25. Etéreo.

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Aún con su 1.90 de estatura, se sentía muy pequeño en comparación con los enormes edificios new yorkinos, los cuales en ese momento lo protegían de la ventisca. La nieve cubría todo a su alrededor: calles, carros, edificios; y amenazaba con continuar así por lo que apresuró su paso a largas zancadas.

Agradecía mentalmente a Wanda por haberle advertido de la tormenta que se aproximaba y haber tomado las precauciones necesarias ataviándose con un grueso abrigo, gorro y un par de guantes. Finalmente llegó al edificio que tanta felicidad le había dado en sus últimos 5 años. Una vez dentro del elevador se deshizo de sus guantes y presionó el número 12, mientras otras 3 personas se adentraban a éste.

—Sr. Barnes— saludó amablemente una mujer de edad avanzada con una amplia sonrisa.

—Buen día señora Smith— devolvía el pelinegro. Un cambio drástico de temperatura llegó junto con una alegre melodía instrumental. Las puertas se abrieron en el piso 8, dando salida a una familia de tres.

—Feliz Navidad— exclamó el esposo a modo de despedida. James sólo hizo un movimiento de cabeza con una muy ligera sonrisa. Cuando llegó a su piso dirigió las mismas palabras a los que quedaban en el elevador y salió de prisa para dirigirse a su apartamento.

Insertó la llave, giró el pomo y al abrir la puerta no pudo evitar sonreír. Ese pequeño lugar era cálido y en ese instante sonaba "Santa Claus is coming to town". Pronto sus fosas nasales percibieron un delicioso aroma. El sentimiento de paz y felicidad lo inundó, pues había llegado a su hogar... sitio que lo hacía olvidar su pasado, un pasado que parecía un recuerdo muy lejano, casi inexistente.

—Cariño, al fin he llegado— informó al tiempo que se quitaba el gorro y acomodaba su ahora corto cabello negro entre sus dedos.

—¡Papi!— una pequeña niña pelinegra corría a los brazos del ex soldado. Era la viva imagen de James Buchanan Barnes, a excepción de los ojos que eran de una hermosa tonalidad verdosa.

—Hola princesa— se acuclilló ante la niña de 4 años y la tomó entre brazos llenándola de besos y causándole risas incontrolables —, ¿dónde está mami?

—Está en la cocina —susurró como si se tratara de un secreto.

Lentamente la dejó en el suelo, metió una mano en la bolsa secreta de su abrigo y sacó una caja de regalo entregándosela a la niña quien la recibió con una gran sonrisa y en poco tiempo desgarró toda la envoltura.

—¡Wooow! ¡Gracias papi!— la chiquilla abrazaba con ilusión una muñeca, causando en su padre una expresión de gran satisfacción.

—Ya veo que el señor Claus no pudo esperar para enviar el regalo de Anna...— Wanda Maximoff observaba la escena con ternura desde el marco de la ventana de la sala, sin embargo negaba con la cabeza a modo de reproche. James colgó su abrigo en el armario del recibidor.

—No puede reclamarme nada Sra. Barnes— el pelinegro se aproximó a la castaña depositando un casto beso en sus labios —... ¿cómo está mi pequeñín?— pronunció al momento que acariciaba el abultado vientre de 27 semanas de su esposa.

—Muy activo, creo que está emocionado por la Navidad.

Bucky la observó embelesado. Wanda conservaba esa belleza jovial con la que lo había enamorado perdida e irremediablemente. Esa mujer le había aportado los mejores momentos de su vida. Era verdad que su relación había iniciado de manera clandestina y poco convencional, pero si volviera a nacer indudablemente la elegiría a ella nuevamente.. Siempre supo que era ella, que sólo ella podía hacerlo sentir en plenitud y que era ella con quien quería estar por el resto de su vida. Ella le pertenecía y él a ella, y como prueba de ese sublime amor estaban sus hijos: una bella niña y un varoncito que estaba por llegar.

