidos se dirigió a la cocina seguida por Simon Williams.

M E M O R I A S   D E   S O K O V I ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora