Confiar.

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-¿Qué hacemos aquí? -mi curiosidad era mucha, realmente no deberíamos estar aquí. Llevaba tres días seguidos quedando con Ben y solo con esa cantidad de tiempo me había dado cuenta de que no era alguien a quien le gustasen las normas; más bien se pasaba la vida rompiéndolas.
Le encantaba correr riesgos y según su explicación, vivir aventuras. No es que yo tuviera miedo, que también en algunas ocasiones, sino que yo, a diferencia de el, sí que tenía sentido común. Por eso no le encontraba la lógica a estar en la feria, todavía no inaugurada por cierto, a las diez de la noche un miércoles. -Claramente en la valla pone <Prohibido el paso>

-Tienes que dejar de pensar tanto y empezar a vivir más. -le miré desconfiada. Yo estaba todavía con los pies en el suelo, pero el estaba en lo alto de la valla, mirándome con una sonrisa pícara. -Vamos, cuando tengas una aburrida vida laboral, no querrás mirar hacia atrás y encontrarte con que tu vida adolescente también era un aburrimiento. -no fueron sus palabras, sino la forma en que las dijo. Un suspiro salió de mis labios y su sonrisa se amplió más al ver como me rendía poco a poco.

-Está bien. -di un paso acercándome a la valla y paré. -Pero, solo dos atracciones. ¿Prometido?

-Prometido. -me extendió su mano y yo volví a suspirar. La cogí y con su ayuda me impulsé para llegar a donde el estaba. Una vez ahí, el saltó y extendió sus brazos en mi dirección, con intención de ayudarme. Levanté una ceja mirándolo incrédula.

-No estoy invalida, además solo son dos metros. -salté y le miré divertida. -Tranquilo príncipe, ya encontrarás a tu princesa en apuros. -le di una palmada en el hombro y empecé a andar.

Escuché su risa a mis espaldas y como andaba siguiéndome. -¿Tú no eres una princesa? -me di media vuelta, andando hacia atrás.

-Más bien una Amazona. -me encogí de hombros. -Y en el caso de ser una princesa, sabría salvarme a mí misma. Repito, no estoy invalida y tampoco soy estúpida.

-Guerrera, me gusta. -negué con la cabeza sonriendo y volví a girarme mirando a mi alrededor.

Había pasado una semana y media desde ese día en el barco de la señora Johnson. Habían atrasado la inauguración de la feria, todo porque Camille había vuelto y ella misma había decidido cambiar la decoración de algunas cosas, porque según su testimonio, las construcciones se habían llevado a cabo pero, al no estar ella, el sentido del gusto había desaparecido. Por lo tanto, hoy miércoles, estábamos a dos días de la inauguración.
En el fondo lo agradecía. Yo también había atrasado algunos eventos, como las salidas con Ben, que se suponía que eran la semana pasada. Pero yo había decidido pasar tiempo con alguien que desde hacía mucho se lo merecía. Así que básicamente, mi semana entera se había basado en salidas a solas con Aiden y a veces con nuestros hermanos.

-¿Que atracción quieres probar primero? -Ben ya se había puesto a mi lado, aunque no me había dado cuenta hasta que habló, dado que yo estaba enfrascada en observar el buen trabajo que habían hecho mi padre y Thomas al organizar todo esto.

-Diría que la montaña rusa, pero eso es lo que más energía necesita y las alarmas saltarían demasiado pronto. -él solamente hizo un sonido de entendimiento. -Así que, ¿Coches de choque? -escuché su risa y luego lo vi correr hacia la atracción que yo había nombrado. A veces era demasiado infantil.

Al llegar vi como encendía la atracción con las llaves que había "cogido prestadas". Aparentemente conocía a Camille y se las había quitado. Claro está, que me ignoró cuando le pregunté de donde la conocía; pero yo lo dejé estar, hacia mucho tiempo que no hacia un nuevo amigo y no quería arruinarlo con desconfianzas. Aunque por supuesto, el gusanillo de la curiosidad no dejaba de atacar mi mente.

Guerra de FamiliasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora