Los amaneceres eran más fríos, pero desde que llegaron a su nuevo refugio sus vidas eran más tranquilas. Ya habían pasado dos meses desde que ejecutaron su huida de la ciudad. Las pesadillas de algunos de ellos habían diezmado y la actitud del grupo era más esperanzadora. Conocían bastante bien sus alrededores, sabían del pequeño pozo en una pequeña colina cercana en donde podían obtener agua limpia. Al explorar más al sur, encontraron a solo una hora de distancia, un grupo de pequeños establecimientos. Se encontraban reunidos en una especie de diminuta plaza. Había un comercio que no fue arrasado y una farmacia que aunque dañada, tenía varios suministros. Los otros dos eran una tienda de celulares y una pequeña ferretería. La primera fue totalmente quemada y la última un poco vandalizada. Pero ese día nadie estaba en ese lugar. Esa mañana las hermanas estaban recolectando agua para lavar un poco sus ropas. El pozo era pequeño, rodeado por un círculo de piedra de solo dos pies de altura y con el habitual cubo atado a la soga.
—No te parece que es una linda mañana—afirmó Alexa respirando el aire fresco.
—Sí, me encanta ver el sol salir, pero alguien aquí esta tan contenta porque esta durmiendo acompañada—dijo una sonriente Diana llenando uno de los envases con agua de la cubeta.
Alexa se sonrojo un poco, se acomodó la gorra y camino hacia el lado derecho de su hermana propinándole un pellizco para luego alejarse riendo. Diana reaccionó dejando caer la cubeta y comenzó a seguirla. La chica la corrió hasta llegar a la parte alta de la colina a varios metros del pozo y lanzándose hacia ella logró derivarla. Luego de forcejear entre risas y bromear un poco se recostaron en el pasto. En ese instante disfrutaron de la brisa que comenzaba a acariciar la colina.
—Puedes creerlo—dijo Alexa sonriente.
—Que tú y Jonathan estén juntos—respondió ella—. Sí lo creo.
—Aparte de eso Cupcake. No hemos vuelto a ver a ningún muerto desde que llegamos. Ni siquiera en los negocios que encontramos.
—¿Acaso los extrañas?, porque yo no.
—Claro que no, es que deseo tanto que esto no cambie.
—Se a lo que te refieres, también es increíble no escuchar a esa horrible bestia de noche.
—Eso es lo mejor de todo. Vamos Cupcake, regresemos con los demás y preparemos algo de comer.
—Bien, pero solo no arruines estos hermosos días con algo sin sabor.
—Cupcake, estas a segundos de que te tire al pozo.
Ambas sonrieron y tomando los envases plásticos llenos de agua emprendieron el camino de regreso. Su viaje les llevó entre varios árboles, hasta pasar por uno de grueso tronco que regalaba una gran sombra. Al llegar a la casa fueron recibidas por Michael, quien se ayudaba por un improvisado bastón hecho de una pieza de madera gruesa.
—¿Qué haces?—preguntó Alexa colocando los envases en el suelo—. No deberías esforzarte, tú pierna aun no ha sanado lo suficiente.
—Estoy mucho mejor gracias a sus cuidados chicas—respondió Michael—. No te preocupes, ya no me duele tanto.
—Mentiroso, aun caminas con dificultad, pero te estaré observando—respondió Alexa obsequiándole una sonrisa—. ¿Dónde esta Jonathan?
—Eso fue rápido—dijo Diana entrando deprisa para evitar que su hermana le hiciera algo.
—Pues parece que ya sabe que regresaste por que hay viene—afirmó Michael señalando en dirección de una de las residencias abandonadas—. Fue a echarles un vistazo de nuevo.
Al verlo aproximarse Alexa se dirigió hacia el con una sonrisa. Michael lanzó una carcajada y con lentitud entró en la casa. Al Alexa darse cuenta que Michael entraba corrió hacia Jonathan y saltó sobre el envolviendose en un apasionado beso. Casi lo derriba, pero él pudo soportar lo entusiasta de la bienvenida.
—Me podría acostumbrar a esta forma de recibimiento—afirmó él besándola.
—Pues no te recibire de nuevo de esta forma sí vuelves a salir sin mí—advirtió ella—. ¿Y qué le pasó a tu camisa, esta muy sucia?
—Buscando en una de las alacenas rompí un pote de cristal de una salsa.
—Y en lugar de buscar algo para limpiarte las manos, usaste la camisa, no.
Jonathan le obsequió una sonrisa casi infantil:—Me comienzas a conocer, me la cambiare luego.
—¿Y por buscar salsa no me esperaste?
—Tú estabas buscando agua con Diana, por eso no te dije nada.
—Tramposo, esperaste a que saliera para ir solo.
Alexa cruzó sus brazos y giró su cuerpo golpeando levemente el suelo con su pie. Jonathan rió al verla molesta y la halo por el pantalón girándola hacia el. Le movió un poco la gorra para mirarla directamente a sus bellos ojos verdes. Ella lo ignoró por unos instantes manteniendo la expresión de molestia. Solo cuando Jonathan le acarició el rostro y le dio un tierno beso en los labios, ella dejó de aparentar.
—No te molestes hermosa—pidió él—. Te avisare la próxima vez, de acuerdo.
Alexa movió sus labios un poco: —Y crees que con solo un beso me convencerás.
—¿Qué tal una docena de ellos?
—Qué sean cien.
—¿Cien? Tendré que empezar pronto.
—Sí, y más vale que sea rápido—dijo ella sonriente.
Mientras comenzaban los besos y las sonrisas, una chica se acercó a ellos y gritando de repente ocasionó que saltaran del susto y se separaran. Diana rió con fuerza y Alexa levantó su gorra y la corrió.
—Muy bien dejen de perseguirse—dijo Jonathan—. Diana ven aquí un momento.
—¡Pero ella comenzó!—exclamó Alexa—. Casi me provoca un infarto.
—Y ustedes esperen a llegar a un cuarto—respondió Diana riendo—. Por dios, aun soy una menor.
—Ok, ok, olvida eso y mira lo que encontré—comentó Jonathan entregándole un paquete de anchas baterías—. ¿Te servirán?
—¡Creo que sí, me parece que son del tamaño justo!—respondió emocionada ella.
—Pues ve a ver, quizás encontremos alguna emisora que aun transmita.
Diana tomó las baterías y corrió hacia la casa. Alexa y Jonathan se dirigieron detrás de ella agarrados de la mano. Al entrar, encontraron a Michael recostado en el sofá descansando su herida pierna. Como siempre, su fiel machete estaba a su lado.
—¿Por qué Diana entró corriendo?—preguntó Michael.
—Encontré unas baterías en la casa y espero que funcionen con el radio—respondió Jonathan sentándose en el suelo junto a Alexa.
A Diana solo le tomó pocos minutos en regresar con la radio. Aparato que estaba bajo su poder desde que lo encontró en un auto abandonado cuando buscaban combustible. Michael se sentó en el mueble para que la chica se sentara al lado de él. Ella removió la cobertura de abajo del radio y le colocó las baterías. Luego estiro la pequeña antena y lo encendió. Rápido graduó el sonido para que no fuera muy fuerte. Las miradas de todos se posaron es ese dispositivo eléctrico de color gris. Con cada cambio de emisora que Diana hacía, un gesto de inquietud se reflejaba en todos. A pesar que las estaciones eran cambiadas, ninguna transmitía. Solo una estática se escuchaba en algunas y en otras solo un zumbido.
—¡Danos una señal por amor al cielo!—exclamó Alexa apretándole las manos a Jonathan.
—¿Acaso no hay nadie?—preguntó Diana inquieta—. ¿Alguien debe estar afuera, no?
—Cálmense por favor—pidió Michael—. Ahora que la radio funciona podremos estar atentos si alguna vuelva a transmitir. Estoy seguro que pronto alguna lo hará.
—Él tiene razón—afirmó Jonathan—. Solo debemos estar atentos y rendir las baterías.
Alexa y Jonathan intercambiaron miradas preocupadas. Diana solo continuaba cambiando las estaciones, en algunos instantes en forma desesperada. Michael mantenía un semblante tranquilo y sereno, algo muy habitual en este veterano.
—Déjalo para después—sugirió Alexa—. Vamos Cupcake, preparemos algo para comer. Y tú ve a cambiarte esa camisa, hay varias en el gavetero de tu cuarto.
—Como ordene mi capitana—respondió Jonathan haciendo un saludo.
Luego de darle un beso a Jonathan. Alexa se dirigió a la cocina con Diana quien tenía una expresión de frustración. Michael las observo alejarse y miró a Jonathan al este dirigir su atención hacia el.
—¿No volverán a transmitir?—preguntó Jonathan tomando el radio en sus manos.
—Espero que sí—respondió Michael—. Pero si no hay ninguna emisora transmitiendo, es posible que todas hayan sido abandonadas o peor, arrasadas.
—Eso no es para nada alentador.
—Lo se, pero temo que sea la realidad.
—Bueno, no me sorprende que sigan las malas noticias.
—Estamos bien muchacho, estamos sobreviviendo y seguimos juntos que es lo más importante.
—Sí, y al menos ya no escuchamos a esos malditos muertos.
—¿Pero por cuánto tiempo? Nada es eterno.
Ambos hombres se observaron seriamente. Michael se acomodo en el sofá estirando su pierna mientras que Jonathan se dirigió a su cuarto en busca de una camisa limpia. Mientras la buscaba miró por una de las ventanas muy atento a cualquier movimiento. Gracias a que el campo de visión desde el segundo piso era considerable, se podía observar gran parte de los alrededores sin mucha dificultad. Lo único que no podía ver, era después de un grupo de gruesos árboles al oeste. Pero en esa dirección, a varias millas de distancia de la residencia, una vieja cerca de madera cedía ante el peso y la presión colocada sobre ella. Poco a poco sobre las maderas en el suelo, comenzaron a pasar figuras tambaleantes.Todo parece que los momentos de tranquilidad para el grupo se acercan a su final. Los últimos tres capítulos de este grupo comienzan. Sean testigos.
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El Reino de los Malditos
Science Fiction¡La pesadilla se ha desatado! Dos grupos, una horrible realidad. Una desconocida y mortal plaga se ha esparcido con rapidez en toda la zona. En poco tiempo miles perecieron víctimas de ella. Ahora sus cuerpos reaparecen hambrientos por la carne huma...