Epílogo

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Un lujoso auto se estacionó en la hacienda Las Dianas, justo en frente de la entrada de la casa. Un par de tacones se vieron asomarse cuando la puerta del mismo se abrió.

Una mujer de cabello oscuro bastante bien conservada a pesar de los años transcurridos se bajó por el lado del conductor.

Arreglada elegantemente, ataviada en un vestido formal de oficina, con el cabello y el maquillaje impecable, Inés cerró la puerta del auto y se dirigió a la entrada de la casa.

Dos adolescentes de cabellos rubios y ojos verdes se bajaron detrás de ella, cada uno con un celular en la mano parloteando entre ellos cosas de tecnología y aplicaciones que a decir verdad Inés no entendía ni la mitad.

Y es que sus hijos Victoriano e Isabella ya no eran unos niños chiquitos, tenían trece años, casi por cumplir los catorce y se encontraban entrando a esa etapa de la adolescencia donde se la pasaban pegados al celular y a la computadora todo el día.

—¿Papá no ha llegado? —preguntó Isabella cuando entraban ya a la casa.

—Pues a menos que haya venido volando, no creo, su camioneta no está ahí afuera mensa. —le decía Victoriano.

—Menso tú…

—No empiecen a discutir por Dios.

—Pues dile que no me diga mensa mamá. —se quejaba la niña.

—Chillona. —decía su hermano riéndose.

—No le digas mensa Victoriano, y ya no discutan por tonterías. Que a veces todavía se comportan como si tuvieran cinco años. Y respondiendo a tu pregunta Isabella, no, tu papá no ha llegado mi amor. Cuando salí de la procesadora para ir por ustedes a la escuela me dijo que tenía todavía algunas cosas que hacer y que vendría mas tarde.

—Quiero enseñarle mis calificaciones.

—Yo también ma.

—Su padre va a estar muy orgulloso, al igual que lo estoy yo de los dos. Son tan inteligentes mis bebés. —Inés los abrazaba apretándolos a los dos, los muchachos se quejaban.

—Mamá ya no somos unos bebés.

—Para mí siempre lo van a ser.

—Oye mamá, hoy en la noche algunos amigos de la escuela van a ir al cine para celebrar las buenas calificaciones y nos invitaron a Vico y a mí. ¿Podemos ir?

—Pues por mí saben que sí, yo les doy permiso pero saben que tienen que preguntarle a su padre también.

—De seguro al menos a mí no me deja ir. Siempre a Victoriano lo deja salir pero a mí no por ser niña. —se quejó Isabella.

—No digas eso mi vida.

—Es la verdad mamá, papá es muy celoso conmigo, no me deja ni invitar amigos niños a la casa cuando hacemos un grupo de estudio.

—Bueno tú padre es un poco celoso sí, pero es sólo porque quiere cuidarte. Sabes que es igual con tus hermanas aunque ya sean mujeres hechas y derechas, casadas y con hijos.

—A las mujeres hay que cuidarlas mamá, por eso.

Inés se echó a reír e Isabella puso los ojos en blanco por el comentario de su hermano.

—Todos los hombres de esta familia son iguales, se creen que nosotras necesitamos que nos cuiden cuando la mayor parte del tiempo son ustedes los que necesitan cuidados y mimos por parte de nosotras.

—Bueno mi papá dice eso, que tenemos que protegerlas. Por eso deberían pensarlo antes de darle permiso a Isa de ir al cine… porque va el chavo que le gusta.

TAN LEJOS Y TAN CERCA... SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora