El verdadero monstruo

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La fría noche descendió sobre el complejo, los gemidos de muerte invadían sus pasillos y los muertos resucitados merodeaban sus pisos

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La fría noche descendió sobre el complejo, los gemidos de muerte invadían sus pasillos y los muertos resucitados merodeaban sus pisos. En el quinto, decenas de ellos golpeaban la entrada de un apartamento. En su interior, cuatro personas trataban de mantenerse con vida. Una idea había surgido de la desesperación y luego de discutirla entre todos se ponía en práctica. Al principio Vannesa la considero descabellada, pero al escuchar el aumento en los gemidos de los cadáveres decidió ayudar en su ejecución. Andrés vigilaba la entrada mientras que en una habitación ellas ponían todo en marcha. 
—¿Crees que resistirán?—preguntó Vannesa haciéndole nudos a la sábana.
—Solo usaremos las más gruesas—comentó Joan—. Solo espero que tengamos suficientes.
—Espero que si—respondió Bochy al entrar en la recamara con varias sábanas en sus brazos—. Aquí hay doce más, son las más fuertes que pude encontrar.
—Iré a ver de nuevo que tan largas deben ser, unanlas  de dos en dos—mencionó Joan saliendo de la recamara.
Tomando dos sábanas ya unidas y su bate, Joan se dirigió hacia el balcón. Becky la observó salir y luego se quedó mirando a Vannesa, quien se sintió incómoda por ello.
—¿Tomaste ese cuchillo de mi cocina?—le preguntó directamente Becky.
—Sí, necesitaba algo para defenderme—mencionó ella—. ¿Vas a insultarme por ello?
—No, como están las cosas hubiera sido mejor algo que te mantenga a distancia.
Vannesa no le respondió, solo continuó haciendo los nudos a las sábanas. Becky le hizo un gesto de burla y se tocó el brazo herido lo que hizo que Vannesa se percatara de la cinta adhesiva en el. En ese instante la expresión  de la mujer se torno asustada.
—¿Te han mordido?—preguntó inquieta Vannesa.
—No, una de esas criaturas que ustedes llaman Dretchs nos ataco y me tiró contra unos metales—respondió Becky tocándose la herida—. Me corte con uno de ellos.
—¡No es cierto, estas infectada!—exclamó Vannesa incorporándose. 
—Te dije que no, pregúntale a Joan si quieres. Ella estuvo conmigo.
—No te creo, dirías lo que fuera para negarlo.
—Me importa un demonio si me crees o no. Sabes algo, eres una completa idiota.
La mujer salió de la recamara molesta dirigiéndose hacia la sala en donde estaba Andrés de pie y observando como los muebles se movían levemente. Al notarlo la chica tomo su bate que estaba recostado de una de las paredes y se acercó a la puerta.
—¿Rayos, eso no durará mucho, verdad?—preguntó Becky.
—Si vamos a intentarlo más vale que sea rápido—respondió Andrés—. Ve por Joan.
Becky corrió en busca de Joan pasando por el lado a Vannesa, quien al salir de cuarto miró inquieta a su esposo mientras que el trataba de colocar mas cosas contra la puerta. Becky llego al balcón en donde Joan ya había colocado las sábanas en la reja redonda de metal y observaba desde esa altura. La idea era sencilla, ya  que todos los pisos tenían balcones, usarían las mantas como soga y de esa forma bajarían.
—Tendremos que bajar de piso en piso, no se si amarrarlas todas en una larga soga será seguro—dijo Joan al verla entrar.
—Andrés quiere verte ahora—comentó Becky.
—Ya voy, hazle mas nudos a la sabana, que no se pueda soltar del tubo—le pidió Joan saliendo a reunirse con Andrés.
Becky colocó su bate junto al de Joan que estaba al lado de la balandra y comenzó a hacerle varios nudos a la sabana. Al hacerlo, noto que en ese lado no había muchos muertos y los que había, estaban dispersos. O al menos en el pequeño sendero de concreto que recogía esa parte del edificio, su presencia era muy reducida. En ese momento le comenzó a preocupar que las sábanas no resistieran el peso.  La mujer se enfoco tanto en esa escena que no noto que alguien entró en el balcón. El brillo de una punta metálica  se acercaba lentamente a ella. La chica solo reaccionó cuando escuchó el grito de advertencia de Joan. Becky giró viendo como Joan le propinaba un puño en el rostro a Vannesa  haciendo que soltara el cuchillo.
—¿Qué haces insensata?—le preguntó Joan colocándose delante de Becky.
—¡Está infectada, hay que deshacernos de ella antes de que nos infecte a todos!—
recriminó Vannesa tratando de tomar el cuchillo.
De inmediato ambas mujeres comenzaron a forcejear por el arma. Pero fue Joan quien logró  tomarlo.  Furiosa,  Joan pateó a Vannesa en el abdomen lanzándola hacia el suelo. Becky tomó su bate mirando con rabia a la mujer lista a defenderse. La mirada que le devolvió Vannesa fue una totalmente desquiciada. 
—¡Estas loca, no fui mordida!—gritó Becky apretando el mango del bate.
—Estas perdiendo la razón—advirtió Joan—. Ella se cortó con un metal. 
—¿Perder la razón?—preguntó Vannesa—. No, no la he perdido, soy la única que piensa en sobrevivir. Si fuera por ti Juan aun viviría y nos hubiera devorado. Hay que hacer lo que sea para sobrevivir y yo a diferencia de ti, estoy dispuesta a hacer lo necesario.
Como si fuera un tren sin control, el dolor y frustración invadieron en ese instante el semblante de Joan. Con ojos húmedos dejó caer el cuchillo y se colocó las manos en la frente. Lagrimas empezaron a caer por sus mejillas mientras miraba a Vannesa.
—¿Fuiste tú?—preguntó ella llorosa—. ¿Tú lo mataste?
—¡Se iba a convertir, no había otra opción!—recriminó Vannesa histérica.
—¿También trataste de convencer a Ismael de hacerlo?
—Ese infeliz se mereció lo que le paso, me juro que lo haría y se arrepintió. Y todo después de acostarme con el.
La devastada Joan trataba con todas sus fuerzas de no desmoronarse mientras que Becky solo miraba a Vannesa incrédula por lo que escuchaba. Vannesa en cambio tomó una expresión de orgullo. En su mente, consideraba que había evitado un gran peligro. 
—¡Maldita infeliz, eres un monstruo!—exclamó Joan—. ¿Cuántas veces nos ayudo, nos salvó? Y tú le pagaste así. ¿Cómo lo hiciste, lo atacaste mientras dormía?
—No, fui a visitarlo y cuando me dio la espalda, lo hice—respondió sin inmutarse Vannesa—. Compréndelo, lo hice para protegernos, él era un peligro y nadie lo veía.
Becky solo se fijaba en Vannesa con una mano en su cabeza y una expresión de espanto. Joan lo hacía cubierta en lágrimas. Vannesa miró a Joan pero noto que ella no dirigía su atención directamente hacia ella. Una expresión de preocupación se le dibujó en el rostro a la mujer al girarse hacia atrás.  Al hacerlo se encontró con Andrés, quien apretaba su palo de jockey con tanta fuerza que las venas de su brazo se brotaban.
—¿Cómo pudiste?—preguntó él con voz rabiosa—. Él me salvó la vida.
—Mi amor, lo hice para protegernos—respondió ella tratando de calmarlo—. Estaba cambiando y ustedes no se daban cuenta.
—¡No mientas, solamente te infectas si eres mordido por un muerto y Juan no lo fue!—gritó Andrés tirando al suelo su arma y tomándola de los brazos con todas sus fuerzas. ¿También te entregaste a Ismael para protegernos, dime maldita sea? 
La mujer lo miraba aterrada y se quejo al sentir un fuerte dolor en uno de sus brazos. Al notarlo Joan se acercó a Andrés e intentó que la soltara. Al sentir la mano de Joan sobre su hombro, Andrés redujo la fuerza de su agarre. Al soltarla, noto algo rojo y húmedo en los dedos de su mano derecha. Sorprendido, Andrés tomó de las manos a su mujer buscando la fuente de la sangre. El hombre palideció al notar una leve herida circular en el brazo derecho de ella que comenzaba a sangrar. Joan también la vio y observó asustada a Vannesa. Ambos reconocieron con facilidad  lo que tenía ella  un poco más arriba de su muñeca.
—¡No, no, no!—dijo Andrés angustiado.
Con lentitud Vannesa miró su dolorido brazo. Por su expresión de terror no se había dado cuenta de la herida. Levantó su mirada hacia su esposo, quien tenía una temblorosa mano en su rostro.
—Debió se cuando trato de ayudar a Eric—sugirió Joan.
—¡No es una mordida!—exclamó desesperada Vannesa—. ¡Es un rasguño, solo un rasguño!—.  Mi amor, es solo un rasguño—dijo ella  mirando a Andrés.
Un angustiado Andrés retrocedió hasta las balandras del balcón mirando hacia la noche y apretando con todas sus fuerzas el frió metal. Llena de temor Vannesa se le acerco, e intento acariciarlo pero al ver el semblante desmoronado de Andrés, no se atrevió a hacerlo. 
—Todo lo he hecho por nosotros—afirmó Vannesa—. ¿Tú me crees verdad?
—Lo asesinaste a sangre fría y él no estaba infectado—afirmó Joan—. En cambio tú si lo estas.
—¡Cállate desgraciada, no es cierto, no lo es! Mi amor tienes que ayudarme—pidió ella desesperada—. Soy tu esposa, recuerda nuestros votos.
Andrés libero unas tristes carcajadas: —No los habías mencionado desde nuestra boda. ¿Te acuerdas lo que juramos esa noche?—preguntó él. 
—Sí me acuerdo. Recuerdo también que nos juramos estar juntos en la salud y en la enfermedad. Y hasta que la muerte nos separe.
—Nunca olvidare ese día, ni nuestros votos, fue el momento más feliz de mi vida.
—Perdóname mi amor, he cometido muchos errores, pero siempre te he amado. Por favor, tienes que ayudarme.
Andrés la abrazo lo más fuerte que pudo. Le dio un beso en la mejilla  y no soltó el abrazo. Becky y Joan se miraban una a la otra con semblantes serios. Joan en particular expresaba rabia en su rostro. 
—Te perdono que me hayas sido infiel con Eric—dijo él lloroso—. Te perdono y puedo entender tu error con Juan e incluso lo de Ismael. Y claro que también te amo.
El hombre la besó en los labios tiernamente y la tomó en sus brazos. Becky y Joan cambiaron su atención de la escena al escuchar el ruido de muebles caer. Becky corrió hacia el interior encontrando que la barricada estaba cediendo. La puerta se movía con mayor fuerza e incluso pudo ver unos dedos entre la división de la entrada. Esos bruscos movimientos provocaban que algunos de los objetos colocados cayeran al suelo. La mujer corrió al cuarto, tomo todas las sábanas que pudo y regresó al balcón en donde los demás se mantenían en silencio.
—¡No tardaran en entrar!—advirtió Bechy tirando al suelo las sábanas—. 
En ese momento Andrés miró con gran tristeza a Joan y a Becky. Le dio otro beso a su esposa y se acercó a su oído  con gran ternura.
—Te amo y siempre lo haré—dijo él con voz entrecortada.
Vannesa le sonrío  y lo beso. Estaba tan atenta a las expresiones de amor de su esposo, que no se percató cuando fue levantada un poco más. En ese momento sentía que flotaba en los brazos de Andrés. Solo cuando vio alejarse el balcón y ver la mirada de su esposo enfocarse en ella, fue que la mujer comprendió que caía. Su mirada se llenó de terror y sus manos se estiraron como intentando aferrarse al aire. Solo tardó segundos en llegar al suelo, pero fueron eternos para ella. Su cuerpo impactó de espalda con gran fuerza el pavimento. Sangre brotó de su cabeza, sus oídos, boca y nariz. Su quebrado cráneo  con una gran abertura detrás de el aun le permitía reconocer levemente lo que ocurría. Sus verdes ojos se enfocaron en Andrés mientras que la vida la abandonaba.
—¡Santo Dios Andrés!—exclamó aterrada Joan—. ¿Por qué lo hiciste?
—Porque a pesar de todo lo que hizo la amaba—respondió él mirando  hacia abajo—. Ya estaba muerta y lo sabes. Yo no iba a permitir que sufriera la agonía de la transformación. Era lo más piadoso que podía hacer.
—¿Qué hacemos ahora?—preguntó una inquieta  Bechy con bate en mano.
—Seguir viviendo—sugirió Joan—. ¿Quieres intentarlo Andrés?
—Creo que sí—respondió Andrés con lágrimas en sus ojos.
El sonido de la entrada ceder fue suficiente para hacerlos actuar. Cerraron la puerta detrás de ellos, se dividieron las sábanas y amarrando sus armas en sus cinturones descendieron hasta el siguiente piso. Repitiendo la acción en cada balcón, lograron llegar a la primera planta. Cuando brincaron hacia el suelo sacaron sus armas esperando enfrentarse a decenas de muertos. Solo tuvieron que eliminar a algunos de ellos, ya que los demás habían encontrado un imprevisto festín. Sin mirar lo que hacían los seres, siguieron su camino en dirección del portón que estaba prácticamente libre. Salieron del complejo tomando una calle casi desolada que ascendía por una pequeña pendiente. En ese momento parecía que todo muerto cercano estaba en el complejo. Desde ese lugar podían ver el gran enjambre de seres que dominaban su refugio.
—¿Hacia adónde?—preguntó Becky mirando el todas direcciones. 
—No lo se—admitió Joan—. Primero alejémonos de tantos malditos muertos.
—Me parece bien—admitió Andrés mirando hacia el complejo.
Becky le dedicó unos desilusionados momentos a su invadido hogar y siguió caminando. Joan le tocó y apretó el hombro a Andrés antes de continuar detrás de ella. En ese momento el hombre miraba su mano viendo fijamente su anillo de bodas. Lo removió de su dedo y lo acarició con gran pesar. Por unos instantes solo hizo eso. Luego le dio un tierno beso y observó el complejo.
—Nos casamos ante el reino de los cielos y nos separamos en este reino de los malditos—dijo el hombre antes de lanzar el anillo y continuar detrás de las chicas.
Los tres sobrevivientes siguieron la carretera  con la esperanza de encontrar un lugar seguro a la vez que intentaban mantenerse alejados de los muertos. Todos abrumados por los recientes eventos y aterrados con la idea de que la pesadilla aun no ha terminado. Si lograran mantenerse con vida, aun esta por verse.  




Espero que les haya gustado el final de este grupo. No será lo último que verán de ellos, ya que su historia no ha terminado. Pero aun falta por saber la suerte de Jonathan y los suyos. ¡Se testigo en los próximos capítulos que narraran su conclusión!  

El Reino de los MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora