Capítulo cuarto.

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Rayos de sol entraban  por mi ventana e impedía que volviera a dormir. No había nada más odioso –para mí- que levantarse un sábado a las nueve, y luego no poder volver a dormir.

Antes de levantarme, me estiré en la cama. Mi espalda estaba algo adolorida por una caída tonta, aunque eso no podía impedir que mañana me presentase a la primera competición de la temporada. Estaba más que preparada para competir.

Cuando más o menos estuve más despierta me levanté de la cama para dirigirme al baño hacer mis necesidades.

Hoy tendría un día muy ajetreado.

Primero tendría que ir al hospital en el cual mi madre trabajaba para hacerme un chequeo necesario para la academia. Aunque dentro de tres días nos iríamos a un país desconocido para mí y no asistiría más a aquella academia, supongo que también me serviría para mi próxima academia.

Después tendría que ir a casa de mi tía a por mi prima, hoy se quedaría a mi casa a dormir ya que ella a cada una de mis competiciones iba. Sin perderse ninguna.

Y, por último cuando ya haya recogido a mi prima, iríamos al mercado a comprar algunas cosas que hacían falta en casa, y luego nos acercaríamos  al centro comercial para comprar alguna que otra cosa que necesito para el festival

Cuando terminé de repasar mentalmente todo lo que tenía que hacer, me dirigí a mi armario a vestirme. No me gustaba desayunar con el pijama puesto.

Desayuné en tiempo record gracias al reloj que teníamos en la pequeña cocina, sentía como cada segundo que pasaba el reloj canturreaba: ‘Lizzy llegará tarde’.

Cogí mi móvil, los auriculares y las llaves de nuestra casa, y me dispuse a ir al hospital.

[…]

-Hola mamá-saludé cuando entre a la consulta de mi madre- ¿Qué tal el día?

-Hola cariño- dijo ella mientras se acercaba para darme  un beso en la frente- algo ajetreado, ¿Y tú? ¿Cómo has amanecido?

-Mal, ayer se me olvidó cerrar la cortina y hoy me he despertado a las nueve- hice un puchero.

-Da gracias que no te he llamado yo- contestó mi madre con un notable humor- bueno, venga. No tenemos todo el día.

Sin decir más me senté en la camilla y me remangue la manga de la sudadera par que pudiera hacerme el análisis de sangre.

Aparté la mirada al sentir como extraía sangre. La sangre no era un gran amigo mío.

Después de media hora, terminó el chequeo y se despidió de mi con su típico: ‘cuídate hija’ y su eso en mi frente.

Salí de la consulta de mi madre y me preparé para ir a casa de mi tía.

En el camino volví a pasar por el parque, y sonreí al darme cuenta que estaban allí los bailarines para los cual bailé.

Llegué después de diez minutos.

Toqué al timbre y me contestó la voz de mi tía.

-Tía, dile a Daisie que baje. No tenemos todo el día- contesté al aparato que me comunicaba con mi tía.

-Sí, ya baja.

Me quedé a un lado del portal, y mi canción favorita –para bailar- comenzó a sonar.

‘Talk Dirty’ de Jason Derulo resonaba por toda mi cabeza, y como muchas otras veces, comencé a bailar.

Ahora no existía el mundo, tan solo yo, y la música.

La gente pasaba por la calle y me miraba. Pero no me importaba.

Terminó la canción y oí unos aplausos, al girarme me di cuenta de que mi prima estaba ahí y no faltaba su sonrisa.

-¡Atención! ¡Aquí tenemos a la mejor bailarina del mundo! -Gritó mi prima a los cuatro vientos. Cosa que causó que muriera de la vergüenza ya que pasaba un chico que asistía a mi colegio. Daba gracias a que estuviéramos en vacaciones.

Sweet DanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora