Capítulo 18

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Después de cerciorarse que Alejandro se había marchado, Victoriano entró a la casa hecho una furia seguido de Inés y los muchachos. Ingresó dando gritos, ordenándole a medio mundo que no dejaran entrar a San Román a la hacienda y pegando portazos. Inés lo miraba sorprendida, sabía lo agresivo que podía ponerse Victoriano cuando se enfurecía pero hacia tiempo que no lo veia comportarse tan violento.

—Papá ya basta, no tienes porqué ponerte así, cálmate. —le pedía Diana.

—No me calmo porque no puedo creer que tú te hayas atrevido a salir con ese hombre y a meterlo a esta casa siendo ahijado de quien es.

—Eso no tiene nada que ver papá, el que Alejandro sea su ahijado no lo convierte en una mala persona.

Victoriano caminaba de un lado a otro enfurecido, los jóvenes e Inés presenciaban la escena.

-Claro que sí porque es su familia, se ha criado con él… —de repente calló, miró a Emiliano. —Es diferente muchacho, tú… tú te has criado con tu madre, en esta casa y aunque en su momento sé que me comporté mal contigo, yo confío en ti.

Emiliano asintió en silencio abrazando a su madre.

—Pero en Alejandro San Román no. —volvía a levantar la voz. —Saberme que intenciones tenga, estoy casi seguro que llegó a esta casa gracias a Loreto, para destruirnos y dañar a nuestra familia.

—Estas muy equivocado. —Diana lo enfrentaba. —Y de una vez te digo que yo no voy a dejar de verlo, voy a seguir con él aunque te opongas.

Victoriano apretó los puños lleno de rabia, le gustaba controlarlo todo, pero él mismo había criado a sus amazonas con carácter y sabía que no iba a poder controlar las decisiones que ellas tomaran.

—Mas te vale que lo dejes Diana, no quiero a ese hombre cerca de esta familia.

—Bueno ya, estás siendo muy injusto Victoriano. —lo enfrentaba Inés quien hasta ahora había permanecido callada.

—¿Lo defiendes? Tú apenas lo conoces Inés, ¿por qué intervienes por él?

—Porque siento que es un buen muchacho y porque creo que no tienes derecho a juzgarlo sólo por ser ahijado de Loreto.

—¿Tú lo sabías hace tiempo, cierto? Y no me habías dicho nada… —la miró muy molesto, Inés lo enfrentó con la mirada, Victoriano estaba exagerando, estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua.

—Pues sí lo sabía pero no te dije nada porque mira como te pones, por esto mismo Diana tampoco te dijo nada.

—Es cierto papá, ¿cómo esperabas que te lo contara si tú no escuchas, sólo gritas y te enojas?

—Sólo estoy tratando de protegerte hija, como en su momento lo hice también con Casandra.

—Sí y te equivocaste papá porque al final Eduardo resultó ser un buen hombre y no buscó vengarse de ti como lo hizo su madre. —se defendió Casandra.

—¿Ya ves papá? Tú también te equivocas, y lo estas haciendo con Alejandro también.

—Yo sé que tengo razón en desconfiar de ese hombre.

—No, no la tienes y algún día te vas a dar cuenta pero mientras yo no quiero seguir aquí con un padre que no escucha razones.

—Diana, ¿de que hablas? —preguntó Inés nerviosa.

—Me voy de la casa nana. —se acercaba a ella para tomarle las manos. —Perdóname yo no quiero darte preocupaciones pero es muy injusto lo que mi papá está haciendo, no debió correrlo así, ni tratarlo como lo hizo, yo no quiero alejarme de Alejandro sólo porque él no puede aceptarlo y prefiero irme… —miró a su papá una vez mas antes de subir corriendo las escaleras.

TAN LEJOS Y TAN CERCA... SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora