Capítulo segundo.

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Me miraba en el reflejo del espejo de la clase de danza, estábamos practicando para el festival que se haría dentro de dos meses.

-No es así el paso, Valery -dijo mirando fijamente a aquella alumna- Lizzy, muéstrale como se hace.

Sin rechistar, me puse delante de ella, pero un poco más a su izquierda para que pudiera calcar mis pasos y me dispuse hacer el paso.

-Te será más fácil si te apoyas en el talón derecho -le aconsejé cuando veía que no podía realizar la vuelta que contenía el paso. Después de cinco intentos, le salió.

-No fuerces tu cuerpo, deja que fluya conforme a la melodía -dije antes de volver a mi posición.

-Muchas gracias Lizzy, este año será brillante para ti -comentó la profesora antes de volver a pones la canción y hacer que repitamos la coreografía entera.

Después de media hora, la clase acabó y yo me fui directa a beber agua, necesitaba hidratarme.

-gracias por el consejo y ayudarme en el paso -Dijo una voz tímida a mis espaldas, me giré y vi a Valery, la chica a la cual había ayudado en clase. Ahora no llevaba un pantalón de deporte y una camiseta algo sudada, ahora llevaba un vestido con estampados de flores, un vestido muy bonito para mi opinión.

-No hace falta que me des las gracias, ha sido un gusto ayudarte -Le sonreí.

La verdad es que el resto de la clase la estuve observando, y ¡vaya! ¡Ella también sabía moverse!

Recogí mis cosas una vez había terminado de hablar con Valery y me dispuse a irme a mi casa.

Con los audífonos puestos en los oídos y al máximo volumen, comencé mi camino.

Y como si yo no tuviera control de mi cuerpo, comencé a moverme al ritmo de las canciones, pasaba por la plaza, y vi mucha gente parada en un círculo viendo algo, y mis pies me arrastraron hasta allí.

Me fije bien, y había un gran reproductor de música con unos altavoces enormes. Quité los audífonos de mis oídos y presté atención a los que bailaban encima del cartón.

Mi sueño secreto siempre había sido ser una de esas bailarinas callejeras, pero me conformo con mis clases de baile.

-Venga, ¿Quién se anima a bailar? -Preguntó un chico.

De un momento a otro, yo estaba en medio del cartón porque un señor me había empujado  ¡Qué vergüenza!

-Hui, aquí tenemos a alguien, haber muéstranos tus pasos -dijo una chica, a la cual nunca había visto. Llevaba unos pantalones algo rotos, un top rojo que apenas cubría su estómago y cubierta por una chaqueta de color negro con el símbolo de ‘Adidas’.  

Se notaba que pertenecía a una banda de baile.

Siempre he querido formar parte de esas bandas en las que todos los miembros vestían con el mismo estilo, y bailaban en concursos callejeros. Pero mi madre dice que esas bandas no existe, y que si por alguna casualidad existiera, jamás pertenecería a una, ya que según ella: ‘es muy peligroso’

No sabía qué hacer, tenía dos opciones: una, bailar y ver si sirvo para esto, o dos, huir mientras quedo como una gallina.

Decidido.

Me quedo con la uno.

Así que sin más, comencé a moverme con el ritmo de la música desconocida para mí. Veía como la gente aplaudía, y miraban divertidos, yo solo reía sin poder parar. Esto sí era vida.

Mezclaba movimientos rápidos y lentos, suaves y fuertes, sensuales pero rudos, me sentía como en mi casa.

-Valla, eres buena, ¿estás en alguna banda? -preguntó un chico alto, con ojos negros.

-No, bueno, voy a clases de bailes -dije entrecortadamente después de haber bailado.

-Eres buena, llegarás lejos.

Le sonreí con agradecimiento, cogí mi mochila que se encontraba en una esquina del círculo que se había formado, sonreía a todos los que seguían aplaudiendo, puse mis audífonos de vuelta en mis oídos, y me dirigí a casa con la mayor sensación que había sentido jamás.

¿De verdad era buena en esto? Me preguntaba yendo a casa. No sé si era buena, pero desde los cinco años bailo, supongo que algo se me ha tenido que quedar.

Llegué a mi casa, y como de costumbre, mi madre no estaba. No me molestaba que no estuviera aquí para cuando yo llegará, se que ella no está aquí porque trabaja para poder tener lo mejor.

La tarde pasó entre melodías y coreografías. Como a mí me gustaba.

Sobre las once me fui a dormir, no me gusta ir a la cama pronto ya que podía pasarme horas despierta y mirando al techo o dando vueltas en la cama sin poder dormir.

Sweet DanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora