1. Reencuentro.

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Elise Peters.

—Amor, hoy es la junta con el que podría ser el nuevo inversionista. ¿Podrás venir conmigo? —me preguntó Blake.

—Sí —terminé el desayuno y dejé el plato en el lavavajillas.

—¿Segura? —asentí.

Miré a Blake y se veía muy guapo, lleva puesto un traje azul marino que se le veía muy bien, zapatos negros, camisa blanca y corbata negra.

—Te ves muy guapo —él sonrió y se dio una vuelta.

—Gracias —se acercó a mí—. Tú te ves hermosa —reí, ya que llevaba puesto mi pijama.

—¿Te estás burlando de mí? —rió y negó con la cabeza.

—En serio te ves hermosa, y más cuando sonríes —me besó castamente—. ¿Por qué siempre te sonrojas?

—No sé.

—Eres hermosa —susurró y besó mi frente.

—Siempre dices eso.

—Así es, pero es porque siempre digo la verdad —reí por los nervios.

—Iré a cambiarme —suspiró.

—Siempre quieres irte cuando te digo algo lindo —aparte la mirada—. ¿Por qué?

—No lo sé.

—Aparte, nunca me devuelves los te quiero que te digo. Sé que te dije que te daría tu tiempo, pero llevamos un año de relación —asentí y volteé a verlo.

—Lo sé y lo siento. Yo también te quiero —sonrió y me abrazó.

—Es la primera vez que lo dices —se separó de mí—. Estoy feliz.

—Exageras —golpeé su pecho.

—No —rodé los ojos y me di vuelta.

—Iré a cambiarme.

Blake siempre ha sido atento conmigo. Cuando lo conocí, gracias a una cena de trabajo de mi padre, me llamó la atención; en él veía un chico educado, dedicado, trabajador, responsable y cariñoso. Ese día nos dedicamos a conocernos, saber nuestros gustos, pasatiempos y mucho más. El tiempo pasó, y después de medio año, me pidió que fuera su novia, claro, después de haberle pedido permiso a mi padre.

Mi padre y el suyo dijeron que, en cuanto nos casáramos, las firmas se unirían para ser Peters&Anderson. Yo aún no estoy convencida de querer casarme y es algo que dejé en claro.

—¿Estás lista? —preguntó Blake desde la puerta.

Volteé a verlo. —Sí. ¿Cómo me veo? —sonrió.

—Hermosa —sonreí y sentí sonrojarme.

Me puse unos jeans negros, zapatos de tacón blancos y una blusa blanca, me dejé el cabello suelto y me maquille un poco. 

—Gracias —se acercó a mí y besó castamente mis labios.

—Siempre que usas tus tacones me haces sentir pequeño —reí.

—Pero medimos lo mismo cuando traigo los tacones —asintió.

—Lo sé, pero me gusta que seas más pequeña que yo —sonreí—. Me gusta agacharme para poder besarte —se acercó y besó castamente mis labios.

—Me los quitaré.

—No, dejatelos —agarró mi mano y salimos de la habitación, para después salir de la casa y subirnos al auto.

Mi único amor. [Sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora