Capítulo 11

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Intentó descartar la idea por completo, aquello no podía ser, ¿qué probabilidad había de que ella pudiera estar embarazada? Era una mujer mayor y ya su tiempo de tener hijos había pasado, bueno quizás no del todo pues seguía teniendo su periodo mes tras mes pero cada vez más escaso, así que consideraba que las posibilidades eran demasiado bajas, casi imposibles. Le pareció hasta ridículo pensar en esa idea.

Sin embargo ahora no podía sacársela de la cabeza.

Se puso de pie sintiendo todavía un poco de malestar en su estomago, recordó como se había sentido mal en la mañana y luego apenas un rato antes cuando probó aquel pastel. Ella no solía ser una mujer que se enfermara mucho, rara vez había tenido que ir a un médico, a excepción de sus embarazos y cuando debía hacerse un control rutinario. Se miró al espejo inspeccionando su rostro, su cuerpo, sí, era cierto que estaba bien conservada, no podía negárselo a si misma, pero ya era mayor, tenía un hijo grande, pensar en la posibilidad de verse con una panza de embarazada la asustaba un poco, aquello voltearía su vida por completo y no sabia si estaba preparada para un cambio así a estas alturas de su vida.

—No, esto es imposible. No sé por qué estoy pensando en algo así. De seguro es un simple malestar que se me va a pasar pronto. —respiró hondo aun mirándose al espejo e intentando borrar de su mente todos aquellos pensamientos, que según ella eran absurdos.
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Mas tarde Victoriano despertaba en su habitación, cuando se quedó dormido Inés estaba a su lado, pero ahora sintió el espacio de la cama frio indicándole que ella se había ido. Se incorporó y se frotó los ojos, le hacía falta echarse ese par de horas de sueño, había tenido un día de muchas emociones, primero lo del engaño de Deborah y luego descubrir que había tenido un hijo con la mujer de su vida pero que ese hijo estaba muerto. Se levantó y se dirigió al baño, se dio una ducha porque la estaba necesitando, sentía que todo su cuerpo estaba en tensión y necesitaba relajarse. Salió minutos después con su pijama, ya no tenía intenciones de bajar, ni salir de su cuarto, lo único que quería era dormir un poco mas y soltar toda aquella carga de verdades que le había caído encima en un solo día.

Sólo le estaba haciendo falta una cosa para para estar en paz. Su morenita. La única que a pesar de todo podía calmarlo en los momentos de angustia, la única que le brindaba tranquilidad en medio de la tormenta, ella su refugio y su fiel compañera, en todos los sentidos.

Y como si la hubiera llamado con el pensamiento Inés entró por la puerta.

—Ah ya despertaste, que bueno porque mira lo que te traje. —venia con una bandeja en las manos. —Supuse que ya no querrías bajar a cenar pero tienes que comer, así que te traje algo muy rico.

Él sonrió sin dejar de mirarla. ¿Cómo no amar a esa mujer? Siempre tan atenta con él y con todos, si había algo que amaba de Inés era el gran corazón que tenía.

—¿Cómo te sientes? —se acercaba luego de soltar la bandeja en la cama y lo besaba en los labios.

—Mejor, gracias al té y a los analgésicos que me diste. La cabeza estaba a punto de reventarme pero estoy un poco mas tranquilo, me acabo de dar un baño.

—Sí, lo noté. —le acariciaba el cabello mojado. —Ven comete algo mi amor.

Se sentaban juntos en la cama.

—Gracias mi morenita.

—¿Por qué me das las gracias?

—Porque siempre estás a mi lado ayudándome a sentirme mejor aun en los peores momentos. —le besó las manos sin dejar de mirar sus hermosos ojos.

—Bueno, en esta ocasión yo soy un poco responsable de que te sintieras mal y estés triste. Debí hablarte con la verdad hace mucho. Perdóname por no haber tenido el valor para hacerlo en su momento.

TAN LEJOS Y TAN CERCA... SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora