El cuarto no era uno grande y solo tenia una ventana de metal que daba hacia la parte trasera del complejo de viviendas. Sus muebles eran solo dos viejas sillas de plástico y unos cuadros en las paredes que representaban paisajes naturales. Aun atada, y con visible cansancio, la mujer posaba sus ojos verdes sobre la causante de su situación.
—Muy bien, volvamos a lo nuestro—dijo Joan apretando el bate—. ¿Cómo te llamas?
—Ya te lo dije antes maldita sea—respondió ella furiosa—. Me llamo Becky.
—¿Ese es tu nombre o apodo?
—Es como debes llamarme si quieres hablar conmigo.
Joan colocó el bate en su hombro derecho y miró a la mujer. Aunque las preguntas habían comenzado en la mañana, Joan no se sentía a gusto con las respuestas. Y la actitud agresiva de la mujer no mejoraba la situación.
—¿Y estabas en esta casa robando?—preguntó ella.
—Eres idiota o que—respondió Becky molesta— Es mi casa, ya te dije que vean las fotos en la sala y verán que es cierto.
En ese instante, Eric regresaba al cuarto luego de examinar la sala del apartamento. En ella encontró varias decenas de fotos en las paredes en donde la mujer aparecía con varias personas. Joan lo observo y el le hizo un gesto de afirmación con la cabeza.
—¿Ya me crees? Desátenme ahora—exigió Becky—. Esta es mi casa y ustedes la han invadido.
—Tú nos atacaste—dijo Eric.
—Dulce de canela, podrías decirle a tu amigo que el entro a la casa de repente.
—¿Cómo me llamaste?—preguntó Joan.
—Qué iba a saber yo, que eran humanos, pensé que era la última persona con vida en toda la ciudad. Cuando entraron creí que eran esos malditos muertos.
—Por poco me arrancas la cabeza—recriminó Eric.
—No pueden mantenerme atada, se metieron en mi casa y me atacaron. Y no importa que tan jodido este todo, esto es secuestro.
Joan le dedico tiempo a esas palabras y haciéndole una señal a Eric salió de la habitación. Becky les maldijo eh intentó liberarse sin tener éxito a pesar de sus esfuerzos. Joan y Eric se reunieron con los demás en la sala, quienes habían registrado las habitaciones. Esto le causó malestar a Joan quien sin dudarlo le arrebató de las manos a Vannesa una camisa de color claro.
—Primero la atamos y ahora le robamos— exclamó Joan.
—Solo quería ponerme algo seco—aseguró Vannesa.
—Pues pon a secar tus ropas al sol—respondió Joan.
—Deberías controlar esa rabia un poco Joan—mencionó Andrés.
—Deja pensar por qué estoy así. Oh ya recuerdo, nos encontró esa enorme criatura de los infiernos. Juan fue apuñalado hasta morir e Ismael fue devorado por esa maldita bestia. Sí, estoy molesta y decepcionada. No entiendes que no pude ayudarlos.
—Ninguna de esas muertes fueron tu culpa—afirmó Andrés—. Y nadie te esta acusando, si acaso todos les fallamos.
Joan se sentó en un sillón al lado derecho de la sala. Se colocó las manos en su rostro tratando de recobrar su compostura. Los eventos de la noche anterior habían calado profundo en ella. Y era visible para todos que estaba muy tensa.
—¿Qué haremos con la chica?—preguntó Eric mirando a Andrés.
—Dejarla atada hasta saber que haremos—respondió Andrés.
—Su nombre es Becky y esta es su casa—dijo Joan—. La liberaremos y nos iremos.
—¿Y a dónde iremos?—preguntó inquieta Vannesa—. Hemos perdido lo poco que teníamos. Deberíamos quedarnos aquí.
—Cierra la boca si no tienes nada sensato que decir— respondió Joan furiosa—. Oh que, ahora nos volveremos delincuentes. La tendremos secuestrada y luego que, la matamos.
—Suficiente con esa actitud—pidió Andrés—. En lo que dices tienes razón. Pero la forma en que nos estas tratando no es justa. Todos estamos afectados por lo que ocurrió, pero pasara de nuevo si no nos ponemos de acuerdo.
Joan bajó el rostro tomando una larga respiración. Cerro sus ojos y intento calmarse. Andrés se acercó a ella y le tocó el hombro apretándoselo con fuerza. Joan hizo un gesto de afirmación con el rostro y se volvió a sentar.
—Muy bien—dijo Andrés—. Lo primero será encontrar otro lugar seguro para quedarnos. Joan tiene razón, no podemos arrebatarle el hogar a la chica.
—De acuerdo, ¿Pero hacia dónde iremos?—preguntó Eric.
—Quizás no tengamos que irnos muy lejos—sugirió Andrés mirando por una de las ventanas del apartamento—. Hay muchos apartamentos libres en este complejo. Solo debemos encontrar uno seguro.
—Es buena idea, pero primero debemos hablar con ella—mencionó Joan dirigiéndose hacia el cuarto.
Todos menos Vannesa la siguieron. Esta última miró con pura rabia como ellos seguían a Joan. Molesta, la mujer se acercó hacia las ventanas y observó el tétrico paisaje. Rondando por los alrededores, había varios muertos y en las afueras de las rejas del complejo, cientos de ellos eran visibles. Vannesa cambio de parecer y luego de asegurarse que la puerta estaba cerrada se dirigió con los demás. En ese momento ellos veían a la mujer de cabellos negros con puntas azules escuchar a Joan.
—Dejen ver si entendí, ahora quieren una negociación—dijo Becky—. Quieren que los ayude a encontrar un departamento en donde puedan vivir. Y todo esto después de que invadieron mi casa y me secuestraron.
Joan se aproximó a ella y sin esperar la aprobación de los demás la desato. Becky se tocó las muñecas y los tobillos, los sentía un poco entumecidos. Luego de estirarse se incorporó mirándolos seriamente.
—Me disculpo por ello, pero anoche fue una horrible velada para nosotros—dijo Joan.
—Acaso no lo ha sido así desde que esto comenzó—respondió Becky.
—Por esa razón sabes el infierno que existe haya afuera—recordó Joan—. Solo te pedimos que nos permitas quedarnos. Además podríamos ayudarnos mutuamente.
—Y que te hace pensar que necesito su ayuda. Hasta el momento he podido sobrevivir sola.
—Podríamos ayudarnos en la seguridad, en la búsqueda de alimentos, en otras cosas—mencionó Andrés.
Becky miró a cada uno de ellos y se acarició la muñeca derecha mientras pensaba la propuesta. Era evidente que lo pensaba detenidamente, pero sus expresiones eran entre desconfianza y aceptación. Luego de unos minutos respiro profundo y apretó sus nudillos.
—Lo cierto es, que no soy la dueña de los edificios, pero si la única que queda—dijo ella—. Los ayudare a conseguir un apartamento, pero los quiero fuera del mío y no entren al menos que se los permita. Me devolverán mi bate y cada uno buscara su propia comida. Ya bastante difícil es encontrar para mi.
—Muy bien, me parece justo—respondió Joan entregándole el bate.
—Ok, hagámoslo antes de que anochezca y esa cosa salga de nuevo—ordenó Becky saliendo a la sala.
Aun sorprendidos por lo rápido de la respuesta, se dirigieron hacia la puerta y Vannesa detuvo a su esposo con su habitual inquietud. Becky la miró con seriedad e hizo un gesto burlón y le dio la espalda.
—¿No saldrán hacia la calle? Está llena de ellos—mencionó Vannesa.
—Iremos a otro de los pisos—aseguro Becky—. No los quiero en el mío tampoco. Además ellos no pueden entrar al complejo, todos los portones están cerrados.
En ese momento cada uno de ellos se miraron entre sí como buscando que alguien contestara ese comentario. Becky lo noto y apretó el mango de su bate. Sin esconder su gesto de preocupación, Joan miró a Eric quien se rasco la cabeza con fuerza.
—¿Lo cerraron cuando entraron, o no?—preguntó Becky seria.
—¿Eric?—preguntó Joan—. Tú lo abriste.
—No sé, creo que no lo cerré, no recuerdo—respondió él.
Becky corrió hacia una de las ventanas lo que le permitió ver hacia el estacionamiento. Al hacerlo, no podía más que apretar su mandíbula. Los muertos habían entrado y se estaban dispersando en el estacionamiento. Eran más de dos docena y seguían entrando.
—¡Idiota!—gritó ella antes de lanzarle un puño en el rostro a Eric, quien logró evadirlo en esta ocasión—. Saben cuanto tiempo y riesgo nos tomó para limpiarlo de ellos. Si esas cosas logran entrar en este edificio estamos muertos.
—Oye, no lo hice con intención—respondió él molesto.
—Basta, cerraremos el portón y nos desharemos de los que queden—afirmó Andrés—. Solo necesitamos armas para defendernos y actuar ahora.
Becky lo pensó por unos momentos: —¡Mierda!, síganme, creo saber donde puede haber algo que les sirva—dijo Becky saliendo a toda prisa del apartamento.
Todos con la excepción de Vannesa salieron detrás de ella ya que Andrés le obligó a quedarse adentro y cerrar la puerta. Becky los guió hasta el último apartamento del piso.
