"La muerte es una respuesta que ya no regresa y el recuerdo de una vida sin vivir una huella que ya no se encuentra por ninguna parte", eso decía la nota que la pequeña Iris le entregó a Marcel aquella tarde de abril tan surcada por brisas de nostalgias ligeramente desleídas y por evocaciones que yo no ansiaban pertenecer al reino del recuerdo. Una nota que le entregó con el ánimo de comprobarle a su joven tío que ella podía comunicarse con algo o con alguien en un más allá, en algún lugar del cosmos donde pueden llegar a reunirse todas las estrellas fallecidas, en algún flujo agitado y turbulento de vida, o quién sabe si en las misteriosas entretelas de un alma capaz de cubrirlo absolutamente todo.
—Esa frase me la decían mis padres. En verdad tienes un don bastante curioso, Iris —dijo Marcel bastante sorprendido y mientras apuraba un sorbo de té que había preparado él mismo aprovechando que se encontraba en su salón de té inglés.
Para esas fechas hacía ya varios meses que aquella niña vivía con su tío, con aquel hombre que a pesar de que no superaba los veintitantos ya lideraba una organización clandestina dedicada a ciertas actividades al margen de la ley. "Que tu alma no llore más Iris, y que tu ser más interno no se aflija. Aquí estoy yo para llevarte conmigo. ¿Sabes una cosa? Nunca te dejare sola". Eso, en concreto, fue lo que Marcel Larkin le dijo a aquella niña esa fría y aciaga noche que fue hasta la casa de ella para darle algo de aliento, para decirle que todo estaría bien, para prometerle que algún día encontraría a los asesinos de sus padres y para llevársela consigo.
Ese día, o más bien esa tarde de horizonte ligeramente violeta en la cual él fue a por ella, unos hombres habían entrado horas antes a la casa de la pequeña niña y sin titubear asesinaron a sus padres.
—Tío, él me acaba de comunicar algo más, es decir, la voz que me habla —dijo Iris con un aire de seriedad más intenso de lo habitual.
Entretanto, una bella y silenciosa ópera de sombras trágicas y macabras bailaba con las instancias más incomprensibles de la significación humana. A su vez, el alma de la pequeña Iris también bailaba con todas las estaciones climáticas de la vida.
—Iris, quiero saber algo: ¿cómo se llama él o ella o quién sea la persona que te habla y te cuenta cosas que todo mundo desconoce?
—No puedo decirte. Él me ha pedido que le guarde el secreto.
—Está bien, no hay problema. Pero, qué es esa otra cosa que él te ha dicho para comprobarme a mí que él existe.
—Dice que con esta información tú ya no tendrás dudas de su existencia.
—Y ¿cuál es?
—Él dice que fuiste tú quien mandó a matar a mi mamá y a mi papá a causa de que ellos también mandaron a matar a tus papás cuando tú eras niño, y por eso fue que me acogiste, porque te remordía la conciencia de haberme quitado a mis padres.
Una extraña y fulminante suerte de hecatombe interior sacudió por completo a Marcel Larkin. Él sabía que estaba en medio de un momento decisivo. Sabía que ya no había espacio para la mentira.
—Debes estarme odiando por eso, ¿verdad? —dijo él.
—Él, es decir, la voz que me habla, me aconseja que no te odie porque mi camino está contigo.
—Y ¿tú qué opinas?
—Que no te odio. De hecho te quiero mucho tío.
—Y yo a ti, mi pequeña maga.
Del día en el cual tuvo lugar dicha conversación han pasado ya varias semanas, y nuevamente el señor Larkin se encuentra en su salón de té inglés junto a su sobrina y a otros cinco miembros élite de la Estrella del borde azul, una organización de mercenarios y asesinos a sueldo que, como bien pudimos decir brevemente líneas arriba, es liderada por el joven Marcel.
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De las inercias de la piel a un mar de constelaciones
General FictionUna hermosa chica que despierta totalmente desnuda en una oscura y lúgubre habitación sin saber a ciencia cierta por qué está allí, y una niña misteriosa que no es muy dada a hablar con las personas y que guarda un pérfido y oscuro secreto, se perca...