La mañana trajo consigo una considerable lluvia y un leve frío. De esta forma la naturaleza le informaba a los sobrevivientes en el complejo de viviendas, que las temporadas cambiaban. A pesar de ello, cuatro personas exploraban dos pisos debajo del apartamento de Becky. Vannesa se había quedado en el mientras los demás buscaban un lugar en donde hospedarse. Mientras exploraban, Becky les explico en donde estaban las dos salidas principales, además de una leve y triste historia de los habitantes. En ella les narro como el pandemonio se apoderó del complejo. En donde el deseo de un padre de no permitir que los residentes se enteraran que su hija había sido infectada, resultó en un brote que no pudieron contener.
—Dios santo, que horrible—dijo Joan—. ¿Y la policía no vino a ayudarlos?
—La policía ya no estaba presente—respondió ella—. Muchos de ellos dejaron sus puestos para proteger a los suyos. No, a nadie le importo nuestra suerte.
—Yo era policía, y vi como muchos lo hicieron—admitió Andrés—.Varios compañeros incluyéndome nos quedamos hasta el último momento y por eso nos encontramos con la evacuación.
—Ja,ja,ja, eso fue una mierda. Creo que fue suerte, pero muchos decidimos quedamos aquí y por eso nos salvamos de esa masacre—mencionó Becky abriendo con mucho cuidado la puerta del siguiente apartamento.
Debido a lo que ocurrió la vez anterior se dispersaron en el apartamento con mucho cuidado y con sus armas listas. No querían encontrarse con un huésped indeseado y podrido. Joan y Becky se dirigieron a las recamaras mientras que los hombres revisaban la cocina en busca de comida. Al entrar en la última habitación al final del apartamento, las mujeres solo encontraron una cama recogida, un gavetero, un enorme armario y dos mesas de noche. Como si fuera su casa Becky se recostó en la cama estirándose totalmente. Entre tanto, Joan escudriño los muebles sin encontrar nada de utilidad.
—Pierdes tu tiempo dulce de canela—dijo Becky—. Ellos se llevaron todo lo que pudieron.
—Por lo menos hay prendas de ropa en el armario—mencionó Joan.
—Esta es la casa de Maria y Jaime. Una pareja de más de treinta y cinco años de casados con un hijo adolescente. Se fueron con los demás cuando la gran mayoría de las personas decidieron escapar.
—Así que los conocías, ¿Abran logrado escapar?
—Solo llegaron a alejarse siete cuadras cuando fueron acorralados por los muertos.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque de ese grupo de más de cincuenta, solo doce lograron regresar.
—¿Y que les ocurrió a ellos?
—Algunos habían sido mordidos, otros lo intentaron de nuevo, y no regresaron.
Joan se recostó del gavetero y observó a la mujer que solo miraba hacia el techo con un semblante de resignación total. Joan veía en ella una persona no mayor de veinticinco años, pero sus expresiones y gestos eran unos cansados como si el tiempo hubiera caído sobre ella como una avalancha de nieve. Becky se incorporó y se movió el cabello hacia atrás.
—Y así fue como poco a poco termine sola—aseguró Becky—. Pero todos hemos tenido nuestros momentos horribles. ¿No es así?
—En eso tienes razón—afirmó Joan mirando hacia el suelo.
—Lo se, te escuche hablando con los demás sobre los dos que murieron. Quizás entienda lo del que murió comido por esa cosa. ¿Pero como fue apuñalado el otro?
Joan cerró los ojos por unos instantes y no respondió a la pregunta. Era evidente que aun le afectaba grandemente esos eventos. Su respiración era pesada y su mirada devastada.
—Disculpa no debí preguntar—dijo Becky.
—El que murió devorado por la bestia se llamaba Ismael—respondió Joan—. El otro se llamaba Juan y fue herido por un Dretch.
—¿Dretch? ¿Qué es eso?
—Así les llamamos a las criaturas pálidas con grandes garras.
—No se a lo que te refieres.
—Las que tienen un rugido agudo y atacan en manada—mencionó sorprendida Joan.
—Eh escuchado esos ruidos agudos, pero no he visto a ninguna de esas cosas.
