Su mirada intentaba ver algo que reconociera como alimento a pesar de la fuerte lluvia sobre él y del hecho que la noche había tomado su lugar. Su pie izquierdo torcido solo podía ser arrastrado de lado. Pero para él, al igual que para centenares de seres sin vida que habitaban el pueblo, el dolor no existía ya en ellos. Solo un deseo incontrolable y torturante de alimentarse. No importaba a cuantos animales realengos devoraran. Su hambre solo se controlaba por unos instantes al sentir entre sus dientes la fresca carne humana. Algo que en los pasados meses no había podido obtener. En el lado izquierdo de su sucia y maltrecha camisa azul marino, las iniciales J.A.S. aún se veían con detalle. Quizás eran abreviaturas de su nombre o tal vez de su lugar de empleo. Pero para ese ser de cabello marrón oscuro y con una larga herida en medio del rostro, su mundo solo tenía un deseo y propósito, alimentarse.
—Ahhaaa—era lo único que podía decir al acercarse a una esquina.
Su atención se enfocó vagamente en otros seres sin vida, que caminaban cerca de un edificio de cuatro pisos con visibles señales de daños por llamas. Su expresión perdida y desorientada intentaba rastrear sus cercanías. Sus sentidos ya no eran los que una vez poseía, pero la situación que ahora experimentaba, le permitía percibir ciertos aromas aunque no fuera al menos que provinieran de una distancia cercana. Sus músculos los cuales no podían sentir dolor, se mantenían extrañamente flexibles permitiéndole moverse aunque de forma lenta. Sin razón aparente siguió al pequeño grupo que comenzaba a alejarse en su imparable e incansable marcha. Por alguna extraña razón ajena a sus deseos viajaban en grupos si era posible. El desfile de cadáveres andantes siguió por varias cuadras hasta llegar a un parque.
Ahhaaaaa—gemían ellos como una sinfonía de ultratumba.
Sus miradas sufridas giraron al escuchar un potente gruñido a poca distancia. El muerto de las iniciales y otro más se separaron un poco del grupo buscando ese sonido. Una pared fue destrozada al lado de ellos con gran brutalidad y una enorme garra atrapó a uno de los seres. Imponente, el Cazador le arrancó la cabeza con sus potentes mandíbulas y prosiguió a devorar el resto del cuerpo. Al verlo, los muertos se dirigieron hacia él. Para ellos era algo que no olía a muerte y por consiguiente podía ser comida. Pero el Cazador no es presa de nadie, sino que todos eran su presa. Rugiendo, se abalanzó hacia ellos como un rinoceronte furioso. Con sus tentáculos como látigos atrapó a dos más de estos seres, mientras que con impunidad devoraba a otro.
—Ahhhaaaa—gimió el cadáver de las iniciales al acercarse al Cazador.
La enorme bestia estiró su garra hacia el solo para golpearlo y lanzarlo sobre una verja de un edificio a varios metros de distancia. Las piernas del muerto chocaron con el filo haciendo que su cuerpo cayera de cabeza al suelo. Al no verlo más, el cazador lo ignoró y siguió con su frenética alimentación. Cada uno de los muertos que encontró fueron devorados por este ser, que al terminar lanzo un potente rugido como si deseara que lo escucharan en todos los rincones del mundo. Con su andar cuadrúpedo se alejo del lugar quizás en busca de más alimento.
—Ahaaa—dijo el de las iniciales al incorporarse.
Dirigió su maltrecho cuerpo por un pasillo que le haría internarse en los alrededores del edificio. Se tambaleo recostando su cuerpo en una pared. Se arrastró por ella ajeno a la nueva herida en su brazo izquierdo y a la sangre que perdía. Ese líquido extrañamente espeso caía por la lesión sin causarle la menor incomodidad al ente. El rugido del cazador se volvió a escuchar en la distancia. El cadáver de las iniciales presto atención solo por unos segundos y reanudó su incansable caminata. Al seguir su camino una leve gota de líquido verde salió entre la nueva herida. Algo que este ser no notaría, ya que en lo poco que funcionaba en su cerebro solo el hambre lo guiaba.
—Ahh, Ahh—repitió al encontrarse de nuevo en la calle.
Su marcha bajo la agresiva lluvia lo llevó de nuevo a las desoladas calles. En esta ocasión delante de un edificio de dos pisos con una zapatería en el primero. Bajo el aguacero pudo distinguir una leve luz en el segundo piso. Pero siguió su camino sin ser afectado por la lluvia o por los golpes recibidos. Después de todo, ya ni la muerte le podía afectar.
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El Reino de los Malditos
Science Fiction¡La pesadilla se ha desatado! Dos grupos, una horrible realidad. Una desconocida y mortal plaga se ha esparcido con rapidez en toda la zona. En poco tiempo miles perecieron víctimas de ella. Ahora sus cuerpos reaparecen hambrientos por la carne huma...