A medida que la esencia de azafrán de una trémula y deslucida pesadilla comenzaba a deshabitar el cielo, dicha esencia iba posándose cada vez más y más en los ojos ardientes y siniestros de la hermosa Scarlet y alrededor de su largo y sedoso cabello castaño. En aquellos instantes, de hecho, parecía como si los ojos femeninos y potentes de ella quisiesen reabsorber la esencia misma del caos mientras iban, a su vez, trazando la línea paralela y sin fin de la muerte. Parecía como si aquellos ojos contuvieran dentro de sí una fragancia incierta y envolvente capaz de fabricar las más espeluznantes y proscritas sombras del horror y de lo macabro. Ella, cabe decir, se veía sumamente seria, sumamente hermosa, sumamente sombría, y una de sus manos sostenía su inseparable espada de resistente acero. Una espada forjada a mano por un gran experto en dicha labor y la cual nunca dejaba de estar sedienta de espíritus y súplicas, de momentos dados a arrebatar vidas y de silencios que tendían a cubrirlo absolutamente todo. Y es que ella, la hermosa Scarlet, cabe decir, quería respuestas. Las quería a toda costa.
—N quiero dar rodeos, así que lo preguntaré una vez más: ¿qué sucedió con el cadáver del hombre que Marcel encontró en uno de los baños de su edificio del centro? —le preguntó aquella hermosa y letal mujer que sostenía una espada en una de sus manos, a dos de sus subordinados. Exactamente a los dos subordinados que habían encontrado un maniquí de color azul aguamarina en lugar de un cadáver, en uno de los baños de un edificio ubicado en una céntrica zona de la ciudad.
—En verdad no lo sabemos, señorita Scarlet. Cuando llegamos únicamente estaba allí aquel maniquí de color azul —respondió uno de aquellos dos subordinados realmente muerto del temor por lo que podía llegar a sucederle.
—Ya veo —dijo ella, la hermosa y letal Scarlet, y luego agregó—. Por favor, necito que alces tu brazo izquierdo.
—Pero señorita Scarlet, yo...
—No te he pedido que digas nada. Solo necesito que alces el brazo.
Aquel hombre hizo caso y alzó su brazo, y al instante siguiente un altivo y resonante latido de horror rasgó el velo sin forma de una noche que había agotado todo el fuego de su propia vida. Al instante siguiente, aquel brazo se encontraba separado de su respectivo cuerpo sobre el suelo. Aquel hombre gritó del dolor. Las pupilas de sus ojos casi se salen de sus cuencas ante lo que acababa de ocurrir.
—Poco a poco iré cortando las extremidades de los dos. De modo que si quieren aportarme alguna información que puedan considerar de utilidad, este es el momento.
El hombre que todavía no había perdido ninguna extremidad lloró con verdadera desesperación. Chilló de impotencia y le pidió a Scarlet que por favor le perdonara la vida ya que en verdad ellos no sabían que había sucedido con el cadáver que vio el señor Marcel y la pequeña Iris. De hecho, llegó a sugerir que quizás nunca había habido ningún cadáver y que todo era imaginación de la niña y de su tío. Scarlet, al escuchar aquello ardió en furia. Tomó a aquel hombre de cabello, le asestó un par de golpes y luego le rebanó la nariz. Entretanto, el tipo que había acabado de perder un brazo seguía quejándose del dolor y el sufrimiento mientras daba vueltas en el suelo. Al cabo de unos segundos, sin mediar palabra, Scarlet le cortó una pierna. Y ya iba a por el tipo al que le había rebanado la nariz cuando, de pronto, se percató de que una sombra misteriosa se encontraba detrás de la puerta de la habitación en la cual ella estaba. No lo pensó dos veces y rápidamente se dirigió hacia dicha puerta que permanecía cerrada, abriéndola de una fuerte patada. Sin embargo, no había nadie allí. Razón por la cual ella corrió hasta el fondo del pasillo, en el cual estaba, el fondo hacia el cual cualquiera que hubiera estado allí hubiera optado por ir sin duda alguna. Scarlet Amalia Monsiváis agudizó sus sentidos, observó a lado y lado, se movió un poco hasta llegar hacia una piscina y fue allí cuando lo vio. Cuando vio un nuevo maniquí de color azul aguamarina.
Minutos después estaba de vuelta con sus dos subordinados. Ella tenía fama de nunca haberle perdonado la vida a nadie que clamara por la misma y esa no iba a ser la excepción. No por nada en algunos círculos del bajo mundo la conocen como la sádica rebanadora de cuerpos. Ella alistó su espada y sonrió de placer.
Algo quería, y era disfrutar del aroma a hierro viejo de la sangre. Ese aroma que la hace elevar hasta el infinito. (La víctima del asesinato quisiera abrirse los ojos si pudiera).
Mientras Scarlet saciaba su sed de aroma a hierro de la sangre humana, Marcel, por su parte, analizaba la nota que la pequeña Iris había escrito mientras permanecía en estado de trance. La nota había quedado inconclusa pero la parte que la niña había logrado escribir le daba mucho en que pensar. Dicha nota decía lo siguiente:
El hilo tenue que hilvana un cúmulo de hechos sucesivos, bien puede llevar a la tragedia, bien puede llevar a recordar que no somos otra cosa más que recuerdos que no cesan de buscar las formas irregulares y difusas de las cosas que en ellos se hallan contenidas, bien puede ayudar a recordarnos que no somos otra cosa más que polvo al viento, una mente solitaria que no deja de contemplar la anchura del firmamento. Por ello, del mismo modo en el cual todas las aguas profundas y misteriosas de una pesadilla van hacia unos ojos fríos y desangelados, pronto arribará una nefasta caligrafía de hechos que tendrán su razón de ser en la pequeña Iris. Se trata de una maldición por la cual los temores de todos los miembros de la Estrella del Borde azul, pronto se harán realidad. No hay forma de evitarlo. Aunque sí existe una manera por la cual algunos miembros puedan salvarse. Y dicha forma no es otra más que la de jugar juegos de amor luego de hacer lo que dichos miembros mejor saben hacer. Entretanto, ustedes, estimados lectores que leen estas líneas sin el consentimiento de quien está tejiendo sombras e irrealidades en un lejano socavón de la existencia, deberán estar al tanto de las pistas del asesinato que se mencionó atrás. De igual forma, mientras dichas pistas siguen apareciendo, maniquís de color azul aguamarina seguirán manifestándose en uno u otro lugar. Si quieres evitar tal cosa, Marcel, deberás...
Luego de pensarlo mucho, Marcel llamó a Scarlet por teléfono. Le dijo que se alistará. Ella y él saldrían a una misión.
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De las inercias de la piel a un mar de constelaciones
General FictionUna hermosa chica que despierta totalmente desnuda en una oscura y lúgubre habitación sin saber a ciencia cierta por qué está allí, y una niña misteriosa que no es muy dada a hablar con las personas y que guarda un pérfido y oscuro secreto, se perca...