—Aquí vivía un vecino que le encantaban los deportes—dijo ella—. El fue quien me dio el bate, quizás encuentren algo de utilidad. Pero la maldita puerta esta cerrada, quizás entre ustedes dos puedan abrirla.
Sin pensarlo dos veces, los hombres comenzaron a golpear la entrada hasta que una potente patada de Andrés logró abrirla. Becky entró de inmediato pero cuando se dirigía hacia las recamaras se encontró con un cadáver conocido para ella. Se trataba del dueño de la residencia. El hombre que le había obsequiado el bate. Tenía una asquerosa herida en la mano izquierda con vendas ensangrentadas. La mujer no dudo ni un instante y le propinó un batazo en la cabeza y cuando el muerto cayó al suelo le destrozó el cráneo de varios golpes.
—Ahora entiendo por que no lo vi salir con los demás—dijo ella—. Rápido, busquen en los cuartos, tiene que haber algo que les sirva.
Efectivamente así fue, todos obtuvieron objetos deportivos. Joan otro bate, Eric y Andrés palos de jockey. Salieron a toda prisa siguiendo a Becky hasta bajar las escaleras y quedar frente a frente al estacionamiento.
—Bien, tenemos que llegar al portón y cerrarlo—mencionó Becky—. Luego mataremos a todos los muertos que queden.
—Yo lo cerrare, fui yo quien lo dejo abierto—comentó Eric.
—Muy bien, todos te cubriremos—dijo Andrés.
—Me parece bien grandote—afirmó Becky—. Que empiece el juego.
Sin dudarlo, todos fueron abriéndose camino entre los muertos hasta llegar al portón. Al llegar, se encontraron con varios cadáveres que intentaban entrar. Joan y Becky se encargaron de inmediato de ellos. Eric logró cerrar el portón evadiendo a tiempo la mordida de los restos de una adolescente que terminó estrellándose con las rejas. El impacto le rompió varios dientes, pero la chica estiro sus brazos entre las balandras logrando sujetar la camisa de Joan. Becky pasó el bate por las rejas golpeando la cabeza del muerto logrando liberarla.
—Gracias—dijo Joan.
—Me debes una dulce de canela—respondió ella con una sonrisa—. Vamos, debemos matar a todos estos desgraciados si queremos estar seguros aquí.
Joan la miró incómoda y junto a los demás se enfrentaron a los muertos que se acercaban. Eran más de los que pensaban al principio, así que tuvieron que retroceder en varias ocasiones y reanudar su ataque cuando no podían ser acorralados. Esta tarea les tomó un tiempo considerable pero lograron eliminar a todos los cadáveres en el estacionamiento.
—Creo que este fue el último—mencionó Becky luego de destrozarle el cráneo al ser—. Ya que arreglaron su error, quédense esta noche en mi apartamento, mañana les ayudare a buscar uno seguro.
—¿Y todos tiene muertos adentro como el de tu amigo?—preguntó Andrés.
—No lo creo, pero como viste, no puedo asegurarlo con los cerrados—. Pensaba que era la única que se había quedado aquí.
—Gracias por tu oferta—dijo Joan—. Pero deberíamos comenzar a buscar un lugar, ya te hemos causado muchos inconvenientes.
—Como quieran, pero primero hay que dar una ronda por los alrededores. No sabemos si alguno salio del estacionamiento.
—Ella tiene razón, es la única forma de asegurarse—afirmó Andrés.
Aceptando lo dicho todos empezaron a registrar los alrededores. Y efectivamente, encontraron varios muertos en su búsqueda. Algunos perdidos en su andar y solo actuaban cuando los veían acercarse. Uno en particular hizo que Becky se detuviera por un momento. Era el cadáver de un niño que no podía pasar de los ocho años. Llevaba una pijama con dibujos de caricaturas. Su cuello estaba devorado y su mano izquierda estaba ausente. Joan se acercó hacia Becky al ella no reaccionar.
—¿Lo conocías?—le preguntó Joan.
—Eso ya no importa—dijo ella lanzándole unos salvajes golpes al muerto.
El cuerpo sin vida al fin cayó y Becky bajo su ensangrentado bate. Dejo salir una expresión de tristeza y dirigió su atención a todo el complejo.
—Bienvenidos al complejo de viviendas Regazo De Paz—comentó ella mirando el pequeño cadáver—. En donde los vecinos se comieron los unos a los otros.
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El Reino de los Malditos
Science Fiction¡La pesadilla se ha desatado! Dos grupos, una horrible realidad. Una desconocida y mortal plaga se ha esparcido con rapidez en toda la zona. En poco tiempo miles perecieron víctimas de ella. Ahora sus cuerpos reaparecen hambrientos por la carne huma...