La cena navideña le pareció exquisita, otro punto a favor para su ojiverde. Mientras su pequeña hija se quedaba dormida viendo una de las típicas películas navideñas, él lavaba los trastes y Wanda aprovechaba para hacer sonar un toca discos que adquirió en una tienda de antigüedades. Música de los años 40 comenzó a sonar logrando que el ex sargento concluyera velozmente su labor y tomará entre brazos a su esposa y comenzarán a moverse al ritmo de la canción.

Wanda colocó su cabeza en el pecho varonil inhalando su aroma y llenándose de el, cuando elevó su cabeza lo descubrió contemplándola con ternura, logrando ruborizarla.

—¿Tengo algo en el rostro?— Bucky negó con la cabeza.

—Eres la chica más hermosa— le confirmó —. Me encanta cuando te sonrojas, y más si soy yo el causante— se acercó más a ella y besó su mejilla.

—A pesar de los años no puedo evitarlo— soltó una risita nerviosa —... Te amo James— expresó manteniéndole la mirada.

—Y yo a usted Sra. Barnes— juntó sus labios con los de ella, moviéndolos a un ritmo lento y suave, acelerando poco a poco y tornando la acción más apasionada hasta lograr que sus lenguas lograran un baile candente.

—...Anna— murmuró Wanda con su labio inferior entre los de su marido. Quien con una mueca de decepción se separó de ella y con largas zancadas se dirigió a la sala, apagó el televisor y tomó entre sus brazos a la pequeña.
La acomodó en su habitación con la muñeca nueva, la cubrió con su manta de dibujos animados.

—Feliz Navidad princesa— susurró y besó su frente. Cerró la habitación y corrió en busca de su castaña.

Cuando la encontró retomó los movimientos realizados en la cocina no pudiéndose contener. Llegaron a su habitación y con sumo cuidado la colocó en la cama. Poco a poco se despojaron de sus ropas e hicieron el amor. James la tomó entre sus brazos, aún unidos, y la cubrió con las sábanas. Sus respiraciones agitadas retomaron el ritmo normal y el cansancio tomó el control del cuerpo del ex soldado.

Un ruido lo hizo estremecer, despertándolo. Al abrir los ojos aún estaba oscuro y un escalofrío recorrió su columna vertebral; se incorporó y se percató de que estaba sólo en una habitación que tardó en reconocer. Wanda no estaba en la cama con él, nunca habían llegado a Nueva York, ni mucho menos había formado una familia con la mujer que amaba. ¿Qué demonios? ¿Dónde está Wanda?.

Pasó sus dedos por su cabello largo y con desesperación se levantó de la cama. No le importó salir sólo en bóxers, necesitaba encontrar a Wanda, quizá fuera ella la fuente del sonido que lo despertó de aquel maravilloso sueño... aunque un mal presentimiento llegó súbitamente.

La única fuente de luz provenía del recibidor y encontró a su anfitrión colocando unas llaves en la diminuta mesa ahí colocada, dando a entender que acababa de llegar. Parecía absorto en sus pensamientos, y en cuanto se percató de su presencia se quedó estupefacto. Su expresión no traía nada bueno y eso alarmó a Bucky.

—¿Dónde está Wanda?

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N/A:

Hey!!!
Aquí nuevamente yo. Lamento mucho la tardanza, de verdad. Prometo no tardar tanto la próxima vez, ya se acerca el final de esta historia y no quiero hacerlos esperar tanto. Reiteró mi agradecimiento infinito hacia todos mis queridos lectores, sin ustedes esta historia no tendría mucho sentido. Son ustedes quienes me inspiran a continuar escribiendo y créanme que seguiré haciéndolo aunque quizá me tardé más de lo esperado. Si les gustó no olviden regalarme sus votos y/o algún comentario, créanme que me harían muy pero muy muy feliz.

Este capítulo quiero dedicarlo a berry_traveler  y a PamelaPortugalPozo, espero que disfruten su lectura.

M E M O R I A S   D E   S O K O V I ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora