<Bigote de nata>

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Miré una vez más nuestras manos entrelazadas mientras caminábamos sin rumbo alguno. Habíamos salido del cine y estábamos en la sección del Centro Comercial. Se suponía que estábamos siguiendo a nuestros hermanos, pero la verdad era que los habíamos perdido hacía diez minutos. Ninguno de los dos había dicho palabra alguna, pero no era un silencio incomodo, era uno agradable, uno que demostraba que podíamos compartir el mismo espacio sin la necesidad de enfadarnos el uno con el otro. Antes de perder de vista a nuestros hermanos, habíamos estado hablando como personas normales, incluso se podría decir que, en algún punto de la conversación parecíamos amigos. El había deducido que me había robado mi primer beso y yo me había avergonzado infinitamente con solo pensar, lo mal que tendría que haberlo besado, para que el fuera capaz de adivinar que era mi primer beso. Al parecer, sabia leer mentes porque me dijo que no besaba mal y que solo lo había dicho porque el mismo quería pensar que era el único que había tocado mis labios, gracias a ese comentario me avergoncé más escuchando como el se reía.

Me puse a pensar en lo raro que era esto, ya que a principios de verano seguíamos llevándonos igual de mal que siempre, pero que en dos semanas y media habíamos conseguido soportar estar en el mismo espacio e incluso nos habíamos besado sin ningún tipo de repulsión, (aunque solo hubiera sido para salvarnos de una buena pillada), de todas formas no me arrepentía del beso en ninguno de los sentidos y tenía una tremenda curiosidad por saber si el lo hacía. Quería preguntárselo pero no me atreví y en lugar de eso, le pregunte la primera duda que me vino a la cabeza al verlo en el supermercado a principios de verano. -¿Porqué decidisteis venir a nuestro pequeño pueblo vacacional? -expresé la pregunta rompiendo así el silencio y esperando poder volver a entablar una conversación. Giró su cabeza en mi dirección y sonrió de lado mirándome intensamente a los ojos.

-Bueno, antes solíamos salir del país y nos pasábamos las vacaciones de monumento en monumento, pero mi madre quería hacer algo diferente este año así que barajamos distintas posibilidades y mi padre recordó que mi tío tenia una casa en el lago. A todos nos gusto la idea así que mi padre se contacto con el y se enteró que quería poner la casa en venta porque nunca iban, mi padre decidió comprarla y mi tío nos la bajo de precio por ser familia, hicimos las maletas y aquí estamos. -Sonreí levemente y nos paramos en un puesto de batidos. El pidió uno de chocolate y yo unos de frutas del bosque con nata por encima. Nos sentamos en un banco, el como una persona normal y yo subida a el banco con las piernas cruzadas.

-Entonces ¿ninguno de tu familia sabia que nosotros veraneamos aquí? -interrogué y el negó con la cabeza mientras bebía su batido con ansias, me quedé pensando y también bebí del mío. -Entonces ¿Por qué no te sorprendiste al verme? -dejo de beber y soltó una pequeña risa. Fruncí mi ceño al ver su reacción y el se apresuró a contestar.

-La señora Johnson -Le miré confundida -ella llegó a nuestra casa con el típico pastel de bienvenida, mi madre le dejó pasar y mientras los varones comíamos tarta (ya que las chicas estaban deshaciendo las maletas) la señora Johnson dijo algo como "hay unas chicas muy guapas de vuestras edades al otro lado del lago. Son una familia grande de doce hijos, su apellido es Thompson, seguro que os llevareis genial con ellos." A mi padre casi le da algo cuando se enteró, pero luego pensó que era una buena forma de continuar con la rivalidad. -asentí pero previamente caí en algo.

-Pero cuando me encontré a la señora Johnson en el supermercado esa mañana dio a entender que no os había conocido todavía. -él se encogió de hombros y me volvió a mirar mientras yo también me encogía de hombros y me comía la nata del batido. De un momento a otro él empezó a reírse fuertemente dejándome claramente desconcertada -¿de que te ríes?

-Tienes un bigote de nata -siguió riéndose como si no hubiera un mañana y yo me sonrojé fuertemente. Alcé la mano para limpiarme pero él me la cogió rápidamente, le mire con el ceño fruncido y el dejo lentamente de reír para quedarse mirándome con la sonrisa coqueta que le caracterizaba, ladeé la cabeza confundiéndome más aún.

Guerra de FamiliasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora