Capítulo 27

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La ceremonia comenzó, los futuros esposos se presentaron ante Dios frente aquel altar y se persignaron dando las gracias en silencio.

El padre dio inicio a la misa dando paso a la lectura, y luego procedió a realizar el protocolo correspondiente para casarlos.

La felicidad reinaba en aquella capilla, habían sido demasiados años de espera, y ahora que finalmente lo estaban viviendo, parecía como un sueño hecho realidad.

...
Al fin la pregunta mas importante de sus vidas hizo acto de presencia.

—¿Inés Huerta, aceptas a Victoriano Santos como tu legítimo esposo, para amarlo y respetarlo, en lo próspero y en lo adverso, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

—Sí padre, acepto. —contestó Inés con la emoción a flor de piel. Una amplia sonrisa se asomaba en su rostro, sus ojos no rompían el contacto con los de Victoriano. Él también le sonreía con esa complicidad que los caracterizaba.

—¿Y tú Victoriano Santos, aceptas a Inés Huerta como tu legítima esposa, para amarla y respetarla, en lo próspero y en lo adverso, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

—Sí padre, claro que la acepto. —le sonrió al tiempo que sentía su corazón latir frenéticamente producto de la emoción.

Recibieron los anillos y procedieron a intercambiarlos. En ningún momento perdían el contacto visual, estaban perdidos en los ojos del otro, expresándose de alguna manera con la mirada lo mucho que se amaban.

—Victoriano recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad... —se lo colocó en el dedo correspondiente, su mirada estaba nublada por las lagrimas de felicidad que amenazaban con salir.

—Inés recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad. —repitió el proceso previo de ella, y al igual que su morenita los ojos se le humedecieron.

Luego intercambiaron también las arras y se les fue colocado el lazo.

El sacerdote pronunció las ultimas palabras de la lectura y finalmente los declaró unidos en matrimonio.

—En el nombre de Dios los declaro marido y mujer. Que lo que Él ha unido en el cielo, no lo separe el hombre en la tierra.

Victoriano e Inés se sonrieron mutuamente mientras permanecían tomados de las manos.

Cuando él recibió la aprobación se acercó a su ahora esposa para besarla no sin antes pronunciar un «te amo» contra su boca.

Los invitados estallaron en aplausos, mientras el recién declarado matrimonio Santos se besaba con todo el amor que llevaban dentro.

Salieron de la capilla tomados del brazo y ahora sí con la cabeza en alto porque eran oficialmente un matrimonio, ante las leyes de Dios y de los hombres.

Afuera pasaron a la mesa ya preparada y designada para los esposos, los invitados aplaudían, chiflaban y gritaban palabras de felicitación.

Inés vio como sus pequeños comenzaban a inquietarse en brazos de las muchachas, tomó a Isabella quien lloraba con fuerza, tan pronto la cargó, la pequeña se tranquilizó. Victoriano Jr. no lloraba pero se removía inquieto en los brazos de Diana, cuando su padre lo tomó para llevárselo con él, éste se calmó.

Se sentaron en su mesa cada uno con un bebé en brazos. Los demás los miraban con ternura.

Ahí estaban los recién casados con sus hijitos y se veían realmente hermosos, sin duda esos bebés eran su adoración y la alegría de la casa.

TAN LEJOS Y TAN CERCA... SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora