De nuevo me tocaba madrugar, ¿Por qué el instituto tenía que ser por la mañana? ¿Era muy difícil inventarlo por las tardes?
Juro que algún día me vengaré de la persona que lo inventó.
-Hija, ¿Estás despierta?-preguntó mi madre después de dar tres golpecitos en la puerta.
-Sí mamá, estoy despierta-contesté.
No me gustaba nada ir al instituto y menos hoy, después de lo que pasó con el rubio.
-Flashback-
-¿Por qué me besas?-preguntó una vez nos hubimos separados.
-¿Qué dices? Yo no te he besado has sido tú quien me ha besado-contesté confundida por su actitud
-Oh, yo no te estoy agarrando del cuello-se burló. Quité rápidamente mis manos de su cuello. Genial, bonita la hora para sonrojarme.
-Yo no te he besado-repetí- como mucho, nos hemos besado los dos.
-¡JA! Eso no te lo crees ni tú-pausé- yo jamás te besaría.
¿Qué? ¿Entonces? ¿Por qué mierda me ha besado?
-¡¿Entonces por qué mierda me has besado?!-grité.
-Qué no te he besado-volvió a pausar- y si por algún caso te beso, espero que no te hagas ilusiones, las relaciones serias no me van. Y menos con personas como tú.
No aguanté más y le estampé mi mano derecha en su mejilla izquierda, causando que tuviera que girar la cara a causa del golpe. No me arrepentí.
-Sí no te gusta besar a personas como yo, no lo hagas-contesté muy fría- para ti, definitivamente estoy muerta, ¿Me oyes? No me pidas perdón, porque no lo tendrás. No me mires, no me hables, no respires cerca de mi aire-pausé-porque para mí de hoy en adelante, estás muerto-finalicé. Me di la vuelta para irme, pero noté una mano en mi muñeca-Eso también incluye que no me toques-me deshice de su agarre sin mirarlo y caminé hasta la salida.
Sin darme cuenta, tenía la vista nublada a causa de las lágrimas y una de ellas bajaba lentamente por mi mejilla izquierda.
No tenía que llorar por un idiota como él. Pero me ha hecho daño.
-Fin del Flashback-
Lo odio.
Lo odio porque es rubio.
Lo odio por su actitud hacia mí.
Lo odio por lo que me hace sentir.
Lo odio tanto.
Me levanté de mi cama y me dispuse haber mis necesidades para después poder ponerme el ‘precioso’ uniforme.
-Mamá, ¿Me dejas el coche?-le pregunté mientras me sentaba para poder desayunar con mi madre.
-Claro hija, hoy vendrá una amiga del trabajo a por mí.
Le sonreí y terminé mi desayuno. Cogí mi mochila con las correspondientes asignaturas y salí dispuesta a meterme en el auto.
Conduje hasta el instituto y estacioné en la primera plaza que vi libre, no tenía muchas ganas de mirar cual era el mejor aparcamiento.
Entré al instituto después de asegurarme de haber cerrado bien el coche, no quería que mi madre me matara por que le hayan robado su precioso auto.
-Mierda-susurré al darme cuenta de que el rubio estaba en la puerta de la entrada.
Caminé un poco insegura hasta la entrada y entré en el colegio pasando por al lado de Niall y sin mirarle.
-Espera, espera-oí que una voz –conocida- gritaba a mis espaldas.
No le hice caso. Seguí como si nada. ¿Cómo tiene la cara tan dura de hablarme después de lo que paso?
-Se que estás enfadada conmigo, y lo sie…-empezó a decir.
-Cállate-le corté-ni se te ocurra pedirme perdón. No malgastes tu tiempo en personas como yo.
-Sí, pido perdón porque lo que dijo estaba mal, muy mal, pero…-se rascó la cabeza al darse cuenta de que no tenía una excusa.
-Pero te dio vergüenza admitir que besaste a una chica como yo, ¿No?-pausé-con una chica suelta-finalicé más fría que un hielo.
Caminé hacía mi primera clase del día. Genial, historia.
[…]
-Por favor, perdóname-suplico por decimoctava vez. ¿Qué parte de ‘No te voy a perdonar’ no entiende?
Nos encontrábamos en el auto de mi madre ya que en un despiste el rubio se había subido y se había negado a bajar.
Seguí sin hacerle caso, como las últimas diez veces.
Era cansino, muy cansino.
-No pararé hasta que no me perdones-volvió a decir-Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento…
-¡Cállate!-le grité- ¿Si te perdono te callas?-pregunté con un enfado presente.
-Sí, pero me tienes que perdonar-volvió a decir. Se preparó cogiendo aire para volver a repetir la misma frase, pero lo detuve antes de que volviera a empezar.
-De acuerdo, te perdono-le dije entre dientes.
-¡Gracias!-gritó mientras me abrazaba-te juro que no volveré a decirte nada.
Perfecto, ¿Solo ha dicho que no me diré nada, verdad?
Por lo menos no ha dicho que no me volverá a besar.
La verdad moría por probar de nuevo esos labios.