—Pues son ágiles y rápidas. A Juan una lo atacó y lo hirió gravemente.
—¿Por eso lo apuñalaron, estaba infectado?
—No, yo lo atendí, soy enfermera y él no estaba infectado.
—¿Y entonces por qué lo apuñalaron?
La pregunta de Becky no recibió respuesta al Andrés entrar al cuarto y hacerles señas para que lo siguieran. Joan se sintió salvada en ese instante. Con rapidez salió de la habitación seguida por Becky quien colocaba su bate en el hombro. Se dirigieron hacia la sala en donde Eric veía por las ventanas.
—¿Qué te parece Joan? Creo que nos servirá bien—dijo Andrés.
—Tiene tres habitaciones—mencionó Eric.
—¿Y las puertas, son seguras?—preguntó Joan.
—La de la entrada lo es, la del balcón necesitará reforzarse.
—Si, no queremos que un maldito Dretch suba por ella y logre entrar—afirmó Eric.
—Becky nunca ha visto a uno—mencionó Joan.
Ambos hombres se le quedaron mirando a Becky sorprendidos. Ella respondió con un gesto burlón y sacándoles el dedo del medio. En lo más mínimo ellos podían creer que ella no hubiera tenido aun la desdicha de encontrarse con ellos. Tomando en cuenta las varias veces que ellos habían cruzado caminos con las bestias, les pareció increíble.
—Pues esperemos que nunca tengas que verlos o enfrentarlos—dijo Andrés.
—¿Tan malos son?
—Son una pesadilla con garras—afirmó Eric.
—Si quieres te los describiré luego, pero primero busquemos a Vannesa—dijo Joan—. Que venga a ayudarnos a organizarnos.
—Como quieran, pero yo ya cumplí—dijo Becky—. Ya tienen donde quedarse, ahora no hagan que me arrepienta.
Luego de una seria mirada Becky salió del apartamento seguida por Joan. En el transcurso Joan observó a Becky con cierta curiosidad. Su actitud cambió tan rápido que Joan comenzaba a preguntarse si podría ser un riesgo para ellos. Al ambas mujeres salir de las escaleras hacia el apartamento Joan se detuvo.
—Yo hubiera pensado que ver a otras personas vivas te daría algo de alegría—comentó ella—. Quizás el saber que no estas sola.
Becky se detuvo en la puerta:—Mira a tu alrededor—dijo ella—. Es solo cuestión de tiempo para que tus amigos, tú o yo seamos uno de ellos. Solo hay que tratar de durar lo más posible. Y no te ofendas, pero creo que estaré mejor sola.
Con un semblante serio Becky abrió la puerta y entró sin prestarle atención a Vannesa quien miraba por las ventanas. Bajo la mirada desanimada de Joan la mujer de cabellos negros entró en la cocina. Joan la siguió cruzando los brazos y recostandose un poco en la pared. Becky abrió una de las puertas de la alacena y tomó una de las botellas de agua que se encontraban en ella.
—En serio, ¿prefieres estar sola que unirte a nosotros?—preguntó Joan.
—Sí, así como lo oyes. No lo tomes a mal dulce de canela, pero considero que es lo mejor para mi ahora.
—¿Por qué me llamas así?
Mientras bebía de la botella, Becky sonrió pero al girar su rostro noto que una de las gavetas del gabinete estaba media abierta. La mujer recordaba como dejaba las cosas en su casa y no se acordaba de haberla dejado así en la mañana. Al abrirla, noto que era la de los utensilios de cocina. Percibía que algo faltaba, pero no podía en ese momento reconocer que era. Cerró la gaveta y se dirigió hacia la sala seguida por Joan que la miraba aun esperando una respuesta. Colocó su bate cerca del sofá y estuvo a punto de sentarse, al no ser por lo que vio que tenía puesto Vannesa en ese momento.
—¿Qué demonios?—preguntó ella con rabia en sus palabras.
Sin perder tiempo y como si fuera un felino Becky pego contra la pared a una sorprendida Vannesa quien trataba de librarse del agarre. Joan trato que Becky la soltara, pero la mujer no lo hacía.
—Como te atreves a tomar algo de mi propiedad maldita perra—dijo furiosa ella—. Devuelve esa camisa ahora o te parto la cara.
En ese momento Joan se percató de lo que ocurría. Todo parecía señalar, que Vannesa había tomado esa prenda de vestir de color azul claro que tenía puesta de las pertenecías de Becky y eso hizo explotar en cólera a la mujer.
—Suéltame—exigió Vannesa airada—. Solo la tome prestada en lo que se seca la que tenía puesta.
—¿La tomaste prestada sin pedir permiso?—preguntó ella haciendo más presión sobre ella.
—Ella se la quitara ahora—aseguró Joan—. Por favor suéltala o tendré que golpearte de nuevo.
Joan colocó sus manos sobre las de Becky pidiéndole nuevamente que la soltara. Le tomó unos momentos, pero la chica lo hizo. Sin mediar palabra alguna, Joan le quitó la prenda a Vannesa quien corrió abochornada a buscar la suya. Joan examinó la prenda con cuidado buscando algún daño causado por la forma en la cual la quito.
—No esta rota ni nada—aseguró Joan al entregársela—.Te pido disculpas por ella. Nunca piensa antes de actuar.
—Lo mejor es que se vayan—mencionó Becky al ver salir del apartamento a toda prisa a Vannesa—. Ya tienen donde quedarse, ahora déjenme sola y traten de no dejar abiertos los malditos portones.
Becky tomó la camisa y le dio la espalda a Joan quien al ver su actitud decidió no prolongar el asunto. Se dirigió hacia la puerta y antes de salir observó a la mujer que aun sostenía la camisa con gran cuidado.
—Lo siento mucho—mencionó Joan—. Pero por favor piensalo bien. No tienes que seguir sola Becky, ya no.
Obsequiando una piadosa sonrisa Joan cerró la puerta y se dirigió hacia las escaleras en donde la esperaba una furiosa Vannesa. La mujer se había puesto de nuevo la camisa y por la forma molesta en que lo hacía, aun debía de estar mojada.
—Es una maldita salvaje, espera a que Andrés sepa como me agredió—dijo Vannesa.
—También sabrá que tú intentaste robarle la camisa.
—Tenía varios roperos llenos, pudo dejarmela.
—En donde nos quedaremos debe haber ropa que puedas usar. Y lo mejor de todo es que los dueños desaparecieron, así que no podrán decir nada. Vamos, el apartamento esta en el tercer piso.
Joan comenzó a bajar las escaleras pero se percató en ese momento que Vannesa no la seguía. Apretó el mango de su bate, respiró profundo y subió en busca de ella. La encontró cerca de las escaleras con sus brazos cruzados y con una mirada seria.
—¿Qué te ocurre?—preguntó Joan—. Vamos.
—Aun sigues creyéndote la jefa—recriminó ella—. En eso te pareces a Juan. Siempre dando órdenes.
En ese instante, el semblante, la mirada, la respiración y todo en Joan cambió abruptamente. Apretó con fuerza la quijada y observó a Vannesa con un gesto serio y furioso.
—Cuidado como hablas de él—advirtió Joan—. Respeta su memoria o yo si te golpeare.
Joan dio media vuelta y descendió por las escaleras sin importarle esta vez si Vannesa la seguía o no. La mujer observo a Joan con una expresión de puro odio pero descendió y la siguió hasta el apartamento. Ninguna se percató que entre la puerta levemente abierta de su apartamento, Becky las vigilaba. Su mirada era una de total molestia y desconfianza. Movía los dedos de su mano derecha como si jugara con algo en ella. Sus ojos verdes se enfocaban en las mujeres.
—Vaya grupo, se apoyan tan bien—comentó—. Lo siento dulce de canela, pero estoy pensando que fue un error ayudarlos—dijo Becky antes de cerrar la puerta con seguro.
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El Reino de los Malditos
Science Fiction¡La pesadilla se ha desatado! Dos grupos, una horrible realidad. Una desconocida y mortal plaga se ha esparcido con rapidez en toda la zona. En poco tiempo miles perecieron víctimas de ella. Ahora sus cuerpos reaparecen hambrientos por la carne